**Sin tacto .
/ Por Sergio González Levet /
Rey de Epiro, un reino griego allá en el siglo III antes de Cristo, Pirro fue un general que ganó todas sus batallas ante los romanos y los cartagineses, pero que terminó por perder su ejército y su poder entre tantas victorias.
Fue singular la batalla de Heraclea, una ciudad situada justo en el punto superior interno del talón que hace la Península Itálica. Ahí se enfrentaron 30 mil soldados de las legiones de la República Romana contra 25 mil griegos, que tuvieron a su favor un arma formidable y desconocida: 20 elefantes de guerra.
Pirro ganó esa batalla pero a un gran costo, porque perdió la mitad de su ejército, lo que le hizo exclamar su famosa frase:
—Otra victoria como ésta, y vuelvo solo a Epiro.
Y de ella surgió la expresión “victoria pírrica”, que se refiere a quienes obtienen un triunfo pero a un precio demasiado grande, lo que termina por ser considerado como una derrota, lo que es en realidad.
Bien, el Gobernador de Veracruz obtuvo una victoria pírrica el sábado pasado, con su marcha “voluntaria y sin acarreos” de 10 mil veracruzanos, que se apostaron frente a las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para lanzar imprecaciones a los ocho ministros que han votado en contra de disposiciones del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Lanzaron acusaciones y de ahí, muy en el odio jarocho, pasaron a los insultos, las amenazas en contra de la Presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, que es la villana favorita de la 4T y de su Patriarca -que es decir lo mismo- y tuvieron la muy deplorable ocurrencia de simular dos féretros con sendos muñecos que tenían la fotografía de la magistrada y del doctor Alberto Pérez Dayán.
Triste el espectáculo de la sinrazón, de la intolerancia, de la abyección exhibido por el Gobernador de Veracruz, que nomás no puede hacer nada que merezca la aprobación de sus paisanos. Parece decidido a hacer rodar por el fango el orgullo centenario de los jarochos -tan regionalistas y amantes de nuestra tierra que somos- y a presentarse como un mandatario nimbado por el ridículo y la estolidez.
En su victoria pírrica, Cuitláhuac llevó obligados a los empleados del Gobierno del Estado y con eso consiguió que se enojaran al grado del desquite, el que sin duda tomarán en las elecciones de junio próximo, cuando voten en contra de los candidatos morenistas.
Y hay que agregar el dinero que le costó la movilización, que salió de los recursos que estaban destinados para hacer frente al insólito aumento salarial que ofreció el presidente AMLO a los maestros de educación básica y normal, y que deberá sufragar el estado para los maestros de la Sección 56 y de los sindicatos adicionales que tiene Veracruz.
Sí, Cuitláhuac cree que quedó bien con su Patriarca; piensa que va a recobrar su favor y su simpatía; se convence de que va a volver a ser el más querido y el más honesto por decreto presidencial.
Pero igual que Pirro, con otra “victoria” de éstas va a terminar por regresar a Veracruz solo y con su alma.
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