Una mirada feminista en la población LGTBIQ

No podemos tolerar discursos de odio. Más allá de la fe o las creencias de les individuos, no podemos mezclarlo con el odio hacia lo distinto, lo diferente, hacia lo que la misma heteronorma nos impone. No podemos seguir aguantando que nos maten, que nos violen, que nos hostiguen, nos persigan por ser quienes somos, por no ser lo “normal”.

Por Franchesca Noa Carrasco.

Llevamos años luchando, gritando; durante años también nos hicieron callar. Que debíamos ocultarnos, que debíamos mantener nuestro amor, nuestra expresión de género o identidad en privado. Desde la primera marcha LGTBIQ en la Plaza de Armas, en Santiago, hasta la crisis de Sida, VIH e ITS (infecciones de transmisión sexual) que se desataron en los noventa y perduran hasta hoy.

No podemos tolerar discursos de odio. Más allá de la fe o las creencias de les individuos, no podemos mezclarlo con el odio hacia lo distinto, lo diferente, hacia lo que la misma heteronorma nos impone. No podemos seguir aguantando que nos maten, que nos violen, que nos hostiguen, nos persigan por ser quienes somos, por no ser lo “normal”.

Hombre o mujer te dijeron que eras: que te tienes que vestir de tal o cual forma, que tienes que amar a quien te impongan, que tienes que estar con quien la sociedad te diga.

¡No y no!

Así lo han dicho activistas históricas, históricos, que han dejado de verdad los pies en la calle, como Víctor Hugo Robles, Katy Fontaine, Daniela Araño, Pedro Lemebel, Erika Montecinos, Franco Fuica, Miranda Aplazar, Shane Cienfuegos, solo por nombrar algunes.

Es innegable la lucha histórica de algunas organizaciones o movimientos de la población LGTBIQ, pero no podemos quedarnos solo en el matrimonio igualitario, derechos filiativos o derechos neoliberales. Tenemos que ser más consecuentes, más políticos, acercarnos a las bases, a la gente al pueblo. Visibilizar lo que somos: lesbianas, trans, marikas, no binaries. Nadie puede pasar a llevar tus libertades individuales. No por tener mi libre expresión pasarás a llevar la expresión u opinión del otro.

El patriarcado nos oprime, nos abusa, nos precariza, nos mata lentamente, tal como le pasó a Daniel Zamudio, Nicole Saavedra, Paloma Paredes, Brenda Plaza, Matías Guevara y a tantos y tantas que aún siguen invisibilizados en esta sociedad individualista, neoliberal, machista, patriarcal, adultocentrista. ¿Dónde quedan les demás?

Si soy feminista lesbiana no puedo invalidar a mi compañera que es una mujer trans. Tenemos que darnos cuenta de lo que estamos viviendo: la misma opresión interseccional. Tenemos que ser conscientes de lo que nos está pasando. No podemos seguir pensado que un hombre blanco gay heteronormado se apropie de banderas que no les corresponden. Eso despolitiza los espacios, los hegemoniza. No pueden apropiarse de algo que no han vivido, algo a lo que no han tenido ni un acercamiento. No podemos seguir vendiendo nuestros derechos, nuestras banderas. No puede ser que nos sigan matando.

No más.

Tenemos que seguir batallando, siendo feminista, cisgenero, trans o no binarie. Esta lucha es con respeto, unidad, responsabilidad política; exige accionar en los territorios, con los movimientos sociales.

Desde que nos despertamos, debemos estar convencidos de que no nos parará nadie.

Si en el año pasado y este estamos en la cuarta ola feminista, ahora será una quinta ola feminista disidente. Seguiremos luchando por una educación no sexista, feminista y disidente. Desde las aulas hasta la calle seguiremos luchando por los que no están, por la infancia LGTBIQ, los jóvenes, los adultos mayores disidentes. Y lo haremos luchando, ampliando, convocando. No podemos quedarnos de brazos cruzados. No podemos seguir hablando de una educación sexual que solo habla de ITS y centrada en la reproducción hetenormativa.

¡La revolución será feminista disidente o no será!

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