*La Corte.
Azul Etcheverry
En la semana, la agencia de noticias Reuters dio a conocer un reportaje sobre el uso de remesas de Estados Unidos a México para lavar dinero proveniente de los negocios del narcotráfico. El reportaje, bastante completo y con testimonios sólidos, vino a confirmar esta teoría que también escuchamos meses atrás, sobre el uso del Banco de Bienestar del gobierno federal para el mismo fin.
Más allá del hecho del lavado de dinero, estas noticias nos dan una idea de cómo operan las redes criminales, con total normalidad e invadiendo cada vez más la vida cotidiana de los ciudadanos, pues, en semanas anteriores, también vimos noticias sobre jóvenes desaparecidos en el estado de Jalisco bajo la sospecha de reclutamiento forzado por parte de estos grupos.
Ahora, en este reportaje se relata cómo los cárteles enrolan a gente común y corriente, tanto para enviar dinero en Estados Unidos como para recibirlo en México y entregarlo a los integrantes criminales. Las personas relatan cómo, por ejemplo, en el estado de Sinaloa es muy común que al menos un miembro de la familia se dedique a hacer este tipo de encargos, incluso se lee entre líneas que las empresas y sector privado por el cual se realiza el envío de remesas no quiere ver o hacer frente al problema, así como tampoco los gobiernos.
Estamos observando organizaciones de actividades ilegales que no solamente han crecido y se han fortalecido, sino ahora se muestran versátiles, camaleónicas y resilientes a varias crisis y cambios en el orden mundial, como lo fue la pandemia por covid-19, de la cual se heredaron este tipo de prácticas para la transferencia de dinero, pues las restricciones hicieron difícil el traslado de dinero en efectivo por otros medios.
En este ambiente oficialista opaco y de pocos u otros datos, la respuesta del gobierno mexicano ha sido pobre, se han usado los datos del incremento de remesas para presumirlas como principal fuente de ingreso, pero se han desmentido informes que las relacionan con el narco, todo sin fundamento alguno. En Estados Unidos, la cosa tampoco es muy diferente, entre proyectos de ley que buscan atacar el problema y que se quedan sólo en eso, hasta solicitudes de datos sin respuesta por parte de autoridades.
Los criminales están ya muy bien organizados en ambos lados de la frontera y tienen una estructura sólida que no conoce de nacionalidades, mientras los gobiernos se señalan unos a otros. Nace otra vez la necesidad de resaltar la importancia de la relación bilateral, de aceptar una responsabilidad compartida y emprender un esfuerzo real y robusto.
Para nosotros cobra muchísima importancia el momento democrático, en el futuro próximo, no saldremos sólo a elegir el líder de los próximos años, elegiremos a quien pueda hacer de este vínculo binacional un frente unido para proteger y guardar la vida de los nuestros.