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/Por: Zaira Rosas/
El asesinato de Charlie Kirk puede parecernos tan ajeno como las más de 67,000 personas que han perdido la vida entre los conflictos armados de Israel y Gaza. Parecieran limitarse a otras fronteras, los escuchamos e ignoramos porque no ocurre aquí, pero de igual forma hacemos oídos sordos ante las cifras internas, olvidamos que en México hay más de 100 mil personas reconocidas como desaparecidas.
El mundo está viviendo múltiples puntos de violencia, a tal grado que el asesinato de un padre de familia puede no parecer tal porque condenamos primero sus discursos de odio. La pérdida de una vida sigue siendo lamentable, porque caemos una y otra vez en el mismo ciclo, juzgar desde la polarización de una perspectiva.
A Charlie Kirk no lo mató Tyler Robinson, tampoco sería justo decir que murió por sus creencias, el verdadero asesino del activista conservador fue su polarización, el constante señalamiento que se oponía a estudios de género, que hacía declaraciones sobre los avances en derechos humanos considerados como un error por oponerse a sus posturas religiosas.
Y es que uno de los mayores problemas de la actualidad es la división que hacemos entre posturas políticas donde nos olvidamos de simplemente respetarnos por ser seres humanos. Si bien el principal aliado de las juventudes de Donald Trump era reconocido por sus debates, también es notorio que utilizaba las palabras como falacias a su favor, limitando el género a definiciones científicas y declarar una y otra vez su postura en oposición a las personas transgénero.
Ante esto resulta fácil para los conservadores armar una historia que señala un cambio de posturas en Tyler Robinson, por estar vinculado sentimentalmente con una persona trans, como si ese fuera el único móvil, ignorando que Tyler provenía de un círculo igual de conservador que quienes pertenecen a MAGA o TPUSA.
Incluso hay teorías de conspiración que tratan de poner en el centro también a Israel, declarando que Charlie Kirk murió porque iba a tener un atisbo de humanidad y cambiar su postura respecto al conflicto armado. La realidad es que sin considerar quién fue la figura asesinada, hubo un asesinato más en Estados Unidos, producto de ideas extremistas, fue el resultado de leyes que no regulan el uso de armas y nuevamente un sistema que falla a sus ciudadanos por centrarse en posturas radicales y no en elementos básicos como los derechos universales y los principios de humanidad.
¿Debería importarnos la muerte de Charlie Kirk? ¡Sí! al igual que sus discursos, mismos que no pueden justificarse bajo la libertad de expresión, sobre todo si esta se ve frenada cuando un conductor de televisión como Jimmy Kimmel es suspendido por hablar del caso haciendo referencia a que fue asesinado por alguien de derecha y no de izquierda.
Nuevamente, el problema es la polarización de las posturas, los recursos públicos puestos a disposición de programas que atacan a otros en lugar de proteger a los suyos. Los países no necesitan más limitaciones, necesitan el impulso a la innovación, apertura ante los cambios y sobre todo programas asistenciales que equilibren la desigualdad.
Estados Unidos tiene conflictos en su tejido social, al igual que México y otros países y más que proponer programas sociales que atienden las necesidades en lo superfluo y no resuelven la desigualdad estructural, necesitamos propuestas que busquen mayor equidad, fortalecer la educación sin estructuras doctrinales y crear propuestas que además de regular el uso de armas ayuden a combatir crímenes e ideologías de odio.