Los que se fueron .

CON SINGULAR ALEGRÍA

POR GILDA MONTAÑO

-El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.   Eclesiastés                                                                   

Construir un camino toma más de una vida. En ocasiones, se está cierto de que uno ya se acerca a la meta y se ve la luz al otro lado del destino. Se sabe que todo lo hecho, tiene que llegar a buen fin.

Como acto de amor, es testimonio permanente. Es gran esfuerzo de quien inicia un camino que debe tener un único fin: la trascendencia. Competir con los antepasados brillantes, es bien difícil. Pero competir con uno mismo es agotador. Es perfectible todos los días. Es un caminar lleno de soledades, pero también de bellezas y voces, que irán llevando de la mano para llegar a la trascendencia.

Y a estos hermosos seres humanos, que vivían en un municipio de Jalisco, donde, como decía el bello y dulce de Martí cuando le secuestraron a su hijo, existe un gobernador que: “si no puede, que renuncie”.

Así se nos desaparecieron cinco chicos, que lo único que querían en la vida, eran vivir y ser deportistas. De gran injusticia que de sopetón y sin previo aviso, se fueron a no sé dónde, a que los hicieran picadillo y los obligaran, –gente infame y muerta de enfermedad en esta vida–, a matarse unos a otros, solo por sobrevivir ese día.

En un regalo para el Alma que alguien bueno me acaba de mandar, dice: Algunas palabras son como piedras, y sólo causan daño. Prefiero que de mi boca, salgan joyas: joyas de sabiduría, de paz, de amor. Joyas que enriquezcan el alma. Intento que mis palabras siempre tengan el poder de hacer crecer lo positivo.

Pero hoy no puedo. Toda la semana, desde hace un viernes para acá, se están haciendo aclaraciones de dónde estarán estos chicos, y por fin, se localizó un lugar ensangrentado y sucio, lleno de malicia e inmundicia, no de ellos, sino de quienes, con crimen artero, los sacrificó sólo porque sí.

Ayer lloré un rato. Largo rato. Llena de rabia, por no entender, qué es lo que está pasando con mi tierra, con mi gente, con nuestros jóvenes… dónde quedaron los valores, las virtudes, la inteligencia de los seres humanos. Y me quedo con las miles de velas que se pusieron ayer en la misa por ellos, que alumbraron el camino para su trascendencia con Dios. Sin sufrimientos ni penas. Ya sin una pisca de dolor para ellos.

Y me quedo pensando en una oración simple y sencilla: Hacer lo que amo, amar lo que hago, ser lo que amo y amar lo que soy. Así sea.

 

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