** LINOTIPIA
/ Peniley Ramírez /
El lunes 23 de octubre en la mañana, Otis estaba a 605 kilómetros de Acapulco y era una tormenta tropical. Lo anunció el Centro Nacional de Huracanes (CNH), en Miami, responsable regional de alertar sobre la intensidad y dirección de los ciclones.
Peniley Ramírez es periodista de investigación y autora del libro Los millonarios de la guerra.
El resto del día pasó sin mayores alertas, mientras las autoridades locales en Guerrero prevenían sobre la lluvia. Miami alertaba, y la responsabilidad de México era confirmar con datos locales, evacuar y salvar. Para hacerlo, el país necesitaría aviones caza huracanes y radares cerca de allí. No los tiene.
En agosto de 2012, el Banco Mundial le dio un crédito a México de 105 millones de dólares para renovar su sistema meteorológico y adaptarse al cambio climático. El proyecto incluía 32 millones para aumentar de 13 radares -que funcionaban entonces- a 21. Poco después, un estudio mostró que en realidad se necesitaban unos 30. También se instalarían sistemas de alarma y se construirían observatorios.
En 2016, el proyecto se paró y sigue inactivo. Con el sexenio obradorista, los gastos se recortaron aún más. Ahora, hay solo cinco radares en funcionamiento: Altamira, Guasave, Los Cabos, Ciudad de México y Campeche. Uno más, en Playa del Carmen, está en reparación.
Con esta escasez de recursos, llegó el martes 24 de octubre. A las 7am, el reporte del CNH informaba sobre la tormenta. México monitoreaba otra, Norma, más al norte. A las 10, el CNH dijo que Otis se acercaba a la intensidad de un huracán. Se confirmó a la una. Un avión caza huracanes, de EU, que casi nunca vuelan en México, inspeccionó. A las 2 confirmaron: era un huracán con intensificación rápida.
Entre los meteorólogos, esto significa que el huracán puede aumentar de categoría en poco tiempo, si las condiciones lo permiten. Y las condiciones lo permitían, algo que también sabían los meteorólogos: había fenómeno de El Niño en el Pacífico, la temperatura del agua era unos tres grados arriba de lo normal y los patrones de vientos de otoño podrían hacer que el huracán entrara a tierra.
A las tres, el avión hizo otro reconocimiento. Descubrió que la intensificación era “muy rápida” (o sea, que seguiría intensificándose), con vientos de 205 km/hora. “Se espera que Otis sea un huracán extremadamente peligroso cuando alcance la costa. Deben acelerarse los preparativos para proteger vidas y propiedades, habrá marejadas ciclónicas y potencialmente mortales, olas destructivas, tormentas urbanas, inundaciones y deslizamientos de tierras”, decía el reporte. Faltaban ocho horas para que tocara tierra.
A las siete, el Centro anunció que Otis tocaría tierra como un huracán “catastrófico”. En México. Una hora después, el Presidente puso un tuit con un tono mucho menos grave o urgente. Dijo a la gente que estuviera “alerta, sin confiarse” y que aceptaran ir a refugios.
Esa mañana, en su conferencia, AMLO no había mencionado a Otis. Al día siguiente, dijo que le reportaron “como a las ocho o nueve de la noche, de que iba a intensificarse muy pronto (sic)”. Si eso es cierto, el Presidente supo de la intensficación muy rápida más de seis horas después de que el CNH lo avisó.
A las 10 de la noche, el Centro repitió el potencial “daño catastrófico”. La noticia no era protagonista aún en los titulares de prensa en México. A las 12, la CNH confirmó que seguía intensificándose y tocaría tierra en Acapulco. México hablaba de “lluvias extraordinarias”. Una media hora más tarde, tocó tierra. El Meteorológico publicó un video sobre la trayectoria, con los comentarios desactivados.
“La población nunca percibió la amenaza”, me dijo un exfuncionario federal que conoce bien la prevención de desastres. “Las medidas de alerta brillaron por su ausencia”, me dijo otro. Para la investigadora Suzana Camargo, de la Universidad de Columbia, “el cambio climático está haciendo que los huracanes de intensificación rápida sean más comunes”. O sea que podemos esperar que este no sea el último.
No hay registros de que, el 24 de octubre, se haya hecho una reunión del Comité técnico de ciclones tropicales, el organismo que valora la evolución de la emergencia, y se asegura de que haya prevención. Los sistemas de alerta no mostraron la intensidad del peligro, me dicen otras fuentes. En Acapulco, viene ahora una larga y dolorosa recuperación. Mientras, seguimos en un país sin radares, con océanos calientes y batallas políticas, aun en la emergencia.