La muerte materna en México es todavía un grave problema .

*Fallecen cerca de 850 mujeres al año.

* También representa uno de los peores escenarios a nivel social, pues la ausencia de una madre condiciona la ruptura del núcleo familiar: Juan Carlos Pérez, de la FES Zaragoza-

Entre 2016 y 2021 murieron en nuestro país 5,099 mujeres por causas relacionadas con la atención obstétrica; es decir, cerca de 850 al año o aproximadamente dos al día, afirma el académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, Juan Carlos Pérez López.

Estas cifras –del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE)– muestran que la mortalidad materna sigue siendo un grave problema en México, pero también representa uno de los peores escenarios a nivel social, pues la ausencia de una madre condiciona la ruptura del núcleo familiar, agrega el especialista universitario.

“Cuando se pierde a una madre, las condiciones de desarrollo de los niños, de la pareja, se fracturan, pues propicia circunstancias de desarrollo más difíciles, de abandono escolar, disolución de la familia, de integración a la vida laboral a menor edad. Es un indicador de un mal desarrollo social”, insiste.

Junto a la muerte materna, prosigue, están otros retos igual de importantes: combatir la violencia obstétrica y fortalecer el desarrollo del parto humanizado.

La atención a estas problemáticas forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pues se relacionan con estrategias y políticas de salud dirigidas a promover el nacimiento de niños sanos y la atención adecuada de las mujeres durante el proceso reproductivo.

“Son indicadores de desarrollo que nos dicen qué tan bien o mal nos encontramos como nación, es una buena radiografía para saber cómo estamos en materia de desigualdad, de acceso a la salud”, señala el coordinador del área de Enfermería de la FES Zaragoza.

Lamentablemente, en nuestro país las mujeres de las comunidades indígenas y de entidades como Chiapas, Oaxaca y Guerrero son las más vulnerables a estas problemáticas obstétricas; quienes sufren más violencia y no acceden a unidades de salud que cuenten con personal capacitado y el material necesario para su atención.

Violación a los derechos humanos

La violencia obstétrica, refiere el experto universitario, es el trato deshumanizado que ellas reciben durante este tipo de atención que incluye el proceso de gestación, el parto y el puerperio.

“Tiene que ver con un trato irrespetuoso, en el que se fuerza a la mujer a tomar determinadas decisiones y no se respetan sus derechos reproductivos. Por ejemplo, en el momento del nacimiento, se usan medicamentos para acelerar el trabajo de parto y no se considera su evolución propia y natural”, detalla. En el posparto se relaciona con la colocación de dispositivos anticonceptivos sin su consentimiento o peor aún, con su esterilización.

En contraparte, se encuentra el parto humanizado, que consiste en crear un entorno amigable a este proceso, en el que la madre y su bebé sean atendidos en espacios dignos y limpios, que se cuente con los recursos necesarios y no se les medique o no se realicen procedimientos invasivos innecesarios.

Menos cesáreas

Pérez López, también maestro en Ciencias, explica que al establecerse los Objetivos del Milenio se planteó que como parte del mejoramiento a la salud materna se practicarán menos cesáreas, alrededor del 15 % de estos procedimientos por cada 100,000 nacidos vivos. Esta meta se retomó en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

“Inicialmente teníamos indicadores de hasta el 50 % de los nacimientos por vía cesárea, lo que se redujo e incluso llegó a mantenerse en un 25 %. La expectativa era llegar al 22 % en el año 2020, pero por la emergencia sanitaria debido a la Covid-19 hubo una alteración en las cifras y hoy en día nos encontramos entre el 20 y 22 % del total de los nacimientos. Estamos aún lejos de alcanzar el 15 %”, asevera.

El académico asegura que la mayor práctica de cesáreas se da en las instituciones privadas de salud, donde no hay mayor control sobre ellas. “Estamos plenamente seguros que en el medio público no se ejerce, a menos que esté indicado”.

Una cesárea implica una cirugía mayor, un procedimiento invasivo que requiere la vigilancia de varios especialistas, involucra un procedimiento de anestesia y los riesgos inherentes a éste.

“Además condiciona la recuperación del organismo materno, pues se expone a infecciones del sitio quirúrgico, asociadas con el procedimiento, y desde luego, prolonga la hospitalización y los costos de atención. Además, el tiempo de recuperación se alarga, así como las condiciones en las que se puede llevar a cabo un nuevo embarazo. Tras una cesárea no puede estar en estado de gravidez en un periodo menor a dos años ya que se pueden presentar complicaciones de fijación de la placenta”, acota.

Pérez López destaca que el parto natural fortalece el vínculo entre la madre y su hijo y el apego inmediato, mientras que una cesárea tiende a separarlos.

 

Gaceta UNAM