Nuestras mujeres, hartas de tanto atropello .

**Otros Ángulos

/ Raúl Cremoux /

a autonombrada 4T nos ha venido a demostrar amplia y profundamente que los cambios de poder, no importa cómo se llamen ni qué sobrenombres los parapeten, son cambios de élites y no sólo de individuos.

Nuestras mujeres conmemoraron el Día Internacional de la Mujer, que es sólo una vez al año cuando debiera ser de 365 soles, de la forma en que pudieron en más de 30 ciudades del país. Lo hicieron bailando, declamando, con brío, con llanto. Siempre enarbolando su bandera de hartazgo contra un gobierno que las minimiza, las aparta y las somete.

Mujeres insumisas fue la película del güero Alberto Isaac que enarboló una de las primeras acciones de mujeres dispuestas a hacer valer sus derechos y a pregonar las infamias que se cometían con ellas. Abusos que hoy han crecido hasta hacer una montaña con sus persecuciones, heridas, desapariciones, lesiones y asesinatos. Siempre minimizados por las autoridades. Baste saber que mientras al deporte favorito del Presidente, el beisbol, se le asignan mil 700 millones de pesos, al instituto (Inmujeres) que debe velar por ellas, sólo se le destinan 830 millones.

Esta suma insignificante ante los abusos, ultrajes, violencia de todo tipo contra ellas data de latitudes y tiempos en donde por cualquier pretexto se les acusaba de brujas para llevarlas primero a la tortura y luego a la hoguera.

La pensadora fallecida Ikram Antaki relata que “muy bien lo entendió la emperatriz Irene cuando le dijeron que Carlomagno no la respetaba: ¿Por qué? preguntó ella. Porque usted es mujer, le respondieron. ¿Sólo por eso? Volvió a preguntar. Sí, por eso, le volvieron a responder. La emperatriz resolvió el problema emitiendo un decreto que decía: “A partir de hoy, la emperatriz Irene es un hombre”.

¿Pueden y desean hacer algo como eso nuestras mujeres; deseamos los hombres algo semejante?

Todo indica que vivimos en un conformismo social donde priva lo que Étienne de La Boétie llamó La servidumbre voluntaria. Esa forma cómoda de vivir al amparo de una ideología que desde la cúspide señala cómo se debe vivir, aunque se pisoteen derechos e igualdades para obtener el beneficio de privilegios y formas gratificantes de vida.

¿Cómo explicar las casi 130 mil mujeres desaparecidas, mutiladas, asesinadas en los últimos cuatro años y medio, si no es porque de esos casos que en otros países por sólo uno se vuelve un escándalo, nosotros mexicanos lo vemos como algo “normal”?

No importa que sean mujeres desconocidas, vecinas, incluso de la familia: “son mujeres, ellas se lo buscan” y así acallamos el dolor y la vergüenza. Son mujeres y por eso les dedicamos canciones, les hacemos regalos, les damos flores, pero no las respetamos, no reclamamos y permanecemos callados cuando les arrojan ácido, las venden como costales de papas, las mancillan y las matan.

De ahí que “en su día” uno solo, salgan a protestar, acusar, exigir trato digno, justicia soberana y respaldo de nosotros los varones.

¿Lo somos o sólo aparentamos que ellas nos importan en un mundo absurdamente patriarcal, abusivo y demencial?