Recemos por Acapulco y por México

 

*Análisis sin Fronteras

/ Ana María Salazar /

Hay que rezar. La catástrofe en Acapulco es un claro y contundente ejemplo de que todos estamos en manos de una bola de ineptos, peligrosamente incompetentes. Hay que rezar, no, implorar, que no suceda otro desastre catastrófico en los siguientes ocho meses porque la desgracia en Acapulco es un claro ejemplo de la nula capacidad del gobierno federal ante una eventualidad de un sismo devastador en el Valle de México. Por más ‘atípico’ que sea un huracán, siempre, siempre, siempre se puede contar con horas, a veces días, para poder anticipar y mitigar el impacto del huracán. Un sismo de intensidad de 8 o más grados no avisa y la diferencia en el impacto en la población es la capacidad del gobierno de anticipar e implementar una estrategia de protección civil. En serio, les pido que cierren los ojos, con las imágenes de Acapulco en mente. Imagínense un sismo catastrófico y cuál será la capacidad de reacción del actual gobierno federal ante la rapiña, el caos, la falta absoluta de comunicación, de electricidad, luz y agua. Recuerden el ofensivo audiomensaje politiquero que, supuestamente, compartió el presidente durante su desastroso viaje al puerto Acapulco 24 horas después que golpeó el puerto, donde presume todos los funcionarios que están paseándose con él en Acapulco, ordenando que solo sea el Ejército y la Marina quienes repartan alimentos y nadie más, ni siquiera las “llamadas organizaciones de sociedad civil. Con esta posición el presidente busca tener monopolio absoluto sobre la recuperación y ayuda a la población, estrategia clásica de gobiernos autoritarios y egoístas, ya que, con esta declaración, ni siquiera la Cruz Roja, otras organizaciones dedicadas a apoyar en situaciones de desastres naturales, gobiernos extranjeros, iglesias, universidades, etcétera, tendrían la capacidad de repartir alimento y servicios médicos. Ustedes se imaginan que, ante un sismo catastrófico con la ahora reconocida incapacidad de mitigar el impacto de cualquier desastre natural, el Presidente quiere monopolizar por completo el apoyo a la población, en lugar de fortalecer a los mandatarios estatales y municipales. Cuando suceda un sismo catastrófico, u otro huracán ‘atípico’, ya sabemos que en lugar de usar la conferencia de prensa para proporcionar información actualizada, AMLO usará su privilegiado espacio para atacar a los medios de comunicación, anunciar investigación en contra de funcionarios como forma de distraer la atención de su incapacidad. Esta semana anuncia más investigaciones por el caso de Ayotzinapa y corrupción en el estado de Hidalgo, además de respaldar a gobernadores de Morena que han sido cuestionados, esta semana el gobernador de Tamaulipas recibió la bendición del todopoderoso. No hay razón para creer que López Obrador tendría alguna generosidad o responsabilidad para ordenar que su conferencia le dé prioridad a proporcionar información útil para una población victimizada por una tragedia. En la conferencia del jueves, a cuentagotas se pudo sacar información de las declaraciones del presidente y de la muy, muy, muy desafortunada presentación de la secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana. En un país ‘normal’ con estrategias claras de cómo actuar ante una crisis como la que vivió Acapulco esta semana, lo mínimo que hubiera sucedido sería varias conferencias de prensa, con los expertos y encargados, para informar a la población la trayectoria del huracán antes, durante y después. La mezquindad o incapacidad del presidente es tal que presumió cómo envió un mensaje por redes sociales de que el huracán golpearía a Acapulco en las siguientes horas. Es tal la ineptitud y la falta de estrategia de comunicación, que fue la secretaria Rosa Icela Rodríguez, actuando como meteoróloga o experta en protección civil, a mal informar de los pormenores. ¿Por qué no permitir que los expertos y los encargados mantengan informados a los medios de comunicación y a la población con conferencia de prensa varias veces al día? Esto es especialmente importante ante la angustia de familiares de pobladores y turistas que simple y llanamente no saben qué ha sucedido con sus seres queridos que se encontraban en Acapulco la fatídica madrugada del 25 de octubre, cuando tocó tierra Otis. Hay que rezar porque no suceda otro desastre natural en el país, un sismo catastrófico, otro huracán, explosión en el Popocatépetl, un desastre nuclear, o una pandemia peligrosa, porque ya conocemos perfectamente la nula capacidad del Presidente y del equipo que lo rodea para prevenir y mitigar el efecto en la población. Recen mucho, mucho, mucho.

PD. Quiero agradecer todos los mensajes de afecto y consideración para nuestra familia a la luz de la muerte de mi padre, Dr. Edmundo Salazar López. Dedicó su vida a dar luz a sus pacientes y amor a su familia.

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