Protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución, y ahora, al ser violada en su beneficio, pues que respondan otros, no él.
Como no ha hecho ni pedido nada para sí, no se siente gallo, amarrador, ni dueño de esa pelea.
Es un hombre educado, jamás le escucharemos exabruptos, vulgaridades o improperios, como los del tartufo tropical. No, él es refinado, conspicuo, con sabiduría jurídica, habilidad dialéctica y larga trayectoria de litigante y juzgador.
Dice que a los jueces se les conoce por sus sentencias, y como estará impedido de participar en la discusión y votación que se dará en la Corte, sobre el transitorio que lleva su nombre, él está tranquilo, evadiendo la responsabilidad de lo que sucede.
Sus pares serán quienes rindan cuentas; él solo será, eventualmente, el beneficiario.
Vamos a los hechos: 1) Morena y sus secuaces en el Senado aumentaron dos años el periodo de Zaldívar como presidente de la Corte y del Consejo de la Judicatura Federal, violando flagrantemente al artículo 97 constitucional.
2) Ese Consejo ofreció pronunciarse al respecto tan pronto la Cámara de Diputados concluyera el proceso legislativo.
3) El Foro de constitucionalistas de México alzó la voz en contra de tamaño atropello, y la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito instaron a los diputados a corregir la “evidente transgresión constitucional”.
4) Los diputados mascotas desoyeron esos reclamos y aprobaron el dictamen, obedeciendo a su amo.
5) El Consejo de la Judicatura —que también preside Zaldívar— mintió y ha guardado ominoso silencio.
Un mensaje del mencionado ministro define su ruta en esto que llama “normalidad democrática”: dejar hacer y dejar pasar. Sabe que bastarán 3 de los 10 votos de sus pares para que resulte “constitucional” el atropello que amplía el término de su doble mandato; y podrá decir: nada hice ni pedí para mí, solo me corresponde acatar lo que resolvió “el pleno”, así que, con su permiso, me quedaré hasta 2024; abriendo la puerta a la reelección de López Obrador.
Así de grave.
Ha dicho que no podrá intervenir en la discusión y resolución del caso (porque el transitorio es para él) y si de verdad quiere defender la división de poderes y la autonomía del que preside, evitándole mayores daños, bien puede declarar, sin tardanza ni subterfugios, que los cargos que recibió de sus pares no son prorrogables por nadie, bajo ninguna circunstancia, pues así lo establece la Constitución.
Ser “prudente y respetuoso” ante lo que decidirán 3 de 10 ministros no lo honra, no merece el respeto ni la confianza de miles que integran el Poder Judicial de la Federación, ni de los demás juristas de México y del mundo, consúmese o no el pestilente atraco.
El ministro no debe ignorar que la mucha ambición suele ir acompañada de poca vergüenza.
_ Diego Fernández de Cevallos