La primera mujer en presidir el Congreso de Hidalgo

* María Luisa Pérez Perusquía pionera en otros espacios históricamente masculinos.

* Su madre poderosa le dejó siempre muy claro que ella debía ser la dueña de su vida.

/Tania Meza Escorza/

SemMéxico/DesdeAbajo.mx, Pachucha, Hidalgo, 5 de febrero 2020.- Aunque el Congreso del Estado de Hidalgo tiene 150 años de existencia, y hace 67 años que las mexicanas obtuvimos el derecho de ser electas para cargos públicos, fue hace menos de cuatro años, en septiembre de 2016, cuando por primera vez una mujer presidió la Junta de Gobierno del Congreso del Estado de Hidalgo.

María Luisa Pérez Perusquía, la primera titular del poder legislativo hidalguense, ya había sido pionera en otros espacios históricamente masculinos. Fue la primera mujer en ocupar la subsecretaría de educación básica en la Secretaría de Educación Pública de Hidalgo y previamente había sido también la primera en encabezar la dirección general de básica en dicha subsecretaría.

La mamá súper poderosa

Desde que nació, María Luisa vio a las mujeres ejercer el poder en lo cotidiano para vencer la adversidad. Es la novena hija de diez, ocho mujeres y dos hombres. Con padre alcohólico de ausencias itinerantes, la mamá era el único sostén de su familia, en todos los sentidos. “No había de otra, para sacar adelante a diez hijos, mi mamá tuvo que ser sumamente rigurosa, dura, sin miramientos, para que las ocho y los dos, como ella dice, anduviéramos siempre derechitos”.

“Mi historia es la de tantas familias mexicanas que, a pesar de ser muy numerosas, salieron adelante sin el padre, porque la madre entregó su vida y sus fuerzas para que sus hijas e hijos fueran profesionistas exitosos. Conforme los mayores crecían, iban ayudando a sacar a las menores y todo funcionaba estrictamente como reloj”.

En una familia caracterizada por la disciplina, cada quien hacía lo que le tocaba y no había manera de evadir ninguna responsabilidad. “Mi mamá no podía dejar el trabajo, así que no iba a las juntas escolares, no era posible sentarse a hacer una tarea con nosotras. Lo que nos quedaba era poner siempre atención en la escuela, porque en tu casa no te lo iban a explicar. Aprendimos a hacer todo bien y a la primera. Mis hermanas y hermanos fuimos siempre estudiantes de excelencia”.

En el contexto rural del Valle del Mezquital de hace varias décadas, hubo quien cuestionó a la madre de María Luisa el porqué de su obsesión en que sus hijas estudiaran, si casarlas a temprana edad le habría ahorrado a ella el tener que seguirlas manteniendo a todas. “Muchos años atrás, a mi mamá la sacaron de estudiar cuando cursaba el tercer año de primaria, porque su familia no encontraba utilidad en que las mujeres estudiaran, así que a ella se le hizo una fijación que sus hijos, pero sobre todo que sus hijas estudiaran. La gente decía que una mujer no necesitaba estudiar, pues la iba a mantener su marido. Pero basándose en su propia experiencia, mi mamá sabía que no siempre te toca un buen marido, y que sacar adelante a los hijos e hijas es más fácil cuando tienes estudios, que cuando no los tienes”.

Para ser una mujer empoderada, María Luisa Pérez Perusquía no tuvo que confrontar enseñanzas de la infancia, ni romper modelos machistas de sumisión, porque su madre poderosa le dejó siempre muy claro que ella debía ser la dueña de su vida. “Desde que tengo memoria, recuerdo siempre a mi madre diciéndonos: ‘Tú tienes que trabajar, tienes que tener con qué mantenerte, porque nunca debes depender de nadie’”.

Una comunidad perdida en la Sierra

Luego de estudiar la primaria y secundaria en Ixmiquilpan, Hidalgo, María Luisa se fue a Pachuca a estudiar la Escuela Normal para ser maestra de primaria. En ese entonces, era muy usual que las mejores estudiantes de los municipios rurales estudiaran en la Normal de Pachuca y, ya una vez con su título y plaza de maestras, ellas mismas se pagaran sus estudios de preparatoria y posteriormente la Normal Superior.

“Cuando terminé la Escuela Normal, me dieron mi plaza en la comunidad de El Paraíso, municipio de Huehuetla, en lo más profundo de la Sierra Otomí Tepehua. Tenía 18 años y realicé con toda ilusión un viaje de varias horas en un transporte público destartalado, por un camino de terracería, para llegar por primera vez a la escuela en donde iba a tener mi primer grupo. Recuerdo que mi hermano mayor me acompañó para ver a dónde me iba a quedar. Por más que avanzábamos y que el transporte iba haciendo paradas, no llegábamos a El Paraíso. Mi hermano se angustiaba, iba totalmente callado, y yo iba feliz, entre la intrepidez y la inconsciencia que da la juventud.

“Era octubre, así que estaba lloviendo torrencialmente, había mucha neblina y lodo. Cuando por fin llegamos y nos bajamos, mi hermano me dijo ‘pues aquí te vas a quedar’, tal vez pensando que yo me iba a echar para atrás, pero le contesté ‘sí, aquí me quedo’. Tiempo después, mi hermano me contó que él siempre pensó que yo no aguantaría vivir en esas condiciones, pero no sólo aguanté, sino que ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. La gente de la comunidad era maravillosa y nos entendimos muy bien. Yo era la maestra, pero fue la comunidad la que me enseñó a mí. Con esas niñas y niños aprendí el valor de muchas cosas, desde la vida comunitaria, hasta valorar el privilegio de tener agua caliente en tu casa. Cuando años más tarde me cambiaron la adscripción, yo me fui siendo la comadre de media comunidad y la madrina de varias generaciones de niñas y niños”.

Producto del esfuerzo y del movimiento feminista

Tras décadas de trabajar como maestra rural, Pérez Perusquía incursiona en la administración y gestión de la educación pública, en donde también fue pionera en la conquista de espacios de toma de decisiones. “Desde siempre he estado orgullosa del gremio magisterial, del cual formo parte. Hay miles de maestras y maestros que entregan más allá de lo que es su obligación. Claro que hay deshonrosas excepciones, pero la mayoría de docentes es quien ha mantenido la cohesión social en todos los rincones de este país.

“Ocupar cargos de poder en el magisterio no fue fácil, porque son espacios muy masculinizados. Los tiempos va cambiando, pero cuando a mí me tocó abrir camino, hubo varias situaciones de discriminación y exclusión por ser mujer. Incluso ya siendo subsecretaria de educación básica me llegaron a excluir de reuniones en donde sí estuvieron mis pares masculinos. Cuando yo les hacía ver la situación, descubría que quienes me habían excluido ni siquiera lo hicieron de manera consciente, sino que tenían tan naturalizado el hecho de que no hubiera mujeres en las reuniones de toma de decisiones, que ‘se les pasaba’ convocarme”.

Los logros del movimiento feminista en materia de participación política han sido más notorios en este siglo que en ningún otro. Por ello, cuando los partidos políticos fueron obligados por ley a pasar de las cuotas de género a la paridad, y luego a la paridad sustantiva, la clase política partidista se dio cuenta de que no tenía suficientes cuadros femeninos formados en los comités partidistas, y tuvo que recurrir a liderazgos en otros sectores. Ésa fue la razón por la que María Luisa entró a la política partidista.

“Me ocurrió lo que a muchas de mis compañeras que hoy tenemos un cargo político, éramos líderes en nuestros sectores, pero no teníamos el proyecto de entrar a las contiendas de elección popular. Yo tengo clara una cosa: El liderazgo magisterial lo obtuve gracias la cultura del esfuerzo, y el liderazgo político fue gracias al movimiento feminista, porque sin los espacios que el feminismo ganó para todas en la política, los partidos políticos no hubieran pensado en las líderes para ocupar los escaños en el Congreso”.

“Reconozco que mi partido (el Revolucionario Institucional) nos incluyó a varias líderes obligado por la paridad, pero lo que sí hizo mi partido por convicción, porque no estaba obligado, fue impulsarme para que yo coordinara al grupo legislativo del partido en el Congreso, sin ello, no habría podido ser la Presidenta de la Junta de Gobierno del Congreso”.

Para que alguien llegue a ser titular del Poder legislativo, debe ser forzosamente quien coordina al grupo legislativo de su respectivo partido político. Cada coordinadora o coordinador de grupo parlamentario forma parte de la Junta de Gobierno en el Congreso, y de quienes integran esa Junta se elige a quien la preside, que en términos llanos es la persona titular del Poder Legislativo. Al no haber nunca diputadas impulsadas por sus partidos para coordinar el respectivo grupo parlamentario, no había posibilidades de que las mujeres coordinaran a todo el legislativo, por ello fue hasta hace tres años y medio, cuando el PRI impulsa a María Luisa Pérez, que por primera vez en la historia del Estado de Hidalgo una mujer dirigió el Congreso. Pérez Perusquía fue Presidenta de la Junta de Gobierno del Estado Libre y Soberano de Hidalgo de 2016 a 2018 y, debido a las reformas legales, actualmente ocupa por segunda vez el cargo de 2019 a 2020.

Cuando María Luisa se convirtió en la titular del poder legislativo, tenía plena conciencia de lo que implicaba como mujer. No sólo porque es Maestra en Políticas Públicas y Género, sino porque desde su liderazgo docente ya había tenido vinculación con el movimiento feminista.

“Cuando tomé protesta por primera vez como presidenta de la junta yo pensaba ‘63 legislaturas debieron pasar en Hidalgo para que, por primera vez, una estuviera encabezada por una mujer. Se tiene que notar la diferencia’. Hasta ahora, no soy la persona indicada para evaluar si se ha notado esta diferencia o no, pero puedo decirte que entre las mujeres incluso la forma de resolver las diferencias políticas e ideológicas, es diferente. Mis compañeras no son sólo las otras diputadas, son también las trabajadoras del Congreso. Por eso pusimos el lactario, por eso los días de consejo técnico escolar las hijas e hijos de todo mundo están aquí, en actividades educativas. No es solamente por mi condición de mujer y madre, también por mi condición de maestra”.

“Vengo de la pobreza y no la voy a exaltar, porque sé que cada caso es diferente, pero yo salí con el esfuerzo, con la apuesta por la educación y sobre todo, con el apoyo de otras mujeres. Ahora que he llegado hasta acá, mi labor es mejorar las condiciones de vida y el acceso a las oportunidades, para que las niñas y niños que quieran cambiar su realidad, la tengan más fácil que quienes les hemos antecedido”.

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