La sociedad está angustiada.

**Alguien como tú.

/ Gladys de L. Pérez Maldonado. /

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estrés es el resultado del desequilibrio entre las exigencias y presiones a las que se enfrentan las personas, por un lado, y sus conocimientos y capacidades, por otro.

Durante el proceso del estrés, transitamos por tres fases de adaptación:

  1. Fase de alarma: ante un estímulo estresor, la persona reacciona automáticamente para afrontarlo. Es una fase de corta duración y no es perjudicial cuando se dispone de tiempo para recuperarse.
  2. Fase de resistencia: aparece cuando una persona no cuenta con el tiempo para recuperarse y continúa reaccionando a los estímulos estresores.
  3. Fase de agotamiento: si continúa la demanda e incremento de estímulos estresores, estos pueden superar los recursos de la persona para hacerle frente; como consecuencia, puede entrar en una fase de agotamiento, con la aparición de síntomas físicos, psicológicos y conductuales.

Vilma Duque y Nieves Gómez en “Lineamientos para el cuidado de los equipos, promoción del autocuidado y atención en crisis”, publicado por el Organismo Judicial de Guatemala en 2014, p.13., señalan que el estrés es necesario como estímulo para vivir y como sistema de alarma para sobrevivir a peligros y amenazas, cuando se presenta de manera continua y crónica puede conducir a la invalidez o incluso la muerte, pues tanto la falta como el exceso de estrés, son nocivos para la salud física y mental.

Por tanto, es necesario distinguir entre el eutrés (estrés positivo) y distrés (estrés negativo).

El eutrés nos permite movilizar nuestros recursos para desempeñar tareas y afrontar los retos que se nos presenten; coadyuvando a contribuir a un estado de bienestar y desarrollo de la persona.

El distrés conlleva una sobrecarga de las demandas que desborda las capacidades y recursos de las personas para brindarles atención.

Cuando nos encontramos en la fase de agotamiento, debido a la exposición prolongada de estresores negativos, se puede manifestar el síndrome por quemarse en el trabajo o burnout, el cual se caracteriza con los siguientes síntomas: Sentimientos de falta de energía o agotamiento; Aumento de desinterés, sentimientos negativos o cínicos con respecto al trabajo; y Eficacia profesional reducida.

Algunos de los factores estresores, sin decir que son los únicos, se identifican con la ausencia de recursos para realizar las actividades, con conflictos con los compañeros de trabajo, relaciones agresivas y hostigamiento y/o acoso laboral, así también, el antagonismo entre trabajo-familia, cuando las presiones entre ambos ámbitos son incompatibles.

En relación al conflicto trabajo-familia, es más frecuente que las mujeres presenten dificultades para articular las demandas en el ámbito laboral con el ámbito familiar debido a los roles de género, a la responsabilidad de actividades de cuidado con otros integrantes de la familia.

Marcela Lagarde, feminista mexicana de excelencia, sostiene en Los Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas,   que estas situaciones provocan que las mujeres estén expuestas a dobles jornadas de trabajo, es decir, a lo largo de un mismo día cumplir con una jornada remunerada, asalariada y, en algunas ocasiones, bajo contrato y, otra jornada “reproductiva”, asociada a lo doméstico, al cuidado de la familia.

Lo cierto es que desde 2017 hasta la fecha, según cifras de la OMS los mexicanos somos las personas más estresadas del mundo por su trabajo. Nuestro país tiene el primer lugar en estrés laboral, por encima de China y Estados Unidos, las dos economías más grandes del planeta.

El estrés laboral provoca daños cardiovasculares, gastrointestinales, depresión, alteraciones del sueño, dolor de cabeza crónico, miedos y acoso laboral, entre otros. Sin embargo, un verdadero descanso de las jornadas laborales, según dicen las expertas optimizan estos males.

Debido a lo anterior, el Congreso de la Unión reformó los artículos 76 y 78 de la Ley Federal del Trabajo, estableciendo periodo de vacaciones dignas para las personas trabajadoras de nuestro país, que según la antigüedad laboral de cada quien podrán gozar de hasta treinta días de descanso, reajuste legislativo que entró en vigor a partir del 1 de enero de 2023, esto pretende bajarle al estrés laboral de las y los mexicanos, veremos…

No obstante, esta no es la única consecuencia que vivamos un estrés inconmensurable hoy en día.

El aumento de la inseguridad pública en nuestras ciudades, nos hace sentir miedo, impotencia, desesperación, angustia que nos provocan males en la salud física y emocional.

De 2018 al día de hoy en nuestro país se han cometido 146, 672 homicidios, esto es, aproximadamente 60 cada día, los robos en la vía pública ascienden a 267, 350, lo que se traduce en que se registra uno cada 11 minutos, en el robo a casa habitación la estadística señala 45 137, o sea, uno cada 13 minutos.

En cuestión de feminicidios la suma asciende a 17,776 mujeres asesinadas, más de 3,500 cada año, 300 al mes, 10 al día. Hasta septiembre de 2022 las víctimas de trata eran un 75% más que en todo 2018.

En el mismo periodo de cuatro años, se han contabilizado 4,378 secuestros, lo que significa 4 al día, 27 semanales y 115 mensuales. (Fuente: TResearch International).

Así, en México estamos viviendo una realidad…irreal, surrealista, amenazante, que recrudece la incertidumbre social, con una profunda catástrofe de los componentes de la convivencia humana, violatoria de los derechos humanos, las políticas públicas antinseguridad no han funcionado…¡Cuanta crueldad!

La sociedad esta angustiada…