Qué nos pasa

Sin tacto

Por Sergio González Levet

Hace muchos años, cuando los de la tercera de edad de ahora andábamos apenas pasando de la primera a la segunda, un conocido mío muy imaginativo y vacilador se fue de juerga de tal modo, que se le perdió a su mujer por tres días, Eran épocas en que no había teléfonos celulares ni las tecnologías de localización de ahora, así que cuando alguien se desaparecía, no había manera de saber de él y lo único que quedaba a las esposas afligidas era acudir a rezarle a la Divina Providencia.
Una semana después de que regresó a su casa, maltrecho por los excesos del cuerpo y el espíritu, me lo encontré y le pregunte cómo le había ido con la justa indignación de su esposa cuando por fin regresó a su hogar.
—Muy bien —me dijo orondo y hasta con cierta presunción.
—Pero —pregunté yo— ¿no enfrentaste un problema mayúsculo con tu mujer? Ya ves que es una persona sumamente celosa. Seguro te hizo una gran serie de reproches.
—No, para nada —me insistió el otro—. Vaya, hasta me dio un trato especial a mi regreso, con muchos arrumacos y la preparación de los guisos que más me gustan.
—En verdad me parece increíble —le dije lleno de duda—- ¿Cómo hiciste para realizar tal milagro?
—Es simple —reveló—. Cuando iba de regreso a casa, todo crudo y molido, me detuve en un teléfono público, marqué a mi esposa y cuando contestó le dije casi gritando y con el tono más afligido que encontré:
¡Vieja, no pagues el rescate, ¡me les escapé!
Eso que era un chistorete hace treinta años, ahora se ha vuelto nuestra realidad cotidiana. Son alarmantes y pavorosas las cifras reales de secuestros y levantones en todo el país, y desgraciadamente con mayor énfasis en nuestro querido Veracruz (aunque Cuitláhuac, el cuitlahuismo y los cuitlahuistas, tan entecados, quieran afirmar lo contrario).
Esa ocurrencia del veleidoso trasnochador que movía a risa, hoy es motivo de reprobación y enojo. Nuestra cruda realidad la convirtió en un chiste que resulta social y políticamente incorrecto.
Vean lo que le pasó a Karen Espíndola, la mentirosilla a la que se le ocurrió hacer creer a su madre que la había levantado un taxista, para poderse ir a una cantina a libar con sus amigos. Y mientras ella pensaba que la estaba gozando como nunca, las redes en la CdMx se habían volcado en su busca, haciendo viral su desaparición.
Con este tema tenemos el caso de la noticia buena y la mala:
La buena es que cada día más está participando la sociedad civil en los dramas íntimos de las familias que enfrentan el trance terrible de perder a un ser querido, las más de las veces de forma definitiva. La Alerta Amber se ha ido perfeccionando y obtiene por eso mejores resultados.
La mala es que el secuestro, el levantamiento y la desaparición se han vuelto parte de nuestra realidad diaria, están junto a nosotros y los vivimos de a deveras, no como antes, que sabíamos de ellos como algo remoto, que le sucedía a gente -pobrecitos- que no conocíamos.
Ante una autoridad omisa e inexperta, lo único que nos queda es organizarnos y participar activa y civilmente como lo hicimos en el sismo de 1985, en el terremoto de 2015, en la elección de 2018… y en lo que venga.

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