México: la República Amorosa

Norma Meraz

Así se ha expresado el Presidente Andrés Manuel López Obrador en medio de la cuarentena por el azote de Covid-19.

El mundo se estremece con la pandemia del coronavirus y México, o más bien su gobierno, se regodea en cifras a modo en cuanto a contagiados, sin hacer pruebas suficientes para confiar en esos datos, al tiempo que no echa mano de cálculos matemáticos en cuanto a los muertos.

O es exceso de optimismo o es exceso de ignorancia pero mañana tras mañana desde el púlpito de Palacio Nacional destila sus propios datos para internar adormecer la incertidumbre social.

El anuncio oficial de que entramos a la Fase 3 de la pandemia no fue gran sorpresa, pues tanto nos repitieron que ahí viene el lobo que, cuando llegó, no sorprendió.

Esta pandemia ha sacudido a los habitantes del globo. Repercusiones múltiples estremecen a países ricos y desarrollados, tanto como a países pobres y a otros llamados emergentes.

En estos últimos se encuentra México.

Dos crisis asfixian al país: la sanitaria y la económica, sin dejar de mencionar la crisis interna de inseguridad y criminalidad que padecemos.

En lo que va de la cuarentena –un mes– han asesinado a 210 mujeres, 163 son feminicidios, de los cuales 16 son niñas menores de 14 años.

El descontento social por la crisis y la inseguridad al incrementarse los homicidios dolosos crece cada día.

Estamos viendo el surgimiento de movimientos, que no de partidos políticos como tal, frente al desencanto con la representación política actual, es decir, por los partidos.

La democracia empieza a presionar al mismo Presidente. Lo saludable sería que la misma democracia resuelva el problema de una democracia que tenga legitimidad, pues el desencanto democrático en México nos pone con los ojos abiertos.

La crisis económica nacida en gran medida por la pandemia del Covid-19 y por los juegos de poder en el mundo, sobre todo entre Rusia, China y Estados Unidos por los precios de los hidrocarburos, ha arrastrado a los países a reconsiderar los modelos económicos ya agotados.

Desde hace casi un siglo el orbe no se enfrentaba a una crisis tan profunda.

En medio del confinamiento por la pandemia el petróleo colapsa por la sobre oferta al grado de tener que pagar los grandes productores del energético para que se lo llevaran, pues no hay suficientes depósitos donde guardar tantos miles de millones de barriles. Decían los grandes petroleros: “llévenselo aunque pierda”.

Y mientras el mundo de despretroliza, el Presidente López Obrador le sigue apostando a invertir para aumentar la producción de hidrocarburos para luego refinarlos cuando la lección está a la vista, Urge redireccionar la política energética del país.

Cuando la OPEP llegó al acuerdo de reducir su producción de petróleo y pedía a México reducir 400 mil barriles diarios, el Presidente López Obrador dijo que podría solo bajar la extracción en 100 mil barriles. Ante esta postura, el Presidente Donald Trump se aprestó a ofrecer que Estados Unidos reduciría 300 mil barriles diarios por México.

En primer lugar México de antemano iba a ver reducida su extracción en 100 mil barriles diarios este año, entonces no fue tal sacrificio el reducir tal cantidad, de acuerdo con el pedido de la OPEP. Segundo: el acuerdo con Trump de que él cubriría el faltante de los 300 mil barriles, lo desconocemos en su contenido, es decir, nunca hemos sido informados en qué condiciones se llegó al convenio ya que el Presidente Trump “no da brinco sin huarache”.

¿Cuánto, cómo y cuándo tendremos que pagarle esté favorcito? También lo desconocemos.

Tan impactante es la crisis del coronavirus que la generalidad de los países infectados ha tomado medidas contundentes que hagan menos letales a sus economías.

Por ejemplo, un dato: Estados Unidos destinará 22 mil millones de dólares para rescatar a sus aerolíneas.

En México, al momento, se pierden 20 mil empleos diarios.

Y el gobierno federal ni un quinto para proteger a la planta productiva.

El Banco de México ha bajado apenas la tasa de interés al 6% y prevé una caída del 20% de las remesas que eran la segunda fuente de ingresos del país.

Además, se estima una reducción en el producto interno bruto en este año 2020, hasta en 10%, de no implementarse una política fiscal compasiva y urgente.

Todo esto pinta un panorama de gran preocupación, pues al fin de la pandemia ¿cómo despertará México?

Pero el Presidente López Obrador “ve la tempestad y no se hinca”. Acaba de anunciar un plan-decreto por el cual reduce 25% de los sueldos de los altos funcionarios públicos y desaparece 10 subsecretarías, más no a los subsecretarios. ¿Cuál es entonces la austeridad? ¿Tal vez el ahorro en papelería?

Sin embargo, privilegia inversión para el bosque de Chapultepec y la casa de Los Pinos, cuando tampoco conocemos el plan a desarrollar en esas áreas.

Por supuesto enlista en las prioridades sus proyectos “personales” como el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas, cuando sale más barato seguir comprando la gasolina en el exterior que producirla.

Esos recursos, más la compra de un estadio de béisbol de 500 millones de pesos, ¿no servirían más para paliar la pandemia?

Habrá que recordar que quien posee siempre el mayor poder es la realidad, no una “República Amorosa”, con una sociedad polarizada en donde crece la cultura del odio.