*Retrovisor.
/Ivonne Melgar/
En la adelantada sucesión, las imágenes del banderazo de salida son el prólogo de la primera vez que dos mujeres disputarán la Presidencia de la República.
Xóchitl Gálvez Ruiz, 60 años, en el Ángel de la Independencia, el domingo 3 de septiembre, acompañada de una madre buscadora de sus hijos desaparecidos, un indígena y una recolectora de residuos, recibió la constancia de ganadora del proceso híbrido que organizaron los partidos, que habrán de postularla, y destacados representantes de la sociedad civil.
A los lados estaban los dirigentes del PAN, PRI y PRD, a una distancia que pretendía enviar la señal de que la abanderada busca conciliar el respaldo partidista con el imprescindible activismo ciudadano, sin el cual cualquier competencia frente al poderío de Morena resulta imposible. Porque el voto duro de esos tres partidos se encuentra a dos dígitos de distancia del partido gobernante en la intención de voto.
Por supuesto que la senadora panista es una candidata ajena a la partidocracia, aun cuando ocupe un escaño en el Congreso bajo la marca de Acción Nacional.
Su nombre no figuraba en la órbita de los cálculos de las dirigencias del PAN, PRI y PRD, hasta que se dieron cuenta, que el activismo no convencional de Xóchitl tenía eco entre un electorado opositor, pero huraño e inconforme con los logos de la oposición partidista. Eso sucedió hace tres meses apenas, el 12 de junio, cuando Gálvez intentó ejercer su derecho de réplica en la conferencia mañanera presidencial.
Así que la postulación de Xóchitl responde a dos imposiciones sui géneris:
La imposición de los registros, los me gusta, los mensajes de WhatsApp y el ánimo de miles de ciudadanos que se entusiasmaron con la audaz senadora, haciéndola suya porque se identificaron con la ruta que su valentía tomó frente al poder del presidente López Obrador.
Hay una segunda imposición relevante en el contexto gobernado por el presidente López Obrador: ante la exitosa narrativa oficialista en contra de la política del pasado y el lema de primeros los pobres, Xóchitl era de los pocos o quizá la única, entre los liderazgos de oposición, que desde su biografía ha hecho suya la prioridad de los marginados, conciliándola con las aspiraciones de las clases medias.
El desafío de la abanderada del Frente Amplio por México (FAM) es su apuesta: “Si algo se hizo mal en el pasado, lo reconoceré; si algo se hizo bien, lo defenderé. Vamos a incluir a todas y a todos los de buena fe que se quieran sumar. No tengo filias ni fobias, soy políticamente daltónica”.
¿Podrá Gálvez convertir su valentía en un dique ciudadano partidista frente al abuso de poder que visibilizó cuando tocó las puertas de Palacio? ¿Tendrá la partidocracia la capacidad de enfrentar la maquinaria cuya prueba piloto embistió, y de fea manera, al excanciller Marcelo Ebrard? ¿O PAN, PRI y PRD sólo quieren capitalizar el carisma de la talentosa y entrona Xóchitl para sacar más curules en el Congreso?
Claudia Sheinbaum Pardo, 61 años, en el Centro Histórico de la CDMX, a unos pasos de Palacio Nacional, el jueves 7 de septiembre, acompañada de los 22 gobernadores de Morena, sus dirigentes y cuatro de sus competidores, recibió de manos del presidente Andrés Manuel López Obrador un simbólico bastón de mando.
Aun cuando siempre contó con la ventaja del privilegiado y evidente buen trato presidencial, resulta innegable que la morenista tuvo el talento para administrar esa ventaja frente al oficio político del canciller Ebrard, su competidor más cercano y con quien compartió la carrera por la candidatura desde que López Obrador los ubicó como sus potenciales relevos.
En el camino varios de los nombrados en los destapes mañaneros se fueron rezagando y, cuando en la puja parecían quedar sólo Claudia y Marcelo, el Presidente abrió el juego incorporando a su paisano Adán Augusto López Hernández, su secretario de Gobernación a partir de septiembre de 2021 y hasta que se fue de campaña en junio pasado.
Como lo planteamos aquí, el sábado 17 de junio, en Palacio Nacional necesitaban desinflar los ánimos que Marcelo Ebrard pudiera estar suscitando en la abierta competencia. Si ahora el excanciller y su gente se llaman a engaño, es porque son muy malos actores, pero ellos sabían que el diseño de la contienda hacia la encuesta beneficiaba a la también exdirigente estudiantil.
Nadie, sin embargo, podrá regatear la templanza y la disciplina con la que, con el balón puesto en la cancha, tiró los goles esperados la futura abanderada de Morena, PT y PVEM, una coalición que, al igual que ella, llevan amplia ventaja en los sondeos de intención de votos.
Haber sobrevivido a las exigencias de López Obrador, líder político de esa alianza electoral y cuya consigna con sus colaboradores es 90% de lealtad y 10% de capacidad, constituye un logro mayor para Sheinbaum, en un país donde nunca, hasta ahora, el dedazo, ungimiento, designación presidencial se dio a favor de una mujer. (Josefina Vázquez Mota consiguió la candidatura del PAN en 2012 muy a pesar del presidente Felipe Calderón).
Por el contrario, Claudia tendrá en el popular y tan querido mandatario a su principal promotor. ¿Es ésa su fortaleza o es también su talón de Aquiles? Porque claro que importa la pretensión presidencial de heredarle de facto el mando.
Pero el mandato se gana en las urnas, con votos de ciudadanos que habrán de sopesar los dos perfiles femeninos en la puja y quizás el de Ebrard u otro varón postulado por Movimiento Ciudadano.
PD: Gracias por acompañarnos cada sábado. Tomaremos una pausa para reencontrarnos el 21 de octubre.
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