Por AMINIE FILIPPI
En los últimos años se ha detectado que los discursos de odio contra las mujeres en internet aumentan. Con ellos, las comunidades que expresan su misoginia con amenazante ira. La fuerza del feminismo, la polarización política y las redes sociales echan leña a este fuego. ¿Cómo podemos combatir esa aversión a las mujeres que se cuela en la Red?
Cada 30 segundos se envía un tuit abusivo a una mujer, según el estudio Troll Patrol Amnistía Internacional. ¡Cada 30 segundos! Y el dato se refiere solo a una red social, pero en otros entornos digitales como webs, blogs, chats, foros, pódcasts o canales de YouTube también retumban mensajes cargados de odio por todo y por todas. El odio en internet se ceba contra lasmujeres. Sílvia Martínez, directora del máster de Social Media: Gestión y Estrategia de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), opina que «la cuestión de género se presenta como un tema sensible y objeto de ataque para el llamado discurso del odio, sobre todo porque, en el caso de Twitter, por ejemplo, ha servido como canal de reivindicación, visibilización y de iniciativas de activismo social, entre las que se encuentra el feminismo», explica.
LOS DISCURSOS DE ODIO MISÓGINOS
El discurso del odio se define como una acción comunicativa que tiene como objetivo promover y alimentar un dogma, cargado de connotaciones discriminatorias, que atenta contra la dignidad de un grupo de individuos. ¿Qué puede motivar esta práctica tan esperpéntica? La intención suele ser conseguir notoriedad, validación social, más likes, más viralización, pero también más votos, poder político y económico. Las mujeres, hemos dicho, somos un blanco habitual. No solo se critican los contenidos e imágenes que publiquemos, sino que los dardos de fuego están dirigidos, además, contra el aspecto físico; si nos detenemos en cualquier mensaje de odio contra una mujer, no falla: al menos una mención al cuerpo hay.
¿POR QUÉ EXISTE TANTO ODIO?
Los mensajes tóxicos contra las mujeres han ido aumentando como una respuesta a la amenaza que supone para algunos el feminismo, los que ven temblar la masculinidad, los que sienten miedo e inseguridad. Pero, hay más. No es solo eso. “Por un lado, la sociedad está más polarizada, más crispada, alimentada por una política más emocional y extremista”, explica la socióloga Elisa García-Mingo, profesora y doctora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), quien añade que “siempre que algo se plantea en términos dicotómicos, las personas se atreven a posicionarse más y hacer comentarios, tuits, retuits, etc.”. La experta también atribuye la explosión del odio a las redes sociales, que funcionan como un auténtico amplificador de estos mensajes. “Para las redes, el odio es ‘rentable’, por decirlo de alguna manera, en el sentido de que genera más atención, tráfico y circulación. Hay investigaciones que hablan de que las noticias con emociones muy extremas generan más presencia, o sea, la gente se queda más rato a verlas”.
SUMAR EL FACTOR ANONIMATO A LA ECUACIÓN
“Es fundamental para entender este tipo de toxicidad, bilis digital o ebilis. Amparados por el anonimato, hay personas que se agrupan para atropellar a otra persona, es decir, se juntan, sin estar realmente organizados, para acosar a una mujer a través de las redes”, afirma la experta.
El anonimato también es una carta ganadora porque “todos somos valientes detrás de una pantalla”, tal y como opina Dolors Reig, psicóloga y profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “La mayoría de cuentas de haters son falsas, no tienen un perfil real y si la cierran porque los han denunciado, abren otra con otro nombre. Además, cuando no se ve la cara, no empatizamos con el otro y es más fácil decir cualquier cosa. Por último, sienten que no es su responsabilidad”.
Detrás de un discurso de odio contra las mujeres subyace humillar, subestimar sus habilidades y opiniones, ejercer mayor violencia hacia ellas, destruir su reputación, hacerlas sentir vulnerables, castigarlas, controlarlas y, en definitiva, silenciarlas.
EL PERFIL DEL HATER QUE ODIA A LAS MUJERES
Pero, aunque parezca mentira, detrás de estas razones, de estas cuentas falsas, de haters y trolls, hay personas. ¿Qué persiguen con sus insultos? “Algunos persiguen el cambio político, como los activistas de los derechos de los hombres o las agrupaciones de hombres maltratados (sí, existen, y así se hacen llamar), que piden la derogación de la ley de violencia de género, por ejemplo, porque consideran que va contra los hombres”, responde García-Mingo. “Otros, se presentan como víctimas, maltratados, que sienten que han perdido su espacio, sus derechos, sus privilegios y su poder”.
La socióloga explica que “es difícil definir un perfil del ‘odiador’, porque es muy transversal. Hay muchos varones jóvenes, eso sí, debido a que ellos son los que más se conectan a internet y controlan mejor las redes, aunque hay de todo, con diferentes ideologías, de derechas e izquierdas, españoles y extranjeros, etc.”.
Por su parte, Reig, detecta algunas características psicológicas comunes entre estos trolls: “cualquier fenómeno de violencia hacia los demás es propio de personas inseguras, con miedos, con sentimientos de inferioridad o de quien, quizá, no le ha ido muy bien con las mujeres”. Engrosan las filas de sus seguidores, “otros con un nivel cultural bajo y que son fácilmente manipulables por aquellos que siembran estos mensajes”.
LOS QUE APLAUDEN EL DISCURSO DEL ODIO
La psicóloga también se refiere a las comunidades que fomentan y aplauden estos discursos. “Se trata de las echo chambers (cámaras de eco, un fenómeno mediático en el que los participantes amplifican y refuerzan sus creencias). En general, las personas construimos las redes de información a nuestra manera, en ellas nos sentimos cómodas porque nos rodeamos de gente afín y que piensa como nosotros. Esto está bien, pero también es peligrosísimo, porque los mensajes radicales son aupados por agrupaciones o partidos políticos extremistas. Cada vez que se critica, burla, insulta o humilla a una mujer en la red, si tiene una audiencia que los aplaude, conseguirán más notoriedad, justo lo que estaban buscando”.
MANADAS Y MACHOSFERAS
Este entorno se antoja como un nido para las manadas y los grupos donde se habla de “la presa” y de “cazar” y abundan frases del estilo de “el feminismo mata más que el machismo”, “nosotros somos las víctimas” o “las denuncias por violación son falsas”. Según un informe de la Fundación FAD de 2021, uno de cada cinco hombres entre 15 y 29 años en España considera la violencia de género una “invención ideológica”.
El discurso de odio se manifiesta en su máxima expresión en las llamadas manosferas o machosferas, términos derivados de manosphere. Para entenderala García-Mingo nos explica que “consiste en un conglomerado de espacios digitales que tiene en común la misoginia, que expresan su aversión a las mujeres a través de redes sociales, chats, foros, blogs, etc. Se conocen más las manosferas anglosajonas, aunque ya estamos viendo que se va consolidando la española, sobre todo, en los últimos cinco años”.
LAS TRIBUS DE INCELS Y OTROS GRUPOS MISÓGINOS
La feminista británica Laura Bates hace un impactante y crudo recorrido por la manosfera, infiltrándose en estas subculturas de hombres que vuelcan su odio contra la mujeres y sus “métodos de expansión, que tejen una amplia telaraña de páginas web, blogs, foros, chats, grupos y cuentas en redes sociales”, como cuenta en su libro ‘Los hombres que odian a las mujeres’ (editorial Capitán Swing, 2023) en el que desvela cómo son las tribus de incels y otros grupos misóginos. Fundadora del Proyecto Sexismo Cotidiano, ella misma es constantemente víctima de trolls y de hombres que le escriben para amenazarla. “¿Por qué esos hombres están tan cabreados?”, se pregunta.
Bates explica en su libro que la manosfera se ve como inofensiva, pero no lo es en absoluto. Es un espectro interconectado, de grupos distintos pero relacionados, una jungla en la que conviven diferentes tribus misóginas, en la que cada uno es un eslabón:
De los incels no se habla mucho y, en España, aún son pocos, pero Google Trends indica que la palabra ha despertado cierto interés en la población en los últimos años. “Lo que se oye sobre ellos suena tan extraño, tan radical y tan difícil de creer que es fácil restarles importancia. Pero es un error porque se trata de la comunidad más violenta de la machosfera”, escribe Bates. Se trata de grupos hombres heterosexuales que se quejan de ser ‘involuntariamente célibes’ (de aquí su nombre in-cel) o vírgenes por ‘culpa’ del rechazo que han sufrido de las mujeres. Es la franja más joven, despectiva, rabiosa, sectaria y con una visión del mundo violentamente antifeminista, formada en una red de webs, blogs, foros, podcasts y canales de YouTube.
Cohabitan con los gurús o artistas de la seducción (PUA, por sus siglas en inglés), quienes parecen diametralmente opuestos a los incels, pero, según Bates, tienen en común que “retratan a las mujeres como objetos cuyo único propósito es complacer a los hombres en el terreno sexual”. Esta comunidad promete técnicas de ligoteo bajo el código de ‘El método’.
También se describen los activistas por los derechos de los hombres (MRA, por su siga en inglés), que en España, según García-Mingo son los más abundantes y politizados, que se victimizan como los hombres maltratados y que quieren un cambio con un nuevo marco ideológico.
Quienes quieren vivir al margen, ya no quieren saber más de relaciones de pareja ni de mujeres son los MGTOW (la sigla de Men Going Their Own Way, Hombres que Siguen Su Camino). “Mientras que los incels traman violentas venganzas y los artistas de la seducción hacen uso de predatorias tácticas de “caza”, los MGTOW eligen renunciar a cualquier tipo de relación con las mujeres. Para ello, se alejan, se aíslan de todas”, señala Bates.
EL DAÑO QUE CAUSAN LOS FOROS DE ODIO
Los haters se sienten inmunes, porque parece que la responsabilidad y el daño no fueran con ellos. No obstante, la manosfera y los discursos de odio pueden hacer daño. Y mucho. En las condiciones de seguridad de Twitter, se señala que el lenguaje deshumanizante aumenta los riesgos de los daños fuera de internet. «Los insultos, las vejaciones y demás comportamientos de este tipo impactan en la calidad de las interacciones y pueden generar que los usuarios migren a otros entornos de comunicación donde se encuentren más seguros», advierte Sílvia Martínez
Los efectos más habituales son desde cerrar cuentas de redes sociales, por no soportar los mensajes tóxicos, hasta traspasar las fronteras, llegar a la calle y ser víctima de agresión. Según el Ministerio del Interior, en los últimos años, se ha generado una evolución ascendente de hechos conocidos como delitos de odio, incluidos los de discurso de odio en la red. García- Mingo añade que el odio en las redes contra las mujeres puede generar “ansiedad, miedo, ataques de pánico, insomnio, sensación de persecución, todos efectos parecidos al impacto psicológico del acoso, alterando las conductas diarias”. La socióloga de la UCM afirma que “los perpetradores no saben hasta qué punto generan un daño tan masivo en la vida de las personas. Por otra parte, las víctimas, a veces, normalizan tanto estas conductas de odio, que no son realmente conscientes del daño que están haciendo en ellas”.
¿QUÉ HACER PARA COMBATIR EL ODIO EN REDES?
En libertad de expresión, no todo vale. Dolors Reig trae a la mesa el debate de si prohibir estos mensajes de odio podrían afectar a la libertad de expresión, pero pesa más que “así como la libertad de expresión es un derecho y debemos defenderla siempre, mientras no atente contra la dignidad de nadie, la dignidad también es un derecho”.
No nutramos al hater. Lo que los ingleses difunden como don`t feed the troll o, en nuestras palabras, “no les hagamos casito”. Los haters buscan la validación social, por lo que “cuantos más likes y más retuits más estamos alimentando ese odio. Al añadir un comentario a un mensaje que promueva o incluso, cuando defendemos, estamos metiéndonos en el saco del odio. Y, ojo, podemos llegar a ser víctimas también porque alguien puede empezar a insultarnos por defender”. Alude a una frase de Infoactivismos, publicaba en 2021, que dice que “cada vez que usas sus cuentas, les respondes, usas sus hashtags o escribes sus nombres, el algoritmo considera que son relevantes y muestra sus mensajes a más personas. No le ayudemos a ser virales”.
La contranarrativa. Dolors aconseja encarecidamente que, además de no visualizar los vídeos de odio o violencia, no interactuemos. No obstante, si no podemos dejar de hacerlo, “conviene contestar al argumento, no a la persona, para no dar notoriedad al hater”. Al menos, se puede neutralizar con un mensaje positivo, con la crítica a la publicación de ese odio y premiando las respuestas positivas. “Podemos generar una contranarrativa a esos mensajes horribles con mensajes no horribles. Además, Si hay una respuesta que tiene muchos likes, anula casi siempre al mensaje original”.
Denunciar, denunciar y denunciar. Las veces que sean necesarias. A veces desconocemos que las mismas redes tienen herramientas para hacerlo. Si vemos que vuelven a crear otra cuenta y repiten su acción, puedes denunciar a través de los programas Trusted Flaggers, organizaciones de observación o a las autoridades de cada país.
Educar en alfabetización digital. A veces, los padres estamos dejando que los nativos digitales sean náufragos digitales, porque los chicos no tienen guía. La educación sexual y afectiva es la gran perjudicada porque la pornografía ha pasado a ser el gran educador para los chicos de a partir de los 9 años, edad a la que se ha detectado que pueden empezar a tener acceso a estos contenidos. Informar a los jóvenes sobre estos temas es imprescindible. Y saber qué alcance tienen las palabras.
Publicado en Telva.com