Repensar el suicidio desde una perspectiva de mujeres: Malú Villa.

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/ Escrito por Arlette Monserrath Valencia Ángeles /

11.09.2025 /Cimac Noticias.com/ Ciudad de México- La conducta suicida está profundamente atravesada por los mandatos de género, por lo que para la psicóloga feminista Malú Villa, estas muertes no son tragedias individuales, sino el reflejo de una estructura patriarcal que urge repensar desde una prevención con enfoque también desde los derechos humanos de las mujeres.

Por ejemplo, mientras los hombres suelen consumar el suicidio con métodos más letales, las mujeres enfrentan mayores niveles de ideación y autolesión, marcadas por la sobrecarga del trabajo de cuidado que incluso en crisis, piensan primero en sus responsabilidades.

En entrevista con Cimacnoticias, la psicóloga psicoanalista con enfoque de género, Malú Villa, explicó que culturalmente las mujeres se les responsabiliza de la carga de cuidados.

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Según la Encuesta Nacional Sobre Uso del Tiempo del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, durante el 2024 las mujeres dedicaron, en promedio, 9.4 horas más a la semana que los hombres al cuidado de niñas y niños de 0 a 5 años y 5.3 horas más en cuidados a personas con alguna enfermedad o discapacidad, situación que se agrava con la interseccionalidad al ser mujer indígena.

Esta situación provoca sobrecarga emocional, física y psicológica: “cuando yo he trabajado con personas suicidas, la narrativa de las mujeres es ambivalente; por un lado ya no quieren vivir más, pero por otro lado todavía se preocupan por las personas que dejan” explica la psicóloga, Malú.

Por ello la conducta suicida de las mujeres tiene una connotación importante en torno a la carga de cuidados. Según la psicóloga Malú Villa, muchas mujeres enfrentan intentos de suicidio atravesadas por una carga estructural: el mandato del cuidado. «

Se nos socializa para maternar a quien sea: padres enfermos, pareja, hijos», explica. Esta exigencia se vuelve tan profunda que incluso en momentos de crisis extrema surge la culpa: “¿Quién va a cuidar de ellos si yo me voy?”, apuntó. La ambivalencia en la decisión es común entre mujeres, en contraste con la radicalidad masculina. “A los hombres no se les enseña a cuidar, ellos son los cuidados”, añade Villa. Esa diferencia construye rutas opuestas hacia el suicidio.

La psicoanalista Malú Villa, profundizó en el trasfondo de la narrativa social que carece de sensibilidad y está marcada por prejuicios derivados de una visión patriarcal. En este sentido, Malú citó a Silvia Sara Caneto -psicóloga social y experta en suicidio y género- quien analiza cómo el suicidio en hombres es generalmente percibido como un acto definitivo por lo tanto es valorado como «valiente», mientras que en las mujeres suele ser reducido a un simple intento, el cual se traduce a manipulación o cobardía.

Anteriormente Cimacnoticias registró que en el mundo occidental las mujeres intentan quitarse la vida entre dos a cuatro veces más que sus congéneres masculinos, sin embargo, ellas no consuman el acto, ya que sus métodos suelen ser menos violentos en comparación a los hombres.

De acuerdo con los datos del INEGI, en 2024 se registraron mil 731 suicidios de mujeres y 7 mil 266 de hombres a nivel nacional, es decir, que por cada mujer que se suicida, aproximadamente cuatro hombres pierden la vida por la misma causa. Estas cifras permiten contextualizar otros factores como la actividad  económica, mientras que el 58.6 por ciento de las mujeres no trabajaba al momento de su fallecimiento, el 80.3 por ciento de los hombres sí trabajaba.

Podemos observar que los hombres sus intentos de suicidio son a través de intentos más letales, más violentos como dispararse o ahorcarse. Entonces, dichos intentos tienen mayor letalidad porque hay mayor forma de violencia al respecto. En las mujeres lo que sucede es que lo hacen “con herramientas más sutiles”, como lo es a través de intoxicación, ya sea el exceso uso de fármacos o algún líquido intoxicante, entonces esto da como un poco de espacio como para ser encontradas y muchas veces pues salvadas.

Aunque a menudo es tratado como un problema individual es necesario recordar que está profundamente enraizado en las estructuras sociales. En México y en el mundo, los suicidios siguen siendo abordados con poca profundidad estadística y análisis contextual, lo que limita la comprensión integral de sus causas y efectos, diferenciados por género.

Según el artículo “Prevención del suicidio con mirada de género” para la efectividad de la prevención es necesario recordar que nos referimos a conducta suicida cuando hablamos de la ideación, es decir, pensamientos de desesperanza sobre la vida; la planeación, pensar la vía por la que se llevará acabo; los intentos de suicidio que consisten en autolesiones no mortales con intención de suicidio; y finalmente la consumación del mismo.

“No son intentos fallidos, son gritos de auxilio”

Además, las mujeres suelen ser revictimizadas, pues son cuestionadas si su sentir es real o exagerado. Este comportamiento es común y altamente peligroso, pues Malú señala que desde niñas las mujeres aprenden a desconectarse de su cuerpo, de su pensamiento y su malestar es minimizado.

Por ello, “una de las razones por las que las mujeres se suicidan es que no pueden percibirse desde la individualidad, debido a la violencia estructural que las considera objeto de cuidado y deseo masculino” y pese a lo que enfrentan, se les pide dejar de quejarse.

Existe una brecha de género a nivel nacional, en torno a la edad, ya que desde etapas tempranas: entre los 10 y 14 años, el 5.8 por ciento de los suicidios corresponde a niñas, frente al 1.5 por ciento de niños. Entre los 15 y 19 años, la diferencia persiste con un 18.8 por ciento en niñas y un 8.6 por ciento en niños según la Encuesta de Defunciones Registradas (EDR 2023). Esto indica un riesgo elevado en etapas clave del desarrollo emocional para las niñas y adolescentes, ya que durante la adolescencia se presentan las primeras experiencias de vínculos o relaciones de pareja.

Sin embargo, los datos se voltean en etapas de adultez en los hombres, pues los casos de suicidio aumentan cuando son mayores de 40 años, mientras que para las mujeres los suicidios suceden cuando son menores de 40 años. De las personas que fallecieron por suicidio, 81.1 por ciento correspondió a hombres y 18.9 por ciento, a mujeres.

Además del sistema patriarcal, Malú Villa plantea la responsabilidad del sistema de salud ya que suele abordar los intentos de suicidio de las mujeres solo recetándoles fármacos. La psicóloga reconoce que estos en sí mismos no son malos, sin embargo suelen utilizarse como vía única sin contemplar otras opciones menos adormecedoras al sentir, pues finalmente es necesario abordar el fondo de la situación.

Es como decirles, «El problema no es el sistema que te agota, el problema no es que tienes que estar disponible para todo mundo, el problema no es que tienes que guardar silencio de tus abusos y tus violencias porque socialmente así se te ha enseñado, el problema eres tú que no sabes cómo lidiar con tu dolor.» Entonces, se reduce todo a términos neurológicos como si algo hubiese mal en su química cerebral y entonces automáticamente se le receta un fármaco, denuncia Malú. 

En ese sentido, se entiende que el suicidio en sí mismo, está cargado de estigma y revictimización sobre el sufrimiento de cada ser humano que lo enfrenta, donde las mujeres no son cobardes y los hombres no son valientes, más bien son el reflejo de la sociedad, que normaliza un sistema de salud androcentrista, el cual pierde la perspectiva de género en las campañas de prevención de suicidio.

¿Cómo puede verse la perspectiva en la práctica?

Desde la mirada de la psicóloga Malú Villa, es crucial reorientar la narrativa en torno al suicidio, especialmente cuando se trata de mujeres, para no seguir revictimizándolas. En lugar de culpabilizarlas por prolongar situaciones de sufrimiento -como en una relación de pareja violenta- debemos cuestionar las circunstancias que las mantienen atrapadas en ese ciclo.

Preguntar ‘¿por qué no sales de ahí?’ es simplista y dañino, ya que invisibiliza las barreras estructurales, sociales y emocionales que les impiden tomar acción.

Cambiar el enfoque de la prevención del suicidio implica pasar de la culpa individual a una intervención colectiva basada en la empatía. Desde una mirada de género, Malú Villa propone dejar atrás las preguntas revictimizantes. En su lugar, sugiere indagar: “¿Cuáles son las circunstancias que te impiden movilizarte y cómo puedo acompañarte?”. Este giro en la narrativa abre espacio a la reflexión y al acompañamiento real. Permite tejer redes de apoyo donde los hombres no mueran en silencio ni las mujeres carguen con culpas.

 

 

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