Las travesuras de Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre.

Balderouge

Ex feminista radical.

Simone de Beauvoir, la madre del feminismo contemporáneo, ha sido evaluada en un plano intelectual por su revolucionario escrito El segundo de Sexo, de 1949. Lo cierto es que en su momento el texto no fue tan bien recibido como lo es a día de hoy, pero eso es paralelo al tema a tratar ahora. Ciertamente Simone de Beauvoir fue un pensadora iconoclasta, sin embargo, en sus andanzas con su amante Jean-Paul Sartre, cometieron ciertos actos que son desde cuestionables hasta inescrupulosos. Para esta revisión nos enfocaremos en una testigo que tuvo el –dudoso- privilegio de interactuar con ambos pensadores, su alumna: Bianca Bienenfeld.

Antes de sus momentos más luminosos, Sartre y Beauvoir se habían conocido, en 1929, en la École Normale Supérieure, y aunque resulte extraño, considerando que ambos eran firmemente comunistas, en verdad eran apolíticos a inicios de la década de los 30’s; para ambos la prioridad era formar las bases de una carrera profesional, y paralelamente dedicar tiempo a seducir a impresionables mujeres jóvenes. Lo cierto es que, a pesar de que Beauvoir tenía una pareja en ese entonces (René Maheu), ella se enamoró de Sartre tras la impresionante presentación física del mismo. Sartre tenía una fealdad agresiva que podía ser carismática, según Beauvoir: Sartre era divertido, inteligente, agradable, ambicioso, generoso, le gustaba beber y hablar toda la noche (justo como a ella); otra facultad que compartían es que les importaba muy poco sus higiene personal, ambos solían desprender aromas corporales bastante intensos de sus ropas (decían que les confería una estela intelectual pero, para las personas normales, simplemente apestaban).

El romance entre Sartre y Beauvoir tenía una dinámica muy peculiar, ellos no se suscribían al amor romántico que es tan común en el conocimiento occidental, pero tampoco al amor libre descrito por Aleksandra Kollontai y por el que militan las feministas, sino más bien lo llamaban “amor esencial”: Sartre propuso un “pacto”, ellos tendrían una relación de amantes pero podrían tener amoríos con terceros, no obstante, era requerido que se contasen la verdad cuando estos amoríos ocurriesen (a pesar de que una parte de la popularidad de Beauvoir se debía a que abiertamente rechazaba el matrimonio, Jean-Paul Sartre se refería a su relación con Simone como un matrimonio morganático).

Aquí es cuando entran en juego las mujeres jóvenes como Bienenfeld: Simone tenía un empleo como profesora de filosofía en un liceo para adolescentes en París. En el mismo, Simone habría conocido a Bianca Bienenfeld, así como a otras como Olga Kosakiewicz.

Nos centraremos en Bienenfeld debido a que ella en su mayoría de edad explicó abiertamente sus experiencias con los filósofos en el libro: Un amorío desgraciado

Hay muchas explicaciones que hacer respecto a este libro, empezando por el hecho de que Bianca lo publicó después de la muerte de Sartre y Beauvoir, pero será aclarado eventualmente.

Lo primero que atrajo a Beauvoir de Bienenfeld fue que era una alumna privilegiada –según Simone-. Ambas desarrollaron una relación sentimental muy cercana, que eventualmente florecería como una relación sexual. Lo que ocurrió después fue que Beauvoir envió a Bianca con Sartre para incluirla en su dinámica del amor esencial. Simone había enviado a Bienenfeld con Sartre para que la desvirgara (el día anterior al hecho, Sartre había desvirgado a otra muchacha también enviada por Simone). En el libro, el episodio con Sartre es el más explícito: Bianca narró cómo se enfrentó a Sartre, este comenzó una lectura sobre anatomía y comenzó a desvestirse, luego solicitó que Bianca hiciera lo mismo, así que ella se ocultó tras una cortina, con un gran rubor en sus mejillas, mientras se desnudaba. Finalmente, el coito se realizó.

Al contrario de lo esperable, Bianca acabó enamorada de Sartre y de Beauvoir. Su relación era incluso más confusa ya que los filósofos ejercían una labor de mentores/padres subrogados, además de amantes, para Bianca (esta práctica también fue realizada con la ya mencionada Olga, quien. por cierto, fue dejada de lado por los filósofos cuando comenzó a lastimarse a sí misma, debido a las experiencias con Beauvoir y Sartre. Para cualquier persona, era una muchacha traumatizada, para Simone y Jean-Paul, no era más que un juguete roto).

Bienenfeld, en su libro, se acusa a si misma de ser una pobre estúpida en su ingenuidad. Ella confiaba en que sería capaz de sostener una relación igualitaria y tripartita con los filósofos, y aquí es donde debemos detenernos para explicar el porqué de la existencia de este libro.

Tras la muerte de Beauvoir, fueron publicadas las cartas privadas que ella mantenía con Sartre. En algunas de las mismas se hacía referencia a Bianca (en las autobiografías ya existen referencias a la joven, sin embargo, se usó el alias de Louise Védrine). Lo cierto es que Bienenfeld, desde 1945, había adquirido el hábito de reunirse mensualmente con Simone –esto se repetiría hasta el día de su muerte-, no obstante, ella confiesa haberse sentido traicionada una vez que pudo leer las cartas privadas entre los filósofos existencialistas.

Para 1940, Bianca, confiando en su amorío tripartito, se enfrentó a grandes problemas: Sartre y Beauvoir la abandonaron; puede suponerse que ambos tuvieron que tomar medidas debido a la pronta llegada de los alemanes a Francia a causa de la segunda guerra mundial, pero lo cierto es que el romance había acabado para Bianca. Sartre le escribió una devastadora carta de despedida y las medidas de Beauvoir, por su parte, si bien fueron un poco más delicadas, lo cierto es que no pueden ser alabadas por tener más tacto con la joven. Esto decían las cartas de Beauvoir a Sartre sobre Bianca:

“No puedes concebir cuán aburrida estoy con las efusiones de afecto por parte de Bienenfeld”

Para la fecha, los nazis ya en Francia, comenzaron a enviar prisioneros a campos de concentración, esto causó mayores problemas para Bianca dado que era de familia judía. Su abuelo y su tía habían sido deportados a Auschwitz; aun así, Beauvoir escribió esto para Sartre:

“Ella está profesando calamidad como una Cassandra (¿Qué hay de nuevo?) Y dudando entre el campo de concentración y el suicidio, con una preferencia por el suicidio”

Hay que tener en cuenta que Bienenfeld tuvo acceso a estas notas después de más de 50 años, lo que la motivó a escribir su libro fue la furia y la tristeza de la traición por parte de aquellos a quienes “amaba”; literalmente había descubierto que a Beauvoir le importaba bastante poco si ella moría. La misma Bianca afirma haberse sentido despreciada “como una babosa aplastada” tras encontrar estas cartas.

¿Qué ocurrió? Lo cierto es que esta historia tiene un desenlace bastante desagradable para una óptica feminista, pues Bianca y su familia fueron salvados por un “héroe”: Bernard Lamblin, un alumno de Sartre que, durante la guerra, se dedicaría a procurar que Bianca y su familia no fuesen exterminados. Eventualmente, Bernard y Bianca se enamorarían y se casarían, tomando Bianca el apellido de Bernard para convertirse en Bianca Lamblin (además de tener 2 hijas).

Para aquellas personas que lean el libro (o en defecto, sus reseñas o extractos) se toparan con cierta desilusión; el texto aporta información importante sobre el trato entre los protagonistas de esta historia. No obstante, todo está empapado por la ira de Bianca, quien afirma que apenas pudo liberarse de “la maldición de Beauvoir” una vez que ésta estaba muerta (incluso afirma que sus traumas afectaron negativamente a su matrimonio con Bernard). El libro no está bien escrito, Bianca dedica mucho tiempo a demostrarnos cuanto desprecia a Simone y a Jean-Paul antes que a narrar su trágica aventura (el libro concluye con Bianca afirmando que Beauvoir y Sartre únicamente le causaron desgracias).

Esto no se acaba aquí para Simone y Sartre; mientras que Bianca intentaba sobrevivir a la Francia tomada por los alemanes (usando una identidad falsa), los filósofos tuvieron que readaptarse al nuevo orden de Hitler.

La segunda guerra mundial fue una época complicada para Francia; los intelectuales y celebridades en su mayoría intentaban formar resistencia, si es que no se auto-exiliaban del país: Albert Camus fue de los pocos que puso su vida en riesgo para combatir contra la invasión alemana mediante escritos disidentes clandestinos, mientras otros talentos, como Gabrielle Chanel, se habían autoexiliado a Suiza. Y ¿qué hacían los amantes esencialistas? Adaptarse. Lo cierto es que se dice que ellos formaron parte de la resistencia contra el orden alemán, pero eso es técnicamente mentira. Ambos participaron en tan sólo una junta de comité de la resistencia, al mismo tiempo que Sartre había escrito artículos disidentes en un diario clandestino llamado “¡Combate!”. En el libro Una peligrosa liaison, se nos explica una versión diferente de los hechos.

El libro actúa como una doble-biografía, lo que en verdad pasó fue que los artículos clandestinos de Sartre fueron escritos en realidad por Beauvoir, quien había consentido Jean-Paul se llevase el crédito por los mismos. N obstante, aun considerando eso, la labor de estos personajes fue más adaptativa que de resistencia. En Francia se especulaba con que la ocupación alemana durase 20 años y luego se fueran; su objetivo era acomodarse al nuevo orden de Hitler hasta que fuese necesario. Esto fue lo que llevo a Simone a trabajar como colaboradora en la llamada Radio Vichy, en la que se vio en la lamentable posición de promover propaganda nazi (Simone había perdido su trabajo como profesora en 1943, por comportamientos conducentes a la corrupción de un menor: había vuelto a seducir a una de sus alumnas).

Acabada la guerra, Simone aprovechó el clima como una oportunidad para promover su libro “El segundo sexo”, mientras que se volvía políticamente activa. Lo cierto es que se puede acusar a Beauvoir y Sartre por su tardanza al condenar las acciones post-guerra de Stalin: Guiados por los rusos, habían caído en una trampa puesta por ellos mismos. En fin, protagonistas de su era pero curiosamente ingenuos, el amigo mutuo, Albert Camus, dedicó fuertes críticas a Sartre por la visión cíclica que tenía de la materialización del marxismo en las revoluciones en Rusia. Sartre respondió: “Debemos juzgar al comunismo por sus intenciones y no por sus acciones”. El filósofo nunca pudo convencer a Camus de su postura, mucho menos frente a los millones de muertos en los gulag (su apreciación fue, de hecho, considerada como grotesca).

Eventualmente se desilusionaron con el panorama en la URSS. Podría argumentarse que esto causaría el cambio de parecer de Simone respecto a la revolución femenina. En El segundo sexo, afirma que la revolución feminista ocurrirá tras la revolución del proletariado; no obstante, luego sostendría que ambas debían ocurrir simultáneamente.

El segundo sexo es un texto muy importante; aun teniendo en cuenta su antigüedad, puede aportar alguna recompensa a quienes lo lean. Puede alentar a alguna futura feminista, o inspirar a una nueva disidente a desarrollar más críticas al feminismo de primera línea. No obstante, el saber las maniobras seductoras de Beauvoir, hacen que el libro tenga un sabor diferente: En el capítulo La mujer independiente, todo parece inundado por chasquidos de lengua, cejas alzadas e incluso quizás dolores de estómago (especialmente considerando que el capítulo busca explicar que es lo que emancipa a la mujer). Bianca Bienenfeld acusa a Beauvoir -en su libro- de la bajeza de ser la “fiel proxeneta personal de Sartre”.

¿Recuerdan que Simone enviaba a sus alumnas para que Sartre las desvirgara? Pues todo resulta aún más extraño cuando la propia Simone declaraba lo siguiente en su libro:

“No es raro que la primera experiencia de la joven sea una verdadera violación y que el hombre se muestre odiosamente brutal (…). En cualquier caso, hasta con el hombre más deferente y cortés, la primera penetración siempre es una violación”

El segundo sexo, página 492

Otro personaje importante a mencionar es la hija adoptiva de Simone de Beauvoir: Sylvie Le Bon de Beauvoir. A decir verdad, probablemente Beauvoir nunca tuvo interés en mantener una relación filial con Sylvie, sino más bien estaba interesada en que esta se volviese su ejecutora literaria. En el libro de Carole Seymour-Jones nos topamos con la llamativa declaración de Sylvie de que Simone nunca había tenido un aborto, contradiciendo su firma en el manifiesto de las 343 (en la misma, muchas intelectuales afirmaban haber abortado).

En la actualidad, el personaje de Sylvie sigue siendo bastante enigmático: fue adoptada por Beauvoir a los 16 años y, según cuenta, su relación con Simone fue carnal (que no sexual) aunque –según reportan- ella responde de manera muy distante a las memorias de su madre adoptiva. Sartre y Beauvoir tampoco estaban en su mejor momento cuando ambos formaron parte del conjunto de intelectuales que firmaron a favor de la infame “ley del pudor”, de 1977 en Francia, donde se despenalizaría la pedofilia (además de abogar por la liberación de 3 individuos que habían abusado sexualmente de niños y niñas entre 11 y 14 años). En concreto, Simone, ya había tenido un encuentro con este concepto en 1959, cuando publicó su ensayo titulado “Brigitte Bardot y el síndrome de Lolita”, donde expresa su fascinación con la figura infantil de la actriz.

La petición que debía legalizar la pedofilia proclamaría lo siguiente:

“Tanto tiempo en prisión para investigar un simple asunto de “vicio”, en el que los niños no han sido víctimas de ningún tipo de violencia, sino que, por el contrario, han testificado ante los magistrados que dieron su consentimiento, aunque la ley actual les niegue el derecho a consentir; tanto tiempo en prisión es algo que consideremos escandaloso de por sí. Hoy, el riesgo de ser condenado largas penas de prisión por haber tenido relaciones sexuales con menores, tanto niños como niñas, o por haber fomentado y fotografiado sus juegos sexuales. Creemos que existe una incongruencia entre la designación de “delito”, que sirve para legitimar semejante severidad, y los hechos en sí; y otra todavía mayor entre la ley anticuada y la realidad del día a día de una sociedad que tiende a conocer la sexualidad de los niños y adolescentes […]”

Para los académicos, Sylvie es meramente un artilugio de derechos de autor. Al ser la hija adoptiva de Simone, ella es quién administra sus escritos; sin embargo, las académicas de los estudios de la mujer dieron la usaron una vez que esta presentó el diario personal de Simone de Beauvoir, proveniente de su era universitaria: Esto es importante debido a que muchos sospechaban que los escritos de Simone eran ideas robadas (o por lo menos, inspiradas) por las ideas de Jean-Paul Sartre.

El diario en cuestión, demuestra que las ideas de la filósofa ya comenzaban a fermentar, incluso antes de que se conociesen, aunque las sospechas no acabaron ahí. En el año 1975, la autora de El varón domado, Esther Vilar, en un debate con la activista feminista Alice Schwarzer, dijo lo siguiente sobre la obra de Beauvoir:

“¡Ah! Beauvoir lo único que hizo fue copiar, ella es una de las más grandes falsificadoras que ha existido […] Para su libro, cogió ideas de libros de hombres y firmó con un nombre femenino, eso no es nada original”

Esther Vilar, 1975

Si bien las acciones de Simone pueden citarse para cuestionar a su persona (aunque no sus escritos), resulta interesante como el patrón de lo que comúnmente se entiende como mala conducta sexual, es repetido en otras pensadoras feministas:
•Germaine Greer, autora del libro La hembra eunuco –así como se narra en su autobiografía- habría abusado sexualmente de hombres desconocidos, (según las entrevistas de Michele Elliot, Greer excusa esta conducta al decir de que si los hombres adquieren una erecciones, entonces tienen responsabilidad en sus actos) además de militar por la apreciación erótica de la infantil figura de los niños varones en su libro El niño hermoso.

•Jane Gallop, profesora universitaria de estudios de la mujer, y escritora de El falo y sus temporalidades, fue acusada de acosar sexualmente a sus alumnas graduadas, a finales de los 90’s. La defensa de la misma se basó en el uso de la teoría feminista, y sobre como su acciones no podían ser consideradas un abuso debido a que ella carecía del privilegio masculino para legitimar su actos.

•Y la más reciente: Avital Ronell, profesora de literatura comparativa y teoría feminista, que fue acusada, en el año 2018, de acosar sexualmente a un alumno varón, a lo cual, muchos académicos acudieron en defensa de la profesora (donde destacan: Judith Butler) basándose en los múltiples logros académicos de la misma.

Esto no significa que las pensadoras feministas sean proclives a la mala conducta, o bien, que la mala conducta sexual implique una completa devaluación de sus aportaciones intelectuales; sin embargo, vale la pena cuestionarse la consistencia teórica y práctica de las ideólogas en su individualidad y formular críticas en base a estas inconsistencias (por ejemplo: Si Beauvoir declaraba que toda primera penetración de la mujer era inminentemente una violación, ¿qué hacía enviando a sus alumnas a ser desvirgadas por Jean-Paul Sartre?).

Dentro de las historias que pueden ser contadas por Simone de Beauvoir y su fiel amante Jean-Paul Sartre, resulta curioso encontrar que su trata a las personas que buscaban liberar –las mujeres- no fue el más ejemplar dentro de los criterios más bajos.

Finalmente, Carole Seymour-Jones concluyó en la doble-biografía que, si bien Beauvoir pasó toda su vida intentando romper los moldes sociales impuestos en el cuerpo de las mujeres, nunca fue capaz de escapar de los designios de una mujer enamorada.

@Balderouge

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