**Gente como Uno.
/ Por: MÓNICA GARZA /
“Es la política del ITAM perseguir las denuncias de acoso incluso cuando son contra profesores que ya no trabajan aquí”, respondió en 2019 Alberto Simpser, Jefe Interino del Departamento de Ciencia Política del ITAM, frente al reclamo de mujeres del instituto que se manifestaron en contra de que “se lamentara” la renuncia de Pedro Salmerón, profesor de la institución, luego de varios señalamientos en su contra por acoso y en el marco del movimiento “Me Too”.
A casi 3 años de aquel episodio, la herida vuelve a sangrar, tanto, que terminó convertida en el origen de una nueva tensión diplomática de México, ahora contra Panamá. Una tensión innecesaria, producto de una necedad y la indolencia.
Y es que olvidando el antecedente y desestimando el volumen que la voz de la unión de las mujeres puede alcanzar, el 17 de enero pasado la Secretaría de Relaciones Exteriores dio a conocer que el historiador Pedro Agustín Salmerón, era la propuesta del Presidente de México para ocupar nuestra representación diplomática en Panamá.
El rechazo fue inmediato por parte de organizaciones feministas, que no escatimaron en recordar la gravedad de los señalamientos contra el académico en materia de violencia de género. Pero la respuesta del presidente López Obrador fue retadora contra ellas:
“Yo no estoy dispuesto a ceder en esas cosas… ¿nada más por la campaña mediática?, ¿por el linchamiento mediático? ¿Qué, no se ponen a ver también el daño que ocasionan, no sólo a él en este caso, sino a sus familiares?”.
Este dicho del Presidente desafortunadamente descuidó una consideración elemental en el ABC de los derechos humanos: Siempre escuchar la versión de una víctima y no desestimarla.
Por eso su postura resultó tan estridente, y más a unas semanas de las celebraciones del Día internacional de la Mujer. Porque por tercer año consecutivo pareciera que se esmera en dinamitar su relación con ellas.
Días después de arrancado el movimiento “Un acosador no puede ser embajador”, Erika Mouynes, canciller de Panamá, manifestó su desacuerdo con la designación mexicana y en congruencia con la ideología feminista que ha sostenido en toda su carrera política.
Ella es la misma mujer que en septiembre pasado, durante la Cumbre de Jefes de Gobierno y Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, subrayó la falta de mujeres en la mesa.
Mouynes es también aquella que en julio de 2021, durante una visita a México, celebró un compromiso con el canciller Marcelo Ebrard, para promover políticas para erradicar las desigualdades entre hombres y mujeres.
Pero Erika Mouynes también es la misma que fue comparada con la “Santa Inquisición” por el Presidente López Obrador. Un gesto no solo poco diplomático con un miembro del gobierno panameño, sino bastante violento contra una luchadora en favor de los derechos de las mujeres en América Latina.
Por otro lado, existen acuerdos internacionales como la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que señala claramente:
“El Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado” y “El Estado receptor no está obligado a expresar al Estado acreditante los motivos de su negativa a otorgar el asentimiento”.
En palabras simples: Panamá está en su derecho legal de aceptar o no a un representante extranjero y ni siquiera tiene que dar explicaciones sobre su postura.
Pero acá se tomó muy a mal por parte del Ejecutivo dicha negativa y en respuesta se propuso a la senadora Jesusa Rodríguez, cuya poca experiencia en materia diplomática y quizá su folclórica personalidad, posiblemente no fue la “jugada maestra” para relajar la tensión con Panamá.
Y es que no hay país pequeño cuando de respeto a las instituciones se trata, sobre todo en defensa de algo en lo que México siempre había destacado, que es la profesionalización de su servicio exterior.
Seguimos esperando la respuesta oficial de la cancillería panameña frente a la nueva propuesta para la representación mexicana. Hasta hoy Panamá se mantiene en diplomático silencio frente a una tensa situación, con quien apenas hace un año presumía excelentes relaciones.
Este conflicto resulta cada vez más absurdo y a la vez revelador, porque exhibe una vez más que el servicio exterior mexicano en la presente administración, va perdiendo independencia y rigor, para privilegiar lealtades ideológicas. Peligroso por donde se vea.