/POR YAZMIN ALESSANDRINI(
* En Palacio Nacional se supo 12 horas antes de la tragedia que golpearía a México y callaron
* Tenemos un gabinete de utilería cuyos integrantes carecen de iniciativa y decisión
* El principal destino turístico del país tardará años en levantarse y cobrar auge
TRISTE REALIDAD.- Sí, eso se puede entender y, por lo mismo, no se le puede responsabilizar a nadie por la devastación y destrucción que el huracán “Otis” tras su paso por el estado de Guerrero, principalmente en el municipio de Acapulco, donde lugareños y turistas (nacionales y extranjeros) vivieron un verdadero infierno. Efectivamente, se trató de un meteoro de comportamiento atípico que en muy pocas horas pasó de categoría 1 a categoría 5 catastrófica. Sin embargo, lo que no se vale es que desde los tres niveles de Gobierno (Federal, estatal y municipal) tanto el Presidente Andrés López Obrador como la gobernadora Evelyn Salgado Pineda y la alcaldesa Abelina López Rodríguez, contando con información de lo que se le venía a Acapulco, desde 12 horas antes de que el fenómeno golpeara a uno de nuestros principales destinos turísticos, no hayan hecho lo suficiente para informar y alertar a las personas de lo que se les aproximaba. Ahora los tres juran y perjuran que sí se les avisó, que sí se les informó, que sí se les alertó y que todo el tiempo estuvieron al pendiente… ¡Mentira!, ¡mentira!, ¡eso es mentira! Y eso es justo lo que indigna, lo que causa rabia y lo que decepciona de un Gobierno que asegura que no es como los de antes y cuya prioridad es el pueblo, principalmente la gente pobre. Por enésima ocasión volvieron a enseñar el cobre, nada más que en esta ocasión su cinismo, su incompetencia, su indiferencia, su incapacidad y su falta de reacción oportuna agigantó esta tragedia cuyas pérdidas humanas y materiales (como ya es una costumbre aquí en México) jamás podremos calcular certeramente. Como el dichoso “escenario catastrófico” de 60 mil muertos por COVID que ahora dice don Huguito López-Gatell jamás mencionó.
GABINETE DE JUGUETE.- De acuerdo a los dichos de nuestro Presidente, quien se vale prácticamente de todas sus conferencias mañaneras para recordárnoslo, estamos viviendo en una época de jauja. Nuestra economía es de las más celebradas en el planeta, tenemos un súper peso al que el dólar le hace los mandados, nuestros migrantes prácticamente son héroes nacionales por las carretadas de remesas que envían a México, en el G20 nos ven con una enorme admiración y tenemos al segundo mandatario más popular del mundo mundial… pero eso sí, no tenemos un maldito teléfono satelital para que el Presidente se pueda comunicar con los gobernadores de todos los estados en situaciones de emergencia. Tenemos una Secretaria de Gobernación (Luisa Alcalde) y a una Coordinadora Nacional de Protección Civil (Laura Velázquez) que sirven para dos cosas: Para nada y para nada. No existen. Ausentes. Invisibles. Y como tenemos a un gabinete de vocación decorativa que si el Presidente no se los autoriza prefieren quedarse con la boca cerrada, pues ellos muy comodinos dejan que todo se resuelva desde Palacio Nacional. Porque la cruda realidad nos escupió a la cara a todos (sí, ¡a todos!) que la 4ª Transformación sólo es una arenga de batalla atrapada dentro de una narrativa muy limitada. No contamos con la tecnología suficiente para hacerle frente a un desastre natural, no tenemos personal especializado (todos los corrieron, bajo el régimen de la austeridad republicana) que se encargue de estos temas, de diseño de protocolos mejor ni hablemos… ¡vaya!, ni siquiera tenemos a un militar de rango decente capaz de sugerirle al Presidente que no se vaya a Acapulco por tierra porque los caminos están cerrados por deslaves y el mal estado de la carrera, y que lo mejor es ponerle en plena plancha del Zócalo un helicóptero “Blackhawk” para que de ahí vuele lo más pronto posible. En fin…
A LA BUENA DE DIOS.- Seguramente muchos de ustedes recuerdan al huracán “Katrina” (categoría 3) que en 2005 azotó principalmente la región de Nueva Orleáns y al estado de Louisiana, en Estados Unidos. Mató a más de 2 mil personas y sus daños económicos ascendieron a 125 mil millones de dólares. En esa ocasión, recuerdo muy bien que el gobierno estadounidense de George W. Bush apenas fue enterado de que había una amenaza de huracán (ojo, ¡amenaza!) de inmediato implemento los protocolos necesarios para evacuar y salvaguardar a la población. No se esperaron a que el fenómeno asomara su categoría. Incluso habilitaron el estadio techado Superdome, donde juegan los Saints de la NFL, como refugio para proteger a la ciudadanía. ¿Qué hizo el Gobierno de México con la crisis y la tragedia de “Otis” en Acapulco? Absolutamente nada. Bueno, sí, curarse en salud e inventar excusas y pretextos. Y la prueba más contundente de ello es que es la hora en que no sabemos cuántos albergues y los refugios hay, y la ubicación de los mismos, para auxiliar a la población. Cero capacidad de reacción, cero conocimientos en materia de desastres naturales, cero sensibilidad, cero empatía, cero solidaridad. ¡Esto es un desastre!
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