/ Yazmin Alessandrini. /
En las relaciones de pareja como en la vida misma lo más difícil de encontrar son los balances. Y uno de los mayores retos que encontramos, tanto hombres como mujeres, al momento de definir, establecer y ejecutar las dinámicas cotidianas con nuestr@ novi@s o espos@s, es el poder erradicar patrones de comportamiento y conviencia que nos permitan alejarnos del machismo porque, ya sea de manera consciente o inconsciente, todos los seres humanos al momento de vincularnos emocionalmente con alguien siempre enseñamos el cobre con el control y la manipulación.
Se dice que es una cuestión de instinto que los hombres y las mujeres seamos posesivos y territoriales, por lo que al momento de establecer un vínculo afectivo con otra persona siempre va a aflorar nuestra personalidad protectora. ¡Vaya manera más falsa de acotar que poseemos aristas en nuestra personalidad que son dañinas y tóxicas! Y es que nada justifica cuando un hombre o una mujer quieren controlarlo todo en cuanto a la vida de su pareja.
Y los ejemplos de lo anterior los tenemos a la mano prácticamente en todas partes, incluído nuestro hogar, porque cuando recién comenzamos con una relación de pareja (un noviazgo que eventualmente, con el transcurso del tiempo, podría derivar en un matrimonio) lo primero que hacemos es intentar marcar territorio con imposiciones de todo tipo, principalmente de los varones hacias las mujeres: De forma muy directa o en ocasiones de manera sugerida, intentamos conducir y definir hasta las acciones más insignificantes de la cotidianediad de la persona con la que vivimos.
La forma de vestir, a qué amistades frecuentar, el tipo de alimentación que debe llevar, a qué lugares sí asistir y a los que no… incluso el control llega a tales extremos que existen personas que “se apoderan” tanto de sus parejas que les seleccionan el tipo de programas de televisión, películas y libros que deben leer. Claro está, siempre bajo este pueril argumento o justificación: “Mi amor, es que yo sé mejor que tu lo que más te conviene”. ¡¿Pueden creerlo?!
Cuando vivimos enamorados u obnubilados por un mal concepto de lo que entemos por amor, es muy frecuente que nos dejemos invadir por nuestra pareja a grado tal de que, sin darnos cuenta, nos estamos despersonalizando de manera paulatina y también cediendo nuestra libertad, porque a final de cuentas lo que estamos haciendo, al endosarle la potestad a otra persona para que decida por nosotros es convertirnos en seres sin poder de decisión sobre nuestras propias acciones.
Vivir en pareja bajo ninguna circunstancia tiene que convertirse en un cesión de derechos a favor del otro. En la dinámica de acoplamiento entre dos seres humanos es indispensable que hombres y mujeres entiendan que cada uno es dueño de su propio bagaje emocional y que eso de “convertirse en uno solo” no es más que un eufemismo idealista que nada tiene que ver con la verdadera realidad en la que a diario estamos involucradas todas las personas.
Si tienes una pareja y si verdaderamente la amas y deseas verla crecer en todos los aspectos, antes que nada tienes que entender que su desarrollo individual afectará directamente el crecimiento de ambos. Por ello, es imperativo que te quites de la cabeza la falsa creencia de que esa persona “te pertenece” y que tu debes y tienes que decidir en todo lo que ésta haga. Olvidate de las imposiciones y de las prohibiciones. Respeta su espacio, sus gustos, sus amistades, sus pasatiempos, sus proyectos personales y deja que fluya acompañada de todos éstos. Crecer en lo individual detonará el crecimiento de la pareja.
¡Prohibido prohibir!
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