Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Más cerca del fanatismo religioso que del liberalismo laico que dice enarbolar, el régimen de la autoproclamada y mal llamada “cuarta transformación” ha basado su discurso, desde que estaba en la oposición, en llamados y sentencias morales para acusar a sus adversarios políticos y para hostigar a sus críticos.
Pero a pesar de su proclividad al maniqueísmo para dividir la política y a la sociedad en bandos de “buenos y malos” (en los que, por supuesto, los primeros siempre son los que lo apoyan y justifican acríticamente), el lopezobradorismo ha dado muchísimas muestras de que su “moralidad” es similar a la de los ministros religiosos violadores de menores, a quienes manipulan para hacerles creer que el ser abusados sexualmente es un designio “divino”.
No hay otra manera de explicar que el gobierno de López Obrador, por ejemplo, mantenga y defienda a un personaje como Manuel Bartlett Díaz, quien ha sido vinculado con el crimen organizado desde sus tiempos como secretario de Gobernación, mismos en los que además un agente adscrito a su dependencia perpetró el asesinato del periodista Manuel Buendía, quien estaba por hacer pública la colusión de aquella administración, la de Miguel de la Madrid, con el narcotráfico. Por no hablar de la multicitada “caída del sistema” del conteo de votos en las elecciones de 1988.
Bartlett representa lo peor del viejo régimen que, en el discurso, el morenato jura combatir pero el cual, en realidad, está restaurando a costa de la destrucción de instituciones construidas a partir del empuje de la sociedad civil. Pero sin duda, no es el único.
La polémica por la designación del beodo senador con licencia Félix Salgado Macedonio como el virtual candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero -a pesar de las denuncias por violación que pesan en su contra- dan clara muestra de la verdadera estatura moral del lopezobradorismo, incluyendo la de su propio líder, que en una de sus clásicas salidas para evadir los cuestionamientos acerca de las atrocidades que se cometen con su “bendición”, aseguró que las acusaciones contra su borrachín elegido –porque en Morena nada se hace sin su consentimiento- se deben a “la temporada electoral” y son un “asunto partidista”. Lo cual también explica su desdén hacia la violencia contra las mujeres y sus ataques a las feministas que no le compran sus excusas.
El núcleo del discurso moralizante –o más bien moralino- de la “4t” se centra en “acabar con la corrupción”, con lo cual se ofreció como una alternativa a la voracidad y descarrío del gobierno de Enrique Peña Nieto y que fue lo que finalmente los llevó al poder tras las elecciones de 2018.
Sin embargo, un análisis simple del comportamiento de la administración de López Obrador derriba de un soplido el mito del régimen impoluto: 80.3 por ciento de los contratos de obras y servicios de este gobierno han sido entregados por adjudicación directa, sin licitación ni concurso de por medio. Y ya hemos visto que algunos de los beneficiados han sido sus familiares, como la prima Felipa Obrador, o el hijo de su amigo Manuel Bartlett.
Más ominoso resulta enterarse que, en medio de una pandemia que ya le ha costado la vida –en cifras oficiales- a más de 134 mil personas en nuestro país, con el sistema público de salud al borde del colapso y mientras amenaza con desaparecer organismos autónomos como el INAI y el IFT por “caros”, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador –de acuerdo con una investigación del periodista Raúl Olmos para Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad- dispuso derrochar 89 millones de pesos para la remodelación y ampliación de un estadio de beisbol en Chiapas, en el que “coincidentemente” juegan las “Guacamayas de Palenque”, cuyo más alto directivo es Pío López Obrador.
Sí, el hermano del presidente que fue exhibido recibiendo bolsas con dinero en efectivo de parte de un oscuro ex funcionario del gobierno de Manuel Velasco Coello –hoy aliado junto con el PVEM del lopezobradorismo- precisamente en Chiapas y que a pesar de ello, sigue cobrando en el gobierno de la “4t”, mientras el “hermano incómodo” continúa “yéndose al agua” con el dinero del erario.
Esos son los “diferentes”, que por la boca tragan santos pero que a la hora de la verdad, solo cagan diablos.
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