De memoria.
Carlos Ferreyra Carrasco.
Jovencita, era una flor entre los corresponsales extranjeros que le pedían con insistencia que les interpretara algunas canciones.
Siempre escoltada por sus mosqueteros, Juan, Gerardo, Javier y Antonio, disfrutaba la buena cocina del Mesón del Cid y especialmente el lechón a la Segoviana acompañado por un delicado caldillo de La Rioja.
Es la imagen inicial de quien pronto sería mi amiga, digamos parte de su familia que me adoptó, con mi esposa, Magdalena, con la que visitábamos las Cabañas del Coronel.
Eran jornadas de buenas viandas, abundantes y ricos vinos de La Rioja o de Ribera del Duero. Peleas de gallos, albures y sesiones de tiro al disco con escopeta.
Nos divertíamos, hablábamos de la marcha del país y del mundo. Por entonces Javier trabajaba en la agencia gringa AP, Juan andaba recorriendo mundo con la naciente AMEX y yo ejercía en la cubana Prensa Latina.
El fantasma de la información siempre rondaba alrededor de nosotros. Fátima, inquieta, se mantenía al tanto y se preparaba para hacer su incursión en la radio de donde no saldría más.
Sin saberlo, imagino que el mundo de la noticia y la comunicación con la gente por las ondas hertzianas, le resultó más grato que la interpretación de canciones románticas.
Con un relativo apoyo de sus hermanos, se abrió paso en ese medio tan competido y tan exclusivista, al menos en esa época, y brilló, hizo historia y dejó una gran herencia de discípulos que la recuerdan con respeto, afecto y mucho agradecimiento.
Habrá quien pueda aportar mejores recuerdos de una mujer gentil, culta, inteligente y siempre activa. Sólo dejo para el final una de sus bromas predilectas, con la que solía destruir mi, pensaba yo, buena fama de revolucionario latinoamericano.
Platicaba a todo el que se acercaba a nuestra mesa, que cuando sus hermanos nos presentaron, yo, solemne y engolando la voz, con un tono de trascendencia histórica, me presente: Carlos Ferreyra, comunista…
Fátima, siempre fresca y festiva, respondió con la formalidad que ameritaba tal encuentro: Fátima Ibarrola, consumista…
No me despido de quien deja tan buenos recuerdos. Estará presente, hermosa y vital, cuál solía ser. Hasta la vista, Fat.