/ Carlos Loret de Mola /
Una sucursal bancaria sin luz, drenaje, agua ni barda perimetral, ubicada en un lugar remoto en medio del campo o una carretera. Que no tiene bóveda, cajero automático y prácticamente no tiene personal. No cuenta con el sistema de “core bancario” para realizar las operaciones y hasta le falta internet. Así están cientos de sucursales del Banco del Bienestar, creado por el presidente Andrés Manuel López Obrador para distribuir sus programas sociales entre casi 40 millones de mexicanos, después de que el propio banco, la Coordinación General de Programas Integrales de Desarrollo y la Secretaría del Bienestar no fueron capaces de equiparlas.
El Banco arrancó usando las 350 sucursales que eran del extinto Bansefi. Pero el que era su director, Rabindranath Salazar, tuvo un sagaz lance político: a finales de 2019, embelleció una de esas sucursales en Palenque para que la viera el presidente AMLO en una gira. El presidente la vio de reojo en un traslado, pero su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, la recorrió y quedó fascinada. Lo siguiente fue el anuncio oficial: se construirían 2,700 sucursales nuevas, la mitad en 2020 y la otra mitad en 2021.
Todo se fue pudriendo por un tejemaneje de negocios e intereses dentro de Palacio Nacional. Y otra vez, tuvo que entrar el Ejército al rescate: no sólo tenían que construir las sucursales sino además equiparlas. Contra reloj, según fuentes castrenses, para fines de este año no estarán las 2,700 sucursales prometidas sino entre 800 y mil, de las cuales, la mitad van a ser el puro cascarón.
Están en lugares remotos porque en Palacio Nacional no pudieron conseguir terrenos gratis que esperaban que les donaran los ciudadanos, y terminaron construyendo muchas en medio de carreteras, del campo, etcétera.
Según fuentes oficiales, al inicio del proyecto los ingenieros de la Secretaría de la Defensa Nacional presentaron tres modelos de sucursal: desde la más equipada hasta la más básica. Los encargados de tomar la decisión escogieron el modelo más barato: prácticamente un cascarón. Eso le pidieron al Ejército y eso les va a entregar. Se quisieron reservar el equipamiento de las sucursales para darlo en contratos privados, pero no lo lograron por las pugnas intestinas en Palacio, y el cruce de acusaciones y sospechas sobre quién estaba haciendo negocio con todo esto.
Uno de los desafíos estructurales de las nuevas “sucursales” tiene que ver con el core bancario. El que están usando es el de Bansefi, que sólo alcanza para 3 millones de clientes. Y la idea del Banco del Bienestar es llegar a casi 40 millones. Les queda chico el sistema. Del core se iba a encargar la oficina gubernamental de tecnologías de la información, Infotec. Pero Infotec… ¡quebró! (muy 4T). Estuvo a cargo de Emiliano “El Bicho” Calderón, coordinador de estrategia digital del gobierno, de la mano de Gabriel García, el alicaído encargado de los programas sociales, el que no pudo conseguir los terrenos gratis, el que quiso entregar el contrato del equipamiento de las sucursales a sus empresarios amigos (Del Valle, Cabal…), el que buscó que los trabajadores de los bancos fueran “servidores de la nación” y chavos del programa Jóvenes Construyendo el Futuro.
Mis fuentes me revelan que cuando el SAT interviene el quebrado Infotec, García se lleva a los directivos (bajo investigación de la ASF) a trabajar a la Secretaría del Bienestar, donde seguía teniendo poder e influencia. Desde esa dependencia, sus operadores podían mantener el control de los nada confiables padrones de beneficiarios de los programas sociales (como explicamos hace unos días en estas Historias de Reportero). Pero luego García fue despedido de Palacio Nacional y regresado al Senado, y ahora se dice que sus operadores quieren aterrizar en Financiera Rural y el INEA.
Hay muchos millones en esto. Dinero de todos los mexicanos, manejado con una insultante discrecionalidad. El Banco del Bienestar con sus miles de relucientes sucursales sigue siendo una de esas quimeras que sólo existen en la imaginación de presidente.