*DE MEMORIA .
/Carlos Ferreyra Carrasco/
Mi segundo vástago , una mujercita a la que llamamos como su madre Magdalena , nació un 15 de septiembre, en pleno grito libertario.
Malenita, hace un año celebraba con su hermana Ana, con la que se adoraba, el cumpleaños bajo la luz de la luna en una playa del norte, dos meses después, mi cascabelito, mi campanita alegre, fallecía.
Malenita tenía un carácter muy festivo, mucho ingenio y siempre estaba imaginando o creando algo.
Su mismo nacimiento demuestra que era una mujercita distinta, muy hermosa por cierto y que todo lo haría de forma diferente. Por carencia de recursos económicos debimos abandonar el sanatorio al día siguiente con la certeza del médico Augusto olivares con quien también nació la madre, de que la pareja estaban en perfecta condición y podían marchar a su casa.
El día 16 en mi studebaker convertible nos transportamos a mi domicilio de un edificio situado Regina equina con Pino Suárez.
Por el desfile la calle se encontraba totalmente por contingentes militares , que no permitían el paso.
Sólo teníamos que avanzar 15 metros para llegar a la puerta de nuestro edificio, por lo que fui a hablar con el comandante a cargo quien sonrío muy complacido y dicto las órdenes respectivas.
Mi hija Malenita cruzó la calle en medio de una valla militar que la saludo a su paso y apenas terminamos de llegar al otro lado de la avenida cuando escuchamos, vivas, bravos y muchos aplausos. Fue un día de gloria para mí tierna campanita.
Como no le era posible hacer las cosas como el resto de los mortales decidió irse a Querétaro a estudiar agronomía en el instituto tecnológico.
La instalamos y le dejé una bici moto para que se moviera en ese enorme rancho, sin considerar que la granja del TEC se encuentra en la salida a México, donde hay una subida verdaderamente difícil hasta para los coches.
Supe que mi cascabelito iba a la granja en su bicicleta ayudando con los pedales al precario motor y al regreso en la bajada tenía que verse acompañado por un cáfila de energúmenos al volante que atascaban la carretera a toda velocidad.
Fui por mi bici y le dejé una camioneta para que pudiera ir y regresar a la granja con tranquilidad.
Pasado un cierto tiempo fuimos a verla directamente a la granja y la encontramos con un tractor y una pala mecánica abriendo una zanja para enterrar el amaranto que , fermentaba en su teoría de apenas estudiante era el mejor alimento posible para los borregos.
Del grupo de alimentos que tenía en su poder , hubo cinco que nunca estuvieron de acuerdo y antes de comer el amaranto procesado prefirieron morir de hambre. Luego, aunque se intentó retomar la alimentación acostumbrada los animales ya no querían saber nada de Malenita ni de su amaranto.
La siguiente vez que la visitamos estaba en el mismo tractor y pala abriendo la misma zánja pero ahora para darles sagrada sepultura a sus animales.
Los animales muertos los había cargado durante casi un día en la camioneta que me pidió que me la llevara, ya no la quería, lo entendí, el vehículo adquirido un olor que hacía arder la garganta.
Le cambiamos vestidura, tapetes, el forro del techo y lo roseábamos periódicamente con diversos desodorantes para vehículos, pero no hubo remedio, asigné el vehículo a los compañeros que hacían la carpeta informativa a partir de las 4am y encontraron que la única forma de circular dentro de la camioneta era ellos con cobijas y el carro con todas las ventanillas abajo, estando en Querétaro asu madre se le ocurrió conocer el alojamiento de Malenita que era sorprendentemente barato. En una casa colonial con arquería entorno de un gran patio la dueña había improvisado muros y así logró tener una veintena de alojamiento para estudiantes principalmente.
Desolada Male , la madre, nos dimos a conseguir una habitación decente lo que logramos en la casa, bonita de una viuda que tenía una hija adolescente pero que parecía una niña caprichosa.
Me ofrecieron y lo compré para Malenita un enorme radio con bocinas estéreo , toca cintas, grabadora , onda corta y una antena parabolica en la que se insertaba un micrófono y en línea recta nítida cualquier conversación que se estuviera sosteniendo a esa distancia.
La niña consentida le dijo a su mamá que ella quería un radio igual, imposible conseguirlo. Un fin de semana que fue mi campanita a pasar con sus padres en la Ciudad de México , al regreso se encontró con la sorpresa de que se habían robado su radio, como lo habíamos ido a llevar su madre y yo le preguntamos a la casera que más se habían robado por qué íbamos a revisar, pero la señora contestó que solo se habían robado el radio.
Optamos por una solución externa, alquilamos un departamento que junto con dos alumnas compartirían, luz, agua y todo.
En teoría todo iba a ser resuelto en esa forma, pero resulta que la despensa de nuestra hija desaparecía apenas y era surtida, y las otras inquilinas se veían una con otra, como culpándose entre si, la cosa es que se decidió abandonar ese refugio y para nuestra fortuna coincidió con en término de los estudios y su regreso a la Ciudad de México.
Se casó con un ranchero , una especie de mueble que no va al cine, tampoco al teatro, nunca pasea y no le gusta la comida que se limita a unos huevos de desayuno y un trozo de carne con Coca-Cola en la comida.
Malenita después de crear una granja de gallinas debió abandonar la idea cuando llegó Bachoco, que empezó casi regalando el producto y hacer quebrar las granjas y comprarlas a precio barato.
Mi niña, no se preocupó, hizo extensos sembradíos de frutas sin productos agroquímicos, formó su empacadora y todo quedó para beneficio de otras personas.
Este es un recuerdo por el cumpleaños patriótico de mi hermosa aprendiz de ballet clásico en su infancia y que dedicó su profesión como agrónoma a apoyar, aconsejar y ayudar a campesinos debió abandonar la región.