Qué hacer ante las mañaneras, el boletín oficial .

 

/ Raúl Trejo Delarbre /

El presidente López Obrador miente y calumnia todos los días. Hasta agosto pasado, en sus conferencias de prensa había dicho 86 mil 917 afirmaciones falsas o engañosas, de acuerdo con el seguimiento de la empresa Spin. Se trata, en promedio, de 94 falsedades en cada una de esas conferencias.

Las conferencias “mañaneras” establecen buena parte de la agenda pública porque los medios de comunicación profesionales difunden lo que allí se dice. En circunstancias normales, sería de esperarse que las declaraciones del presidente siempre fueran noticia. Pero con un presidente mentiroso y reiterativo, muchas de esas afirmaciones son propaganda.

En vez de informar, aclarar y contribuir a entender los asuntos nacionales, por lo general el presidente Andrés Manuel López Obrador enturbia la discusión pública. Los medios, por costumbre, disciplina o temor, son difusores de esa propaganda y de las falsedades presidenciales. Cuando publican, sin más, esas imposturas, las amplifican y no contribuyen a informar sino a confundir a sus audiencias. Las mañaneras son la versión contemporánea del antiguo boletín de prensa que, en tiempos que suponíamos distantes, todos los periódicos reproducían fielmente.

No son pocos los periodistas que se preguntan cómo dar noticia de las conferencias mañaneras sin dejar de cumplir con su papel de informadores, pero sin convertirse en cómplices de las mentiras del presidente. Esto es algo de lo que pueden hacer.

1. Seleccionar y jerarquizar. Ningún medio, salvo los que el gobierno controla directamente, reseña todo lo que se dice en las mañaneras. Si, de acuerdo con los parámetros de cada medio, lo que dice AMLO no es noticia, no hay por qué publicarlo.

2. Trascender el sensacionalismo. A los medios les encantan las declaraciones drásticas, o cáusticas. López Obrador lo sabe y manipula a los medios con frases contundentes, o aparentemente graciosas. Como esas afirmaciones son llamativas los medios, especialmente en radio y televisión, acostumbran reproducirlas aunque, en rigor, no sean noticia. Se puede informar de lo que dice el presidente sin citar sus frases no comprobables, o calumniosas.

3. Encabezados exactos. Los titulares, tanto en diarios como en noticieros, obligan a la brevedad. Pero es necesario hacer un esfuerzo para explicar, además de relatar. El medio digital Sin embargo se limitó a glosar al presidente en este encabezado: “La minoría corrupta se atrinchera en la Corte, por eso la eleva a poder supremo: AMLO”. En cambio el diario El Debate informó con precisión: “AMLO acusa a la Corte de defender a una minoría corrupta y rapaz por invalidar Plan b electoral”.

4. Contrastar la información. Si el presidente hace afirmaciones inexactas, los medios tienen la responsabilidad de señalarlo. En México aún es escasa la verificación de datos por parte de los medios pero cada vez resulta más necesario que los reporteros, o periodistas especializados en esa tarea, revisen lo que dicen figuras públicas como el presidente. Gracias a Internet, casi no hay información que no se pueda verificar con rapidez y exactitud.

5. Contabilizar las mentiras. Aunque no reporten cada una de ellas, los medios hacen un servicio a la sociedad cuando cuantifican las afirmaciones falsas de un gobernante y dan a conocer esos datos. En Estados Unidos, la prensa profesional subrayó los engaños del entonces presidente Donald Trump al hacer inventarios de sus mentiras.

6. Ofrecer contexto. Las opiniones expertas siempre ayudan a entender los dichos y hechos del poder político. En cada tema, hay especialistas capaces de corroborar, comentar y en su caso cuestionar, las declaraciones de las mañaneras.

7. Voz a los calumniados. Si el presidente los desacredita, los medios que dan cuenta de esas afirmaciones tienen la obligación de recabar la postura de periodistas, escritores, políticos y otros personajes aludidos en las conferencias de prensa. El presidente trivializa sus calumnias a fuerza de repetirlas, pero también las vuelve parte del discurso público.

8. Equilibrar opiniones. Si le dedican al presidente tres minutos, o tres párrafos, los medios tendrían que destinar el mismo espacio a las réplicas o reacciones, o a proporcionar información de las personas o instituciones así aludidas.

9. Tomar distancia. Hay periodistas, especialmente conductores de televisión y radio, que se refieren al presidente con tanta familiaridad que le dicen “Andrés Manuel” cuando mencionan sus declaraciones. Aunque los hayan conocido, en sexenios anteriores nunca hablaron de “Vicente”, “Felipe” o “Enrique”. Informadores y políticos tienen, cada cual, emplazamientos diferentes en el espacio público. Señalar esa distancia, y ejercerla, son signos de respeto a sus interlocutores y audiencias.

10. No ser voceros de falsedades. En circunstancias específicas, cuando un gobernante dice mentiras graves, los periodistas y medios pueden rehusarse a difundirlas. Es indispensable que, en esos casos, hagan públicas sus razones. Así ocurrió en noviembre de 2020 cuando los noticieros de la televisión estadounidense dejaron de transmitir el discurso de Donald Trump que afirmaba, sin pruebas, que hubo fraude en la elección presidencial.

11. Transparencia y parámetros éticos. Informar con claridad, citar fuentes, no propagar rumores, advertir cuando difunden una afirmación que no ha sido verificada: esas y otras reglas de ética periodística ayudan a enfrentar información falsa como la de las mañaneras.

12. Diversificar la agenda. Las mañaneras no lo son todo. Más allá de lo que allí se dice tenemos un país repleto de carencias, problemas, esfuerzos y logros que es preciso investigar e informar.

13. Tomar la palabra. Muchos medios profesionales han abandonado la mañanera. Si acuden, sus reporteros no preguntan, en ocasiones por decisión de las empresas editoriales. Hasta enero pasado, según Spin, 44% de las preguntas eran formuladas por representantes de medios digitales y solamente 26% por reporteros de prensa impresa. Hacer periodismo en esas conferencias comienza por acudir para interrogar con datos y, si es necesario, refutar falsedades del presidente. No es fácil, pero se puede.

De medidas como estas, depende que los medios y periodistas se limiten a reproducir, con todo e infundios, ese boletín oficial que son las conferencias mañaneras o que, como es deseable, informen con profesionalismo y responsabilidad.