Línea 12 del Metro: un proyecto de despojo y violencias contra mujeres originarias .

*Escrito por Diana Hernández Gómez

11.01.2023. / Cimac Noticias/ Ciudad de México.- En noviembre de 2008, las autoridades de la Ciudad de México (CDMX) comenzaron a desalojar a varias familias para dar inicio a la construcción de la Línea 12 del Metro. A poco más de 14 años, dicha línea está en remodelación por un accidente que le arrebató la vida a cerca de 25 personas; por su parte, las familias desalojadas y los pueblos originarios aledaños a la obra siguen pagando las consecuencias de este proyecto.

Los pueblos originarios de la CDMX han sido invisibilizados históricamente, y, dentro de ellos, las mujeres son especialmente desplazadas. Así opina Katia Leyte Chávez, mujer originaria de San Francisco Tlaltenco y fundadora de la cooperativa Iztapapálotl. Precisamente, Tlaltenco es uno de los pueblos cercanos a las estaciones de la Línea 12.

Katia aún recuerda imágenes del terreno fangoso sobre el que montaron las vías elevadas del metro. También,  cómo fue que policías capitalinos desalojaron a varios ejidatarios de estos, sus territorios. De acuerdo con La Jornada, en uno de los operativos realizado en abril del 2009 hubo cerca de 500 granaderos y miembros de la policía montada para desalojar 126 parcelas de terreno ejidal de Tlaltenco. Además, 19 personas resultaron detenidas por obstrucción de obras públicas.

Construcción del tramo elevado de la Línea 12 del Metro entre Periférico y San Lorenzo Tezonco. Fotografía: Wikimedia Commons

Para 2010 ya había tres amparos autorizados a los ejidatarios dueños de las tierras; de acuerdo con dichos amparos, la venta de los terrenos estuvo plagada de irregularidades. A pesar de esto, las obras continuaron. Obras que, por otro lado, han estado envueltas en señalamientos de corrupción por parte de las autoridades encargadas de su supervisión y construcción.

A pesar del paso de los años, las consecuencias no han dejado de ser palpables para las y los habitantes de San Francisco Tlaltenco. Pero estos impactos no se viven de la misma forma para todos: tal como explicó Katia Leyte a Cimacnoticias, las mujeres experimentan de manera diferenciada la escasez de recursos y la urbanización de la zona a raíz de la llamada “línea dorada”.

La línea 12 fue “la punta de lanza” para urbanizar Tláhuac

De acuerdo con Katia, en muchos de los terrenos ejidales sobre los que ahora se levantan las vías del metro antes había siembras de maíz, frijol, calabaza, chile y tomate, entre otras cosas. Además de ser alimentos para las y los dueños, estos productos también eran vendidos por campesinas.

Gracias al proceso de urbanización, estas mujeres han tenido que malbaratar sus productos o han perdido por completo sus fuentes de ingreso, lo que les resta autonomía económica y las ata a una dependencia de la que suelen desprenderse diversos tipos de violencia en el seno familiar.

Por otra parte, Leyte Chávez cuenta que llegada de la Línea 12 dio inicio a un montón de construcciones que aún continúan: condominios, departamentos y tiendas de autoservicio (muchas de ellas promovidas por la exdelegada Angelina Méndez Álvarez) comenzaron a suplantar los campos y a incentivar a más personas a mudarse a la zona oriente de la CDMX.

Los volcanes Tecuauhtzin (izq.) y Guadalupe (derecha) de la sierra de Santa Catarina, vistos desde la colonia Selene San Francisco Tlaltenco. Este pueblo forma parte de dicha sierra, pero la urbanización está agotando los recursos naturales de la zona, afectando así a pobladores pero también a la flora y la fauna de la región. Fotografía: Wikimedia Commons.

En el centro de San Francisco Tlatlenco se han construido grandes edificios que provocaron un aumento en el costo del predial. Con ello, el costo de vida para las y los habitantes originarios también se ha elevado. Y, con limitaciones en sus ingresos, se enfrentan al riesgo latente de los desplazamientos.

Tal como ha advertido la concejala del Concejo Indígena de Gobierno Wilma Esquivel Pat, este tipo de procesos suelen desencadenar un alza de diferentes violencias contra las mujeres, tales como la violencia sexual e -incluso- el feminicidio.

Estos dos problemas son cada vez más frecuentes en Tlaltenco según la fundadora de la Cooperativa Iztapapálotl; de hecho, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Tláhuac forma parte de los 100 municipios con más feminicidios en toda la República Mexicana.

Pero el proceso de urbanización aún no ha terminado. Precisamente en Tlaltenco, la Inmobiliaria y Constructora Patlai está terminado los cimientos del Paseo Tláhuac, un centro comercial con tiendas de ropa, autoservicio, bancos y salas de cine. Este tipo de obras ha requerido la extracción de agua, lo cual está provocando escasez entre la población originaria del territorio.

Nuevamente, las afectaciones para las mujeres se presentan de manera diferenciada. Y es que las labores de cuidado del hogar están recargadas mayoritariamente sobre ellas, pero al no tener recursos para cumplir con dichas tareas, la carga de trabajo puede aumentar y también puede aparecer la violencia familiar.

Resistir y proponer nuevos modos de vida

Aún con esta avalancha de problemáticas, las mujeres del oriente han tomado la decisión de no ceder sus territorios ni sus modos de vida ante una ciudad que no deja de crecer. La Cooperativa Iztapapálotl se ha unido con colectivas y organizaciones como Xochimilcas Disidentes y la Coordinación de Pueblos y Barrios Originarios de Xochimilco para resistir y proponer otros modos de vida frente a la mancha urbana.

«Parece que no es importante esta lucha por la ecología y la cultura, pero pues de ahí dependemos mucha gente. No pensar en el futuro de esta gente por pensar que la urbanidad es la única opción es un etnocidio en nuestros ojos.»

Katia Leyte Chávez

Katia se ha unido con otras mujeres y, juntas, han sembrado varios alimentos en una parcela cercana a la Línea 12 del Metro. También han participado en diversas movilizaciones contra la “línea dorada” y los proyectos de megaconstrucciones en sus pueblos. Sin embargo, estando en pueblos históricamente invisibilizados, la lucha no siempre es sencilla. Aun así, no ceden en sus esfuerzos por visibilizar el feminismo indígena y el carácter emancipador de las mujeres de Anáhuac.

«Es importante reconocer que también nosotras estamos generando pensamiento y propuestas de vida. No solamente estamos resistiendo sino que estamos proponiendo. Vamos más allá de la posición de víctimas a ser actoras», afirma Leyte Chávez.

Sus propuestas buscan trascender y quitar espacio a una urbanidad sofocante. Tan sofocante como los proyectos de un gobierno al que no le interesa preservar sus ganancias a costa de la vida naciente del territorio.

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