Monreal

** ENTRESEMANA

/ MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN /

Monreal es como las iguanas apedreadas, reconocimiento populachero al político experto siempre alerta frente a las buenas y las peores.

Nadie lo sorprende mal parado ni falto de argumentos.

Y…

A contracorriente del dictado superior, por ahí del mediodía del jueves de canícula, Ricardo Monreal Ávila se despidió de los periodistas que cubren la “fuente” del Senado.

Para el efecto, dirían los exquisitos cronistas de sociales, compartió manteles en la circunstancia de salir del Senado por la puerta grande para ir, cual redivivo Jasón, en pos del Vellocino de Oro y ocupar cual símil de epopeya la Presidencia de la República.

Compartió el haute cuisine mexicana con periodistas de todos los medios, de todos incluidos los estigmatizados por el licenciado presidente. ¡Total!

Así, escanciados con agua de Jamaica, se dispuso la mesa con tacos de costilla en guajillo y chicharrón en salsa verde, rajas con crema y arroz blanco a la jardinera y otros suculentos platillos, amén de tamales lo mismo de rajas que de dulce.

Y Ricardo dejó de lado la recomendación de las buenas maneras dictadas en el Manual del decimonónico venezolano Manuel Antonio Carreño, para seguir la mexicanísima regla de cómo comerse un taco.

Con el dedo meñique alzado y el cuerpo ligeramente encorvado, lo suficiente para que la corbata a rayas no pareciera badajo, Ricardo degustó del exquisito taco libre y sonrió frente a las ocurrencias reporteriles.

Y hasta respondió a preguntas carentes de complejos porque se encontraba con la banda, con esta familia de periodistas especializados en asuntos legislativos.

Como crónica de sociales, diríase que en la despedida de Ricardo Monreal saludamos a las colegas Karina Aguilar y Claudia Flores Barreto, Andrea Becerril y Georgina Saldierna.

También por ahí vimos en amena plática a Félix El Gallo, a los reporterazos Luis Carlos Rodríguez y Víctor Gamboa Arzola, a Abelardo Martín y Roberto Vizcaíno, Ubaldo Díaz y Francisco Gómez Maza y…

Bueno, bueno.

Estábamos en que…

Ricardo suele escuchar su intuición, como cita y recomienda ni más ni menos que la Reina de su casa, su Reina pues, la señora Mari Chuy, su esposa María de Jesús Pérez Guardado.

Así que, en la media luna que es la explanada del llamado Patio del Federalismo, en la sede senatorial, Ricardo se dejó llevar por su intuición, en su último día formal en esa que ha sido su segunda casa en los últimos cuatro años y nueve meses.

Y repartió la misma sonrisa de aprecio con las reporteras y los reporteros y los reporteros gráficos, los maestros de la lente que, machetazo a caballo de espadas, se sacaron la foto con el senador que ya lleva en la bolsa la licencia por tiempo indefinido al escaño.

Vaya, pues, no hay que olvidar que, desde el alto mando de Morena, la instrucción a los aspirantes a la nominación presidencial fue evitar a los medios enemigos y críticos de la 4T, los de rango conservador y alimento neoliberal, recomendación que, dícese, llevaba olor a azufre de prohibición.

Ricardo y los simbolismos, Ricardo en esa gráfica que lo plasmó con el cuadro del Santo Niño de Atocha bajo el brazo cuando hacía maletas para abandonar su oficina en la presidencia de la Junta de Coordinación Política.

Y sin duda en estas últimas horas que se cerraron con la taquiza compartida con la “fuente” legislativa, la memoria de Ricardo se refrescó como en los momentos que se demanda recordar tiempos idos. Y buscar respuestas a…

Ricardo siempre a contracorriente. Primero amado en Palacio y luego olvidado como la muñeca fea que, a fuerza de tesón, retornó a la primera fila de los presidenciables, en la foto a la siniestra del licenciado López Obrador.

Imagínese.

Aquella mañana del fatal 19 de septiembre de 1985 Ricardo Monreal Ávila cumplió 25 años y en ese año se casó con María de Jesús Pérez Guardado. La Reina de la casa, confía su hija Caty en el Monreality que apisona el camino de la campaña en busca de la nominación, a la que llaman Coordinación de la Defensa de la Cuarta Transformación.

O algo así

Y “Todos con Monreal, de aquí pa’l real”… “Se ve, se siente, Monreal Presidente”.

¡Ah! Ricardo Monreal enfundado en traje oscuro cuando el termómetro se pasea por los 30 grados, o más.

Pero ni suda ni se acongoja; ha decidido atender a su intuición, la misma que, hace más de dos décadas, lo llevó a romper con el entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León cuando le negó la candidatura priista al gobierno de Zacatecas.

Esa intuición, esa intuición…

Fue gobernador, luego diputado federal y después senador y…

Jueves de singular canícula en ese espacio del Senado en el que se sirve la taquiza para despedirse de los muchachos y las muchachas de la prensa, material que seguramente Anita y Caty utilizarán para un nuevo capítulo del Monreality.

“Lo amo demasiado”, ha confesado la señora Mari Chuy, Ricardo se sabe arropado y consentido por su esposa e hijas, por los suyos y se arriesga nuevamente en esta carrera de resistencia que es la política.

Ricardo bromea con los reporteros gráficos y pide la cámara en el ánimo de captar a Ricardo Maldonado, el fotógrafo que está inventariado en el Senado.

Monreal se despidió de los integrantes de la Junta de Coordinación Política, antes de encontrarse con “la prensa”, el genérico con el que se llama a la fuente, a los reporteros que dejan la vida en el ejercicio de la profesión.

Ricardo lo sabe. Sin los reporteros, los periodistas, la política no es nada. Y sin ésta, la opacidad transita en la suspicacia de la corrupción.

Por eso, por eso se deja llevar por su intuición que le ha sido fiel en estos andares de hacer política desde aquellos días en que era un adolescente en su natal Plateros, Zacatecas.

¿Será el bueno para la Presidencia, abanderado por Morena?

Su intuición y el Santo Niño de Atocha lo saben y él confía en lo inmaterial que, finalmente, es alimento del alma y motor del ser humano.

Ricardo en su espacio, jueves de calorón y la taquiza compartida con la banda, los reporteros, las reporteras, los críticos y los no tanto, los colegas que hacen su tarea y sus jefes deciden de qué color pinta el día en la ruta de la sucesión presidencial.

Monreal y su intuición, ¡Recáspita, Drakko! Digo.

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