Lo peor está por venir para López Obrador.

**Análisis Sin Fronteras.

/ Ana María Salazar/

Seguramente, siendo un experimentado político, Andrés Manuel López Obrador tendría que haber anticipado que se incrementarían dramáticamente, en la segunda parte del sexenio, los ataques en contra de él, su familia y sus más allegados. Y es que AMLO es probablemente el presidente más público, más transparente, y sobre todo el más investigado y espiado en la historia de México. Han pasado más de 20 años desde que tomó protesta como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, además de tres campañas presidenciales -eso sin contar su activismo político de los 80 y 90-. Esto significa que van casi 40 años de seguimiento y espionaje, donde aparatos de inteligencia del Estado mexicano, Procuraduría y enemigos políticos obtuvieron (seguramente de manera ilegal) detallada información sobre López Obrador y su familia.

Y todos aquellos contratos e información de los últimos 20 años que AMLO mantiene resguardados por razones de seguridad nacional, seguramente alguien tendrá copias resguardadas. Seguramente los enemigos políticos del presidente tienen grabaciones de conversaciones telefónicas y videos de actividades que él quisiera mantener en secreto por razones personales o por los potenciales costos políticos. Pero inició la segunda parte del sexenio y estos serán los años más difíciles para el presidente y nada se mantendrá secreto.

Es importante señalar que los ataques a sus proyectos no han tenido un impacto importante en su popularidad. Y los cuestionamientos por parte de la oposición dividida parecería que lo fortalecen, más que debilitarlo. De hecho, aunque el día de mañana se llegara a crear una verdadera coalición unida, dispuesta a enfrentar a los candidatos de Morena en 2024, es casi imposible que gane.

A pesar de todos los catastróficos errores y negligencia en gobernar, sigue siendo increíble que la población continúa apoyando al presidente. Esto se debe a que la oposición no ha demostrado ser una opción real. A pesar de todos los escándalos a diario de AMLO, la oposición no ha puesto sobre la mesa propuestas que pudieran robarle credibilidad al presidente.

Tener que públicamente defender a funcionarios, comentarios y posiciones del presidente incomodará a los que buscan tener un futuro político o académico después de que finalice la cuarta transformación. Cuando termine el sexenio, ¡que difícil ha de ser un funcionario de la 4T y además ser feminista, funcionario honrado, especialista, académico o demócrata! En algunos años tendrán que defender su trabajo al ser cuestionados y posiblemente investigados como han sido perseguidos exfuncionarios del PRI, PAN y del PRD.

Los perseguidores serán perseguidos en unos años. Así será la transición democrática en México en los siguientes años.

No lo han debilitado cuestionando su visión de Estado ni sus proyectos sexenales. Lo que sigue ahora es debilitarlo transparentando toda la información guardada de él, su familia y sus delfines.

Todavía está por verse qué tanto debilitan al presidente López Obrador en lo que falta de este sexenio. Pero no es claro si posibles candidatos como Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard puedan sobrevivir el golpeteo que seguramente está por iniciarse en los siguientes meses. El problema de escoger al candidato presidencial de Morena mediante encuestas es que la percepción pública se puede manipular. Y la guerra intestina entre los posibles candidatos seguramente se está fraguando en este momento y seguramente la primera granada se lanzará en el segundo semestre de este año.

Y no hay forma en que el presidente pueda detener la guerra de lodo entre los candidatos de Morena, y tal vez secretamente la promueva. Así justificaría sacar de la manga su caballo o yegua negra de último momento. La interrogante es ¿cómo asegura AMLO que su candidato o candidata gane las encuestas sin haber hecho campaña un año antes? Imponer de último una candidatura donde el delfín es una figura pública tiene un apellido conocido, o simple y llanamente los seguidores ciegamente aceptarán el dedazo del caudillo.

Ciertamente la decisión de quién será el candidato en parte se definirá por las encuestas a los afiliados de Morena, pero aún más importante será la popularidad del presidente semanas antes de las elecciones, además de la unidad del partido, qué tan amarradas (amañadas) están las campañas en los estados, a qué acuerdos se llega con los gobernadores, la violencia que se espera que promuevan el crimen organizado y la ingobernabilidad que esto genera.

Lo que no definirá quién será el siguiente presidente de México será una encuesta pedorra.