El mercado apunta a primeros lectores que creerán en la igualdad de género con libros que empoderan.
Por: Óscar Bermeo Ocaña
Se puso frente al volante por necesidad. Para ayudar en el negocio familiar, Lella Lombardi repartía carne en la camioneta de su padre. Años más tarde, la audaz italiana de los setenta se convertiría en la única mujer piloto que logró puntuar en una carrera de la competitiva Fórmula 1.
También es el primer nombre que citan sus compatriotas Elena Favilli y Francesca Cavallo cuando les preguntan sobre su libro ‘Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes’ (2016), en el que reunieron las historias de cien mujeres que, como Lombardi, cuestionaron los roles de la sociedad patriarcal de su tiempo. En los primeros seis meses desde su lanzamiento vendieron más de medio millón de copias, y ya se ha traducido a más de 30 idiomas.
“El criterio principal era incluir mujeres del pasado y del presente de todas las geografías. No queríamos que fuera una enciclopedia sobre mujeres famosas”, cuenta Favilli. Figuras universales, como Frida Kahlo y la reina Cleopatra; mediáticas, como la tenista Serena Williams, o menos difundidas, como la pirata Jacquotte Delahaye, encontraron un espacio en el proyecto.
Lo que surgió con una tímida campaña de ‘crowdfunding’ (financiamiento colectivo) en internet derivó en un fenómeno inusual. Empezaron a trabajar juntas cuatro años antes, enviando un boletín virtual a algunos suscriptores que apreciaban sus formas de contar historias de mujeres invisibilizadas por la historia, y lanzaron una campaña buscando los fondos que les permitieran llevar sus cuentos a un formato impreso.
Los 40 mil dólares necesarios para editar la publicación fueron ampliamente superados por el millón de dólares que aportaron personas de 75 países. Así, desde su nacimiento, la publicación adquirió un matiz global (convocaron a 60 ilustradoras de diversas partes del mundo). En tiempos de eclosión feminista, la aparición del libro se insertó en un contexto de cambios y luchas de género.
“Ya está la idea de hacer visible la presencia de la mujer. Hoy estamos en una época donde hay libertad para intervenir los relatos oficiales”, explica Carla Sagástegui, doctora en Literatura.
En el siglo XIX, muchos de los mejores libros tenían como protagonistas mujeres ‘fuertes’. Madame Bovary, de Flaubert, y Anna Karenina, de Tolstói, son claros ejemplos. También lo son las veladas literarias organizadas en Perú en el siglo XIX por Manuela Gorriti y Clorinda Matto de Turner, cuando las mujeres se agrupaban con la necesidad de crear una intelectualidad femenina.
El criterio principal era incluir mujeres del pasado y del presente de todas las geografías. No queríamos que fuera una enciclopedia sobre mujeres famosas
Mujeres deportistas, políticas, músicas, científicas, académicas o pintoras son las protagonistas de las historias de Favilli y Cavallo (radicadas en Silicon Valley, California) que nada tienen que ver con castillos ni príncipes. No son personajes pasivos que esperan el rescate del ser amado, de gestos delicados o que visten pulcros vestidos. Son mujeres vigorosas cuyas vidas fueron (son) verdaderas montañas rusas. En las vivencias de cada una se leen distintas formas de ser rebelde.
“El gran reto está en cómo representar la diversidad de roles femeninos, roles de género. No caer en que el modelo es uno solo”, apunta Sagástegui. Para la especialista, lo delicado y lo maternal asoman como dos grandes polos del estereotipo femenino actual.
En los últimos años, no son pocos los proyectos editoriales que han tomado esta dirección. Por citar algunos: ‘Espejito, espejito, ¿quién es la más rebelde?’, de Linda Rodríguez, es un recuento de historias principescas con mujeres que no tienen finales felices; la colección ‘Mujeres chilenas’, que muestra el aporte femenino en la historia del país vecino; ‘Las chicas son guerreras. 26 rebeldes que cambiaron el mundo’ y ‘Las chicas son de ciencias. 25 científicas que cambiaron el mundo’, los proyectos de Irene Cívico y Sergio Parra en los que se abordan dos espacios altamente masculinizados; la colección argentina Antiprincesas, que expone el arrojo de las latinoamericanas Juana Azurduy, Alfonsina Storni o Violeta Parra.
A ellos se les suma el reciente lanzamiento de ‘Había una vez una peruana’, proyecto de la editorial Xilófono. “Pensamos en ese lector joven, que siente orgullo de la tradición de mujeres que construyeron el Perú, algunas visibles y otras silenciadas por la historia”, indica Álvaro Lasso, director editorial del trabajo.
Lasso destaca que la construcción de la lista fue colectiva. Las 17 escritoras y 22 ilustradoras que se involucraron en la creación contribuyeron a pulir el proyecto final. “Es la primera vez que se materializa una voz colectiva de peruanas hablando de peruanas”, anota Lasso.
Personajes disímiles como Flora Tristán, Blanca Varela, Sofía Mulanovich, la artista visual Teresa Burga o el relato en primera persona de una rabona (mujeres que se encargaban de la logística en las campañas militares del siglo XIX) dan cuerpo a una obra plural que revisa y corrige la historia del país latinoamericano.
Los puntos que acercan la obra a las propuestas editoriales foráneas son notorios. “Este fenómeno, libros de literatura infantil con tono feminista, pertenece a una corriente mundial. Es importante destacar las propuestas que celebran la lucha de las mujeres”, asegura el editor. Sin embargo, los detractores del libro consideran que se trata de un calco del proyecto italiano, lo que podría tener consecuencias legales.
Pero, más allá de los debates sobre propiedad intelectual, ¿se puede hablar de un ‘boom’ editorial feminista en la literatura infantil a nivel mundial? Para Jéssica Rodríguez, autora y editora de libros, “lo que ha cambiado es el enfoque. Ya no se trata solo de mostrarlas más fuertes, inteligentes o creativas, como en una primera etapa. Ahora hay una mirada más integral, con perspectivas múltiples. Mostrar a las mujeres con sus luces y sombras”, dice.
Una cuestión de género
¿Y cómo abordan los menores de edad esta expresión social del empoderamiento femenino? Para Sagástegui, en las nuevas promociones ya se pueden evidenciar maneras distintas de percibir el género, y la industria cultural ha contribuido de diversas formas a ese paulatino cambio de paradigmas en los más jóvenes. Sin embargo, apunta la doctora en Literatura, “estos textos de mirada feminista son publicaciones consumidas mayoritariamente por la clase media, aún no son libros populares”.
La revisión del rol de los varones en este proceso de lucha feminista llevó a Nadia Fink, autora de la colección ‘Antiprincesas’, a proponer que los estereotipos de la infancia no son solo cuestión de las niñas. Fue así que nació la contraparte de la trama: los antihéroes. “Los niños cuentan con un estereotipo muy fuerte: el de los superhéroes, que son solitarios, valientes. Se va gestando la idea de que todo lo pueden y que deben ser los sostenes al precio que sea”, asegura.
En esta colección aparecen personajes como Julio Cortázar o Eduardo Galeano con ‘superpoderes’ más reales y cercanos. La propuesta también explora un poco más allá del binarismo (lo heteropatriarcal) y apuesta por una infancia libre y diversa. La historia de Susy Shock, artista y activista argentina, fue la elegida para presentar el capítulo de la primera antiprincesa trans. El sugerente título interpela las acartonadas maneras de entender la literatura infantil. “El tratamiento de temas en las sociedades viene retrasado respecto de la realidad: las infancias y adolescencias trans, por ejemplo, son algo que sucede todo el tiempo y desde hace años. Ya era tiempo de lanzarse”, dice Fink.
“Respecto a libros con temáticas de reivindicación femenina, los adolescentes toman una posición hasta ideológica. Ven en los personajes sus propias problemáticas. El nuevo rol de las mujeres es un tópico fuerte para ellos como las drogas, la vocación o la relación con la autoridad”, detalla Jéssica Rodríguez, quien trabaja en la promoción de la lectura en menores de edad.
Claves del éxito
Esta operación de expansión cuenta con unos actores centrales, que no son precisamente los menores de edad. “Los padres deben ser los primeros convencidos. Son ellos los que deciden que sus hijos o hijas tengan una versión alternativa, que les demuestre que pueden hacer una ruta diferente”, comenta Sagástegui.
El componente gráfico juega también un rol determinante en las decisiones de compra de los progenitores, pero también en el proceso de lectura de niños y jóvenes. Portadas de frescas tipografías y páginas coloridas con personajes caricaturizados de trazos ligeros, con un diseño que favorece la lectura no lineal; la inclusión de ‘ventanas’ para agregar datos o aclarar ideas es un aporte extraído del lenguaje multimedia. “La imagen siempre se ha considerado la herramienta principal en la literatura infantil. Está para hacer atractivo un texto”, dice la experta.
Lo que ha cambiado es el enfoque. Ya no se trata solo de mostrarlas más fuertes, inteligentes o creativas, como en una primera etapa. Ahora hay una mirada más integral, con perspectivas múltiples
Pero el tono feminista no es una experiencia exclusiva del universo editorial infantil.Existen eslabones para públicos inmediatamente mayores, como el autobiográfico ‘Mamá, quiero ser feminista’ (Carmen G. de la Cueva), con guiños marcados a la gráfica infantil; ‘Feminismo ilustrado’, de Helen Sotillo y María Murnau, o el ingenioso ‘Feministas para colorear’, de Caro Aguirre y Eliana Iñíguez.
Hoy, la lucha de las mujeres se expresa de múltiples formas en la industria cultural destinada a los jóvenes. También en formatos audiovisuales con series y películas que cada vez muestran más perfiles femeninos distintos. La mujer estereotipada pierde presencia en las nuevas páginas escritas y leídas con espíritu crítico. Ya no hay marcha atrás.
ÓSCAR BERMEO OCAÑA
EL COMERCIO (Perú) – GDA