Una respuesta a la propuesta de sectores conservadores de la Iglesia Católica que califican a la perspectiva de género como ideología en el peor sentido del término.
/ Por Rocío Silva Santisteban/
Cuando los patriarcas conservadores de la Iglesia Católica se refieren al género como una ideología no lo asumen como una estructura de pensamiento, pretenden descalificarlo. Para ellos “ideología” es cierta “falsa conciencia” o manera errada de interpretar la realidad. Por eso debemos negar con contundencia lo que pretenden hacernos creer: la perspectiva de género no es una ideología y la reducción de sus propuestas al absurdo lo único que demuestra es que, hoy como ayer, los patriarcas creen que no es necesario leer al otro para contraargumentar. Su ignorancia es soberbia*.
El género es simplemente la construcción cultural de la diferencia sexual. No es, como erróneamente sostienen, “la negación del sexo y de la naturaleza”. Es un marco teórico que nos permite entender que lo masculino y lo femenino están signados por la cultura y el tiempo-histórico, por eso los roles, arquetipos, estereotipos, imaginarios varían de una cultura a otra. Pero no niega al cuerpo, al contrario: el género como marco conceptual nos ayuda a entender que el cuerpo es soma (lo dado) y sema (lo significado) a su vez.
La antropóloga Gayle Rubin en 1976 acuñó el concepto género (gender) para responder por la sujeción de la mujer. Su respuesta se sustenta en los estudios del gran antropólogo Levi-Strauss sobre la familia patrilineal y sobre dos de los elementos fundamentales de toda sociedad: el tabú del incesto y el intercambio de mujeres sobre las cuales se instituye ese tabú. Me explico: si un patriarca no puede casarse con su hija porque es incesto, sí puede “entregarla” a otro, organizando de esta manera una red social a su favor. Por eso la dote. Por eso los matrimonios arreglados. Por eso la dominación masculina.
A pesar de lo que pueda creerse hoy, la Iglesia no ha sido desde los comienzos del cristianismo patriarcal y misógina. Hubo un importante diaconado femenino en la época de Cristo, ¿acaso en el texto bíblico cuando “resucita” no se le aparece a las mujeres? Julia Kristeva ha investigado al respecto. Sin embargo, a lo largo de los siglos, la institución se ha convertido en un espacio patriarcal ocultando sistemáticamente las interpretaciones de las mujeres. San Pablo tiene gran responsabilidad en esta “expulsión”, pero ha sido San Agustín el que nos demonizó. Como sostiene la teóloga Dorotea Ortmann, “el reglamento de la sexualidad en el cristianismo tiene su origen en San Agustín, quien la rechaza por haber pertenecido al grupo de Maní (maniqueísmo). Cuando se vuelve cristiano, impregna su teología con ideas adquiridas en este movimiento”.
El control de la sexualidad y de la participación de la mujer en la Iglesia ha invisibilizado a grandes teólogas y religiosas, desde Hildegard von Bingen (s. XI) hasta la monja catalana Teresa Forcades en la actualidad. Forcades, por ejemplo, sostiene que la teología feminista debe ser ante todo liberadora y producto del pensamiento crítico para problematizar las categorías sexuales. La teóloga alemana Sandra Lassak enfatiza: “Como teólogas debemos luchar contra los pecados estructurales; el sexismo con su máxima expresión de violencia forma parte del pecado [necesitamos] Una teología, una ética y pastoral que se pronuncie en contra del machismo y sus opresiones; conceptos pastorales y teológicos que realmente sean respuestas a los llamados ‘signos de los tiempos’”.
Texto recuperado de La República (2 agosto de 2016),