Manguera y Mandarria: el uso de la violencia sexual en las cárceles cubanas .

De izquierda a derecha, Yeilis Torres Cruz, Gabriela Zequeira Hernández y Diasnurka Salcedo Verdecia

Los nombres de Manguera y Mandarria se repiten en al menos dos testimonios de mujeres que han pasado por cárceles de la Isla.

/ LUZ ESCOBAR /

27.05.2023. Diario de Cuba, Madrid.- Manguera y Mandarria se hacían llamar los hombres que llevaron las autoridades del penal a la celda de Yeilis Torres Cruz en 100 y Aldabó al tercer día de estar ahí recluida y que, según afirma, la violaron.

“Lo hicieron varias veces y estoy segura de que muchas de las muchachas del 11 de julio que pasaron por ahí también sufrieron lo mismo, porque ese era uno de los primeros ataques que cometían en contra de nosotros”, detalló en entrevista con DIARIO DE CUBA.

Denunció además que, tanto en 100 y Aldabó como en Villa Marista, las violaciones contra todos los derechos de los presos son “constantes” e “inhumanas”.

“Esa gente no tiene escrúpulos, no tiene sentimientos, son diablos, están dirigidos por una dictadura diabólica y ellos mismos se han convertido en diablos. Si mal no recuerdo, el nombre del que me llevó a esos dos personajes a mi celda es Abel, que cuando yo llegué a 100 y Aldabó tenía grados de capitán y ya estando ahí le subieron los grados a mayor”.

Abel, el mismo nombre que mencionó en su testimonio la joven detenida durante las protestas del 11 de julio en La Habana, Gabriela Zequeira Hernández.

“Estuvieron más de tres horas encima mío de la manera más asquerosa, no sé si eran oficiales o reclusos. De celda a celda se escuchaba: ‘¿Ya te presentaron a Mandarria?'”, denunció Torres Cruz tan pronto llegó a EEUU en declaraciones a Martí Noticias.

La activista asegura a este diario que la orden de atacarla de esa manera vino de manera “directa” del instructor penal que la atendía, de nombre Freyre. “Se quiso hacer el humano, pero es un diablo; jugó conmigo, con la psicología de mi mamá, de mi papá, estando yo ahí presa me enseñaron videos de mi hija caminando por la calle y me decían que lo mismo que me estaba sucediendo a mí, le podía suceder a mi hija, y que ellos no podían hacer nada para impedirlo”, cuenta ahora, ya bajo la protección de EEUU.

A pesar de esas experiencias, de los amargos recuerdos que aún la perturban y de continuar separada de su madre y de su hija, asegura que va a hacer todo lo que está en sus manos “por recuperarse”. Advierte que aún su familia está en Cuba y sigue recibiendo amenazas de todo tipo de la Seguridad del Estado. “Estando yo en libertad quieren seguir presionando para silenciarme, pero no lo van a lograr”, aseguró.

“Mi guerra todavía no termina porque hay cientos de presos políticos en Cuba y voy a seguir denunciando eso y luchando en contra esa dictadura diabólica que hay en Cuba. Por el momento voy a recuperar fuerzas, que todavía tengo otras guerras de salud que ganar, es abajo la dictadura todos los días, es patria, vida y libertad para mi pueblo cubano”, concluyó.

Por desgracia, este testimonio no es único. Hay claves, y un patrón de violencia que se repite en las experiencias de otros prisioneros que indica que el abuso sexual es utilizado en las cárceles cubanas de manera sistemática.

El 11 de julio, cuando Gabriela Zequeira Hernández fue detenida por la policía cubana, repetía una y otra vez: “Yo soy menor de edad, yo soy menor de edad”. Nadie la escuchó. La policía cubana, al arrestarla en medio de las protestas la hizo desnudarse, agacharse y pujar. También le pidieron que se metiera el dedo en su vagina, aunque ella repetía: “Yo soy menor de edad, yo soy menor de edad”.

Su reclamo fue ignorado y la dejaron bajo arresto en la prisión de 100 y Aldabó sin importar que tenía 17 años y sin darle noticias del arresto a su madre. En ese penal fue chantajeada para que delatara a personas que ella no conocía como participantes de la marcha, y fue amenazada con violaciones y abusos sexuales.

“El mayor Abel entró y me dijo que me iba a buscar para pabellón a Manguera y a Mandarria”, contó Zequeira en entrevista con Cubanet tras salir en libertad.

Bajo condición de anonimato, una mujer de 32 años, ahora en libertad condicional, accedió a contar a este diario lo que vivió en la cárcel de 100 y Aldabó en mayo de 2021. Explicó que lo primero que le pasó al llegar al penal fue que, aunque tenía su periodo menstrual, no le quisieron dar compresas para el sangramiento. “Estuve así tres días, sangrando y sangrando sin poder ponerme nada. Para colmo, no había agua, no quiero ni acordarme de eso”.

El abuso con esta joven no quedó ahí: “A los cinco días me vino a buscar un oficial para llevarme a otra celda, ahí me dejaron sola como media hora hasta que un oficial abrió la puerta y me metieron a dos hombres que me violaron durante al menos dos horas seguidas. Me dijeron que eso era lo que me tocaba por ser tan rebelde y no querer hacer todas las actividades políticas que organizaban ahí”.

Está también el caso de la activista cubana Diasniurka Salcedo Verdecia, quien denunció a finales del 2020 que dos agentes de la Policía política abusaron sexualmente de ella durante una detención.

“Fui maltratada de la peor manera que se puede maltratar a un ser humano. Cuando digo maltratada lo digo con palabras mayores. (…) Todas las mujeres saben a lo que me refiero con que fui maltratada por dos hombres: sexualmente y de la manera más brutal”, denunció en una dura directa, que luego eliminó, a través de su muro de Facebook.

El informe Tortura en Cuba, realizado por varias organizaciones de la sociedad civil, recoge que fueron varias las personas excarceladas del 11J que denunciaron “actos de tortura y malos tratos”, entre los que se pueden mencionar 152 denuncias de “amenazas de abuso sexual”.

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