Populismo y Transformación

 

Jorge Francisco Cabral Bravo

La indignación tiene un enorme poder, porque es una inequívoca señal de que se ha traspasado la zona de confort y de la indiferencia.

Sí indignación es un sentimiento de intenso enfado o disgusto que provoca algo o alguien que se considera injusto, ofensivo o perjudicial, entonces empezará a haber consecuencias.

La indignación rompe con la indiferencia y lleva la acción.

Reencuentra a  los ciudadanos y los empodera porque se unen en propósitos comunes.

La indignación es una poderosa lleva que abre puertas a la acción y también a perder los miedos para participar y exigir.

Provoca respuestas inesperadas e incluso inéditas.

Las redes sociales son una herramienta poderosa que fortalece el poder de la indignación.

El poder de la indignación puede significar la gran esperanza y posibilidad para empezar a transformar aquello que ha provocado tanto enojo y para reconocer que cada ciudadano tiene un poder real.

Y aún más grave, el poder de la indignación puede terminar en consecuencias populistas, demagógicas o mesiánicas, en manos de líderes o grupos aún más autoritarios, corruptos. Y a quienes nada importa el Estado de derecho.

En nuestro país hay una indignación amplia frente a la corrupción y la pérdida o ausencia de oportunidades. Pretender no reconocerla y seguir adelante como si nada estuviera sucediendo, bien podría ser el principio de caminos más adversos, inciertos y de pérdidas de libertades. El caso es que para muchos es un anhelo, una ilusión y hasta una obsesión. Luego vienen las tempestades y hay que aguantar vientos, marejadas, sismos y tornados. Gobernar no es un grato paseo.

Hay que elegir el traje y el peinado.

Sin gestos, inmutable. Voz serena, si se puede plana, sin sobresaltos.

Pese al optimismo expresado cotidianamente y, eso sí, desde muy temprano, respecto de la buena marcha de la república expertos en diversas disciplinas, son reiterativos y contundentes en señalar que las cosas no van bien y que el país se encamina a escenarios extremadamente peligrosos en el futuro inmediato.

Al panorama, de origen, ciertamente complejo se adicionan a diario temas altamente sensibles que han venido siendo sorteados de manera coyuntural, con un tratamiento mediático intenso en sus inicios, para luego diluirse, paulatinamente, hasta quedar prácticamente en el olvido.

El ascenso del populismo supone un reto importante para quienes observan los fenómenos relacionados con la gestión pública. Frente al paradigma de la preeminencia de los expertos, la técnica y las políticas públicas diseñadas con base en evidencia, los gobiernos populistas han cuestionado los mecanismos de ascenso burocrático centrados en el mérito profesional, han rechazado la técnica como base del diseño de políticas.

El populismo presenta un reto importante para el futuro de la gestión pública y sobre todo para el paradigma reinante en el que se enfatiza la eficiencia, el establecimiento de metas claras y el monitoreo y evaluación del desempeño de las políticas y programas de gobierno. Esta forma de organizar la gestión pública requiere un alto nivel de especialización técnica.

Para los populistas, los expertos en el gobierno son intermediarios que se interponen entre los líderes políticos y el pueblo, y que los expertos en realidad defienden los intereses del grupo de las élites, ignorando los intereses del pueblo. Para lograr una verdadera equidad y justicia dice la doctrina populista, es necesario acabar con la influencia distorsionadora de esos expertos y crear vínculos directos entre el poder político y los ciudadanos. Para la retórica populista, el mérito y los conocimientos técnicos son una forma distinta de llamarle al privilegio heredado. Bajo esa visión, la preparación y el conocimiento técnico, al ser inaccesibles para el pueblo, son intrínsecamente injustos, discriminadores y elitistas: son parte de un sistema de explotación.

El reto que el populismo impone a la gestión pública es grave y existencial.

Vivimos una época de transformación, AMLO la llama la 4T, la compara con las grandes gestas históricas y define como enemigos a todos aquellos que se expresan en contra. A ciencia cierta  no sabemos que es la 4T. No hay claridad en cuáles son sus metas, en qué consiste esta transformación, cuáles los beneficios para la población.

En las mañaneras AMLO la define, la cambia, la inventa, la orienta a diferentes acciones. Desde luego los culpables de cualquier falla son los gobiernos anteriores.

No hay claridad de los beneficios que sus obras y acciones emblemáticas tendrán solo, solo hay pérdidas, hay daños ecológicos en Tren Maya, hay también una falsa explicación de sus beneficios.

¿Qué decir de Dos Bocas? Ubicada en una zona incomunicada, pantanosa e inundable. Mejor inundar la Chontalpa que a la refinería y a Villahermosa. Los costos de producir gasolinas no serán menores a los internacionales, y su mantenimiento, carísimo.

Aún no sabemos si las aerolíneas comerciales podrán utilizar Santa Lucía para sus operaciones, ni cómo los pasajeros se trasladarán para hacer abordaje hacia sus destinos finales.

Todas estas obras son financiadas con gasto público. AMLO no gusta de las coinversiones con el sector privado, y a este no le gustan los riesgos de proyectos no viables.

El resto del dinero público se va a PEMEX y a CFE, para tratar de revivir monopolios ineficaces y costosos. Claro ya no alcanza el dinero, pues se cayó la economía con el COVID y con la incertidumbre legal para invertir en el país.

No hay recursos no para estados no municipios. ¿Qué pasará cuando después del 2021, o quizá ese mismo año, se acaben las fuentes para financiar el gasto? Bueno lo primero será, culpar a los gobiernos anteriores y llamar a la indignación. Pero eso no resuelve nada, vamos a vivir momentos muy difíciles para toda la población.

Aun controlando medios de comunicación y coartando la libertad de expresión. México es un país grande y diverso, que no podrá aceptar explicaciones banales.

A las mujeres les ha castigado con mayores cargas, sin apoyos para el trabajo, para crianza de hijos, para detener la violencia y los feminicidios, sin guarderías, ni refugios, con una violencia descarnada, pública y que goza de impunidad.

La transformación ha llegado, sin duda, con locuaces declaraciones y ayudas sociales que buscan paliar los efectos de la crisis y ganar el favor de los electores, pero no vamos a poder aguantar este ritmo. Y eso duele. Para AMLO primero los pobres es generalizar y ampliar la pobreza y manipular a los votantes en aras del poder y también del dinero.

A veces, la realidad lo alcanza, como en el caso outsourcing. Él pensó que era un esquema que era contra el interés y los derechos de los trabajadores. La Ley Federal del Trabajo se modificó para hacer más flexibles las contrataciones. Generó más empleo, creatividad y competitividad de las empresas.

Ahora se les criminaliza, se les prohíbe la subcontratación y así se bloquea el crecimiento. Tarde, pero finalmente AMLO se reunió con empresarios para escucharlos.

Después del niño ahogado, porque no le gusta coordinar acciones, sino imponerlas.

Desde luego se equivoca pues no todo lo sabe. Abusos pudo haber, pero la afectación que la nueva ley hace al empleo y a los empresarios es terrible. Qué bueno se corrija, al menos en parte, semejante despropósito que la mayoría de Morena votó sin modificar o analizar.

 

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