/Verónica Malo /
* Marcelo no estuvo presente este fin de semana en el Consejo de Morena en CDMX, pero publicar una bochornosa foto no son las formas de hacer puntitos rumbo al 2024.
“Se voló la barda”
Esta expresión es muy utilizada para decir que alguien hizo o dijo algo inapropiado y se pasó de lanza.
Esta frase súper común entre los mexicanos hace referencia al momento en que un bateador anota un home run; es decir, hace que la pelota salga del campo de juego volando la barda.
Para estadísticas de imposibilidades tenemos al 19 de septiembre.
La probabilidad de que en 37 años tiemble con más de 7 grados de magnitud el mismo día del año en tres años distintos, es menor a algo así como 8 millonésimos (un 0.000008).
La embajadora ejemplar y su marido dignamente crítico.
La probabilidad de que, siendo canciller de Estado, representes a tu país en el funeral oficial más importante de los últimos 57 años (el último parecido fue el de Winston Churchill en 1965) porque tu jefe no puede asistir, y pensando que son eventos únicos o de una vez en la vida, no es tan baja como la referida del sismo, pero no deja de ser pequeña.
Así, entonces, eres secretario de Relaciones Exteriores, cuentas con la oportunidad única de estar en un evento que no se repetirá mientras vivas. De atestiguar la historia siendo un observador y llevando la decorosa representación de tu país. Pero en lugar de ello decides hacer el oso y ser burla internacional.
Sin duda el 19 de septiembre lo tenemos para disgustos. Entre las prisas por el simulacro, el miedo por el verdadero sismo y la vergüenza ocasionada por el canciller Marcelo Ebrard, hay suficiente para rato.
Marcelo Ebrard asistió al funeral de Isabel II, quien fuera reina de Inglaterra, en representación del presidente de México y de nuestra nación. Una ceremonia digna de una jefe de Estado quien sirvió a su patria durante 70 años y que fue testigo y participante de eventos que han marcado a la humanidad.
Un evento de estas características (el protocolo de Inglaterra es reconocido a nivel mundial como uno de los más serios y respetuosos) requería una representación digna de una de las mejores escuelas de diplomacia a nivel mundial, como es la mexicana. Mas la acción emprendida y presumida por Ebrard va más allá de cualquier protocolo o falta de este. Se trataba exclusivamente de tener un centavo de respeto hacia la muerte y el evento. ¿Quién en su sano juicio decide tomarse una selfie en un entierro? ¿Y además hacer gala de la misma en las redes sociales?
A Ebrard se le nota obnubilado con eso de la carrera —mucho muy— adelantada por la presidencia de México en el 2024. Pero resulta que el secretario ni es la corcholata favorita de Palacio (ahora tampoco del de Buckingham) ni tomándose la foto lo será de la clase política mexicana. ¿O sí? Creyó que una candidatura bien vale una foto… digo, una misa de difuntos…
Los comentarios en redes sociales no se hicieron esperar, retomados por una publicación inglesa, otra norteamericana y sí, rápidamente, por el resto del orbe. Señalan el desatino realizado por quien debería ser la representación máxima de la diplomacia mexicana.
Marcelo no estuvo presente este fin de semana en el Consejo de Morena en CDMX al que sí asistieron las otras dos corcholatas del presidente AMLO, pero publicar una bochornosa foto no son las formas de hacer puntitos rumbo al 2024.
Hace algunos ayeres, en un 15 de noviembre del 2012, cuando un temblor despertó a la Ciudad de México (6.1 grados Richter), el entonces jefe capitalino, Marcelo Ebrard, publicó un error en su cuenta de Twitter que se convirtió en una forma sencilla y práctica de difusión. El hoy canciller dejó sin espacio las palabras tenemos sismo, lo que se convirtió en la expresión “Tenemossismo”.
Dudo mucho que el reciente error de publicar una selfie pueda transformarse en algo útil (si acaso un elemento motivo de burla, de penita ajena). En realidad, Marcelo se pasó. “Tenemossismo” en su adelantada campaña y en su estúpido proceder.
Las probabilidades de que hiciera el ridículo eran nimias, cercanas a cero, pero al igual que nadie hubiera pensado que por tercera vez un sismo de magnitud mayor a los siete grados Richter incidiera en el mismo día en México en un periodo de 37 años, tampoco nadie pensó en que Ebrard lograría una falta de tacto y de nula diplomacia como la que alcanzó en Londres. ¡Vaya que se la voló!