/ Por: Zaira Rosas /
Diez años atrás era casi impensable imaginar a una mujer como Presidenta de la República, en la actualidad resulta inimaginable que no sea una mujer quien llegue al poder. Sin importar las preferencias políticas, el ver a dos mujeres en el puntero de la contienda es también un mensaje claro para la sociedad, la equidad ha dado grandes avances, pese a que estos también obedezcan a intereses mayores.
El que hoy tengamos a Claudia Sheimbaun y Xóchitl Gálvez, no es casualidad, son las figuras más representativas de sus respectivos partidos. La primera fue la favorita de entre múltiples aspirantes a suceder a Andrés Manuel, es quien también puede dar seguimiento al mismo modelo y estructura que tanta popularidad le ha dado a MORENA. La segunda era la única opción viable para que la oposición pueda figurar, despunta en algunas plataformas, pero no logra un posicionamiento claro.
Por otra parte, está la figura de Jorge Álvarez Máynez, quien representa a una oposición que no encuentra representación en ninguno de los otros proyectos, a quien realmente muy poco ubican y quien requerirá esfuerzos mayores durante esta contienda pues su participación es algo tardía considerando la labor que durante meses han realizado sus contrincantes.
En México la democracia ha sido el sistema bajo el cual nos regimos pero los tiempos y la historia de otros países nos han mostrado que existe un profundo desencanto con estas fórmulas, pues quienes contienden por un puesto de poder buscan representar a una mayoría que participa, pero en la realidad en los últimos años las personas que llegan al frente son representantes de una mayoría que vota, pero es mayor el porcentaje de quienes eligen no emitir un voto, por lo que en realidad gana la abstención.
A excepción de 2018 donde el porcentaje de participación electoral fue mayor al de otros años, lo más frecuente es que más de un 40% de la población elija no involucrarse en estos procesos, entre las principales razones para no hacerlo está la falta de confianza en figuras políticas, pero también la falta de representación. Si bien la democracia promueva la libertad de decisión, también es cierto que es una fórmula que nos permite hacer una elección entre un grupo de personas que cada vez hace menos propuestas de proyecto y se conforma con la representación de ideales de un partido.
De cara a las elecciones de 2024, las personas contendientes tendrán que presentar proyectos reales de nación, dejar de lado los ataques entre sí, principalmente a las estructuras actuales en lo que respecta a sus contrincantes y recorrer el país analizando en qué punto estamos, identificar las necesidades de la sociedad para ofrecer soluciones reales. La representación importa, porque nos guste o no, nuestros dirigentes son reflejo de nuestra sociedad, de los avances o retrocesos que tenemos, de eso a lo que estamos dando prioridad y el que hoy dos mujeres sean quienes lleven el puntero de la contienda nos habla también de una necesidad urgente de cambio, donde hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades de participación. Si nuestro país está listo o no para ello lo veremos en junio, mientras tanto para nuevas generaciones estas elecciones abren el panorama de nuevas oportunidades y pueden ver que sí es posible llegar a otros puntos de crecimiento.
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