Que las mujeres no sean el relleno político.

/ Jineth Bedoya Lima /

La situación para las mujeres sigue siendo muy crítica, si nos alegramos porque su participación en política ha crecido un 1,5 por ciento en los últimos cuatro años. Esto solo ratifica el llamado de las Naciones Unidas, que hace tres meses emitió una alerta devastadora: nos tomará 300 años alcanzar la igualdad de género.

Y, en Colombia, ad portas de tener unas elecciones regionales, que convocan al mayor número de aspirantes a cargos de elección popular, el papel de las mujeres sigue estando por debajo de lo que sería una participación incluyente.

Las cifras de la Misión de Observación Electoral (MOE) dejan ver que aún falta apoyo real de los partidos políticos para que las mujeres se arriesguen a intervenir en las contiendas electorales, sin ser la cuota de género y el descarte para llenar las listas.

Aún hay una ‘timidez’, dirían algunos, por parte de las mujeres que quieren ser elegidas. Lo real, según los testimonios de muchas de las que están hoy en la política, es que quienes mueven los procesos electorales en ciudades capitales y departamentos le siguen apostando a la “voz fuerte y con carácter de los hombres”.

De las 251 personas inscritas para aspirar a las gobernaciones, solo el 18 por ciento son mujeres, es decir, 46. En el caso de las inscripciones a los concejos, de los 106.454 registrados, el 39,8 por ciento son candidatas. Y la participación para aspirar a las alcaldías es del 16 por ciento, es decir, 987 mujeres del total de 6.187 inscritos.

El 30 de octubre, un día después de las elecciones, se tendrá la verdadera magnitud de lo alcanzado y lo perdido.

Precisamente, la semana pasada, en el foro ‘Mujeres en la política colombiana: avances y retos’, organizado por la Universidad del Rosario, con el apoyo de la Casa Editorial EL TIEMPO, quedó claro que quienes han llegado a cargos de poder político, tanto por el voto en las urnas como por su desempeño en sus partidos y de cara a la sociedad, han tenido que pagar un precio muy alto.

La congresista Julia Miranda, una mujer que por primera vez hace parte del Congreso de la República, tuvo que soportar el ataque indiscriminado por su ausencia de varias semanas. En redes sociales decían que le “había quedado grande el puesto, como suele ocurrirles a las mujeres” y era mejor que “regresara a cuidar árboles para que se le pasara la depresión”.

La verdad es que estaba luchando por su vida, en una unidad de cuidados intensivos, a causa de una miocarditis bacteriana.

El 30 por ciento que obliga la ley, como cuota de género para llegar a la paridad, no debe ser el techo sino el piso.

Y si se es mujer en un cargo de poder, de los más importantes, el rasero es aún más demoledor.

Se creería que nada tienen en común la exvicepresidenta Martha Lucía Ramírez y la actual vicepresidenta, Francia Márquez. Pero sí, hay algo que las une: la desmedida violencia de género que han enfrentado, que va desde ataques por su identidad racial o situación social hasta ataques en línea de tipo sexual y por su condición de género.

Si se ponen tacones o no, cómo se peinan, si su desempeño como amas de casa afecta su idoneidad en la política. Esos cuestionamientos son lo mínimo en el amplio universo de la hoguera pública.

Es lo mismo que afrontan centenares de mujeres en política, sin importar su color de partido, ideología o trayectoria. Ya lo dijo un honorable padre de la patria, sumando argumentos a esos 300 años de los que habla la ONU: “en el Congreso los hombres debaten y las mujeres hacen berrinche”.

Como lo argumentaron muchas de las mujeres que participaron en el foro, el 30 por ciento que obliga la ley, como cuota de género para llegar a la paridad, no debe ser el techo sino el piso.

La participación de las mujeres en los cargos públicos y en la política no puede seguir siendo un relleno para cumplir una cuota, o un ‘cumplido’ por ser mujeres.

Su papel debe estar en la línea de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que se trazó el mundo y de los que se alardea solo en los discursos, pero muy poco en la acción.

JINETH BEDOYA LIMA / Publicado en El Tiempo