Los tres cochinitos

/ Guadalupe Loaeza /

“No hay infierno, Dios castiga en la tierra… con los hijos”. Julio Scherer García

Los tres cochinitos de esta fábula no tienen nada que ver ni con Cri-Cri, ni con Walt Disney, ni mucho menos con los antiguos cuentos en sus diferentes versiones que se escribieron hace mucho tiempo. Estos son muy especiales, porque se pelean entre ellos, lo cual no sucede en la literatura infantil. Ellos, es decir los de nuestra fábula, se dan de patadas, se avientan lodo, se escupen y lo que es peor, son unos mentirosos e hipócritas. Ninguno piensa en ayudar a su mamá, tampoco en protegerse entre sí del lobo feroz. Los tres le tienen pavor a esta bestia violenta que bien se los podría comer de un bocado. A ninguno de ellos se les puede creer, son igual de tramposos, evasivos e inútiles. Lo único que les interesa a estos tres marranitos es cuidarse a sí mismos, aunque se llevan literalmente entre las patas a quien sea. El lobo, a pesar de su poco entendimiento, es incapaz de poner paz entre los tres cerditos. Lo único que se le ocurre es amenazarlos con tragárselos.

Alejandro Gertz, cochinito mayor: ha construido sus múltiples casas de piedra y puertas de acero en diferentes localidades. De los tres, es el que tiene el peor prestigio. Tiene prohibida la entrada a todas las pocilgas del mundo. Y aún así, sigue revolcándose en todos los lodazales. Este puerco es el más colérico y corrupto de los tres, por eso, cuando se enoja, tiembla todo su cuerpo y gruñe puras groserías. Es cierto, tiene poder, pero ya está viejo, con la piel flácida y arrugada. Ya nadie le tiene miedo. Su pasado lo delata. Le queda poco tiempo para seguir con sus marrullerías, aunque el lobo insista en decir que le tiene toda la confianza. Este marrano se ha pasado la vida creándose una coraza a prueba de lo que él considera difamaciones y mentiras.

Olga Sánchez Cordero: era una cochinita muy bien portada y nada fea, pero algo le pasó. Se enamoró del lobo y ahora ya no duerme tranquila porque ha perdido su personalidad. Ya no sabe quién es, si esa porcina adorable que solía ser, o bien, la de ahora que acusa, miente y es incapaz de contradecir al lobo feroz. Lo que dice él es su biblia. Además, tiene un acuerdo misterioso con el cochino mayor para eliminar al cerdito menor con el que nunca se ha entendido. La casa de madera de la marranita está muy bien cuidada, es lujosa, lo cual confunde al lobo, quien odia las extravagancias y los excesos. Dice el lobo que él es de izquierda, cuando en realidad es el más conservador de todos los lobos.

Julio Scherer Ibarra, el cochinito más joven: está prácticamente en la boca del lobo. Está confundido, tiene miedo y, además, no obstante ser tan vulnerable, quiere mostrar una apariencia de lo que no es. Él quisiera ser agresivo, fuerte y mañoso, pero le cuesta mucho trabajo. Es cierto, está amenazado por el puerco mayor y la marranita, pero lo que más le mortifica es perder por completo la protección del lobo feroz, quien solía cobijarlo a pesar de los “chismes”, como decía de los rumores de sus contrincantes de la misma piara de cerdos. “Ya no aguanto más, tengo que hablar con la verdad”, se dijo el cerdo más joven una noche de insomnio. De allí que fuera a hablar a la porqueriza y “soltara toda la sopa”: “Hace tiempo vivo un complot porcino. Me quieren hacer chicharrón con puras difamaciones”. Esta declaración corrió como reguero de pólvora por todas las pocilgas de la República Marrana. Desde entonces vive con el cuchillo del carnicero sobre su cabeza en su casa de paja importada.

Andrés Manuel López Obrador: el lobo feroz, ya no enseña los colmillos como acostumbraba a hacerlo cuando estaba en plena forma. No quiere saber más de las marranadas, cochinadas, gruñidos de estos tres puercos tan poco confiables. Lo tienen totalmente decepcionado, él que los imaginaba leales, honestos, trabajadores, limpios y puros, resultaron igual que todos los cochinos corruptos. El lobo ya está harto, ya no quiere oír más del asunto, prefiere engañarse a sí mismo y pensar que sus tres cochinitos son incorruptibles y que su reino está en paz. Sin embargo, él sabe que engañaron, traicionaron y robaron.

Aquí la moraleja es que el que miente y engaña, tiene más posibilidades de salirse con la suya…

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