/ Por Marisol Escárcega /
Siempre hemos escuchado que lo más hermoso que le puede pasar a una mujer es convertirse en madre. Muchas están de acuerdo con ello, pero, otras no, ¿las razones? La desigualdad social y laboral.
Si una mujer se ha desarrollado profesionalmente, la maternidad podría significarle un freno en esta área, a menos de que sea su propia jefa y no requiera del permiso de alguien más para ausentarse. Si no es así, la Ley del Trabajo sólo le otorga 12 semanas de licencia por maternidad, 84 días. No más.
Y, aunque la llegada de un bebé es responsabilidad de ambos padres, la realidad es que sólo recae en la madre, pues la misma Ley del Trabajo sólo permite al varón cinco días de licencia por paternidad, ¿ven la disparidad?
No sólo el permiso para la madre es muy poco, apenas tres meses (si es que la licencia corrió a partir del nacimiento, porque si fue antes, el tiempo es menor), sino que, además, el permiso para los padres es realmente una mentada.
Por otra parte, si la recién madre tiene personas de su total confianza con quien dejar a su bebé, ya está casi del otro lado, podrá regresar a trabajar, pero ¿y si no es así?, entonces ¿tiene que renunciar a su trabajo?
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Esta situación es más frecuente de lo que parece, ya que en los trabajos no hay flexibilidad para las madres, ni en horarios ni en carga de trabajo ni en la posibilidad de ausentarse para asistir a juntas escolares, festivales o si l@s hij@s se enferman.
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Por ejemplo, ¿ustedes sabían que la ley establece que las madres tienen derecho a dos descansos de media hora durante su jornada laboral para lactar en un lugar especial que la empresa debe designar con las condiciones de higiene adecuadas que, obviamente no son los sanitarios? ¿Cuántas empresas cumplen con este mandato?
Veamos otra situación, cuando una pareja heterosexual se convierten en padres, ¿cuántos hombres alzan la mano y proponen quedarse a cuidar al bebé y que la esposa asuma los gastos económicos?, ¿cuántos buscan un trabajo más flexible para pasar más tiempo de calidad con l@s hij@s?, ¿cuántos regresan del trabajo y se ponen a lavar la ropa del bebé, a limpiar la casa, preparar la comida, etcétera o, cuántos sienten culpa por irse a trabajar mientras tienen que dejar a su bebé al cuidado de alguien más?
¿Han visto cómo las madres que trabajan son más señaladas que los padres? Hacen lo mismo, ¿no?, llevar el sustento a casa, pero al padre se le perdona que no asista a los festivales o que no haga las tareas con l@s hij@s, en cambio, a una madre no, debe estar ahí, siempre, sin importar nada, ni siquiera ella.
La realidad es que los hombres asumen que el cuidado de l@s hij@s es deber de la mujer, de ahí que veamos más compañeras que varones que renuncian a sus trabajos para cuidar a sus hij@s. ¿Es injusto? ¡Por supuesto!
Mientras los hombres seguirán creciendo profesionalmente, generando antigüedad, ahorros para el retiro, las mujeres no tendrán esas posibilidades, porque, ¿por cuánto tiempo (más allá del establecido por la ley) un empleador puede esperar a mujer que acaba de parir?
Y, seguramente habrá madres que dirán que si se organizan sí se puede lograr ambas cosas, pero, seamos honestas, ¿y si no cuentan con alguien que cuide a los hij@s o, si trabajan en la noche, madrugada, qué guardería maneja ese horario, y si el sueldo no le alcanza para pagarle a otra persona para que cuide al bebé? ¿Cuántas de las madres que trabajan se encuentran en esta situación? Y, en todo caso, ¿por qué las mujeres deben asumir totalmente el cuidado de otro ser y el del hogar?
Creo que el hecho de que una mujer se vea orillada a elegir entre maternar o seguir desarrollándose profesionalmente es un retroceso para todas. Sinceramente nos debería dar vergüenza que una mujer renuncie o le ponga pausa (¿indefinida?) a su crecimiento laboral porque las condiciones son adversas. Nos falta mucho para que haya una verdadera paridad laboral y, sobre todo, una paridad en el ejercicio de la maternidad y la paternidad.
