Médicos sin vacuna, cruel e incomprensible

Resulta difícil entender las razones que llevan a Andrés Manuel López Obrador a negarse a incluir a médicos y enfermeras del sector privado en los grupos prioritarios en la campaña de vacunación. Se explica que las primeras vacunas fueron destinadas a todo el personal de salud dedicado a atender a contagiados de Covid19; lo mismo sucedió en muchos otros países. Pero tan pronto se atendió esta primera trinchera, en todos lados se buscó proteger a los doctores que, con pandemia o sin ella, debían seguir asistiendo a todos los enfermos (incluyendo los que tenían Covid y eran erróneamente diagnosticados). Tras muchas protestas, el presidente accedió a inocular al personal médico relacionado con el sector salud en general, pero inexplicablemente marginó a los que laboran en el sector privado. Y digo inexplicable porque hasta donde sabemos el bicho no distingue ideologías, ni deberían existir enfermos de primera y segunda clase.

El tema podría entenderse si hubiese un mercado de vacunas disponible al que pudieran recurrir con sus propios recursos los médicos y enfermeras de farmacias, clínicas y hospitales particulares. En tal caso, las instituciones privadas podrían financiar la protección de su personal. En ese sentido cabría el argumento de que frente a la carencia tengan prioridad aquellos que no están en condiciones de sufragar ese gasto. Es decir, el que pueda pagar que lo pague, en tanto el gobierno se asegura de proteger a los más débiles en el sector salud. Se puede o no estar de acuerdo con ese argumento, pero al menos habría un argumento. Al no existir la posibilidad de obtener una vacuna aun pagando por ello, en la práctica se condena a los doctores y enfermeras a una difícil disyuntiva: protegerse como lo han hecho muchos otros trabajadores durante el confinamiento y consecuentemente reducir sus actividades o poner en riesgo su vida para seguir intentando salvar la de otros.

La mayor parte del cuerpo médico ha optado por esta segunda alternativa para fortuna de tantos pacientes e infortunio de muchos galenos. México es el país con mayor proporción de fallecimientos en el sector salud. Una factura política y de conciencia que la 4T tendrá que cargar a cuestas.

Dentro de los aciertos y desaciertos de la 4T, este es uno de los momentos menos edificantes

¿Cómo pedirle a un dentista que siga conjurando abscesos y otras torturas maxilares si se le niega protección cuando está obligado a trabajar a centímetros de un probable foco de infección? A diferencia de muchos otros oficios que debieron seguir laborando, los odontólogos tuvieron que hacerlo sin poder recurrir a la sana distancia, obviamente, y aún menos pudieron exigir la utilización de un tapabocas por parte de sus clientes, como sí lo hicieron los demás comercios y servicios. ¿Cuál es la probabilidad de que se contagie un dentista que ve a siete u ocho personas al día bajo esas condiciones, cinco días a la semana? Uno pensaría que actuar de esa manera es irresponsable para con su familia pues se convierte en un probable portador del virus. Pero, del otro lado, también habría sido irresponsable simplemente dejar de atender urgencias y condenar a su suerte a pacientes en estado crítico.

Lo absurdo de esta decisión se recrudece por el hecho de que en otras áreas las vacunas fueron repartidas con una holgura ofensiva frente esta mezquindad. La vacunación de los maestros de Campeche durante enero y febrero para que estuvieran en condiciones de arrancar clases que dos meses después aún no arrancan, termina siendo de una injusticia criminal. O el hecho de que se inocule a todos los miembros de las brigadas de vacunación, incluyendo los siervos de la Nación y responsables de logística, es también cuestionable cuando se ha dejado de lado al personal médico. Se entiende que las enfermeras que aplican la inoculación y, por ende, entran en contacto físico con los beneficiarios deben estar protegidas. Pero no necesariamente el resto de esas brigadas que están en condiciones de mantener una relativa distancia. Después de todo, no están trabajando necesariamente con pacientes enfermos sino con población en general. Distinto a los médicos a los que se les rehúsa la vacuna a pesar de que ellos sí deben auscultar cuerpos y bocas de personas afligidas de algún padecimiento.

En fin, dentro de la colección de aciertos (que los hay) y desaciertos del gobierno de la 4T, me parece que este es uno de los momentos menos edificantes. Y solo pueden especularse las razones del presidente, porque no hay duda de que se trata de una directriz que responde a su voluntad, a juzgar por sus declaraciones en las Mañaneras. Las posibles respuestas a la negativa tampoco favorecen a un hombre que ha dicho que solo espera haber sido un buen presidente. ¿Reacción visceral ante las protestas de los médicos? ¿prejuicio en contra del sector privado?

Pero más allá de sus fobias, el presidente tendría que saber que dejar sin protección a los doctores y enfermeras del sector privado termina afectando no solo a estos profesionales sino también a los millones de pacientes que recurren a ellos. Y si cree que con ello está castigando a los huéspedes potentados de un hospital de cinco estrellas, alguien tendría que decirle que el grueso de los trabajadores de la salud que deja desprotegido opera en las farmacias, en consultorios dentales de barrio, en las clínicas modestas a las que tienen que acudir muchos de los más desprotegidos a los que él está empeñado en ayudar.

Jorge Zepeda Patterson​

@jorgezepedap

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