Ricardo Tapia y el aborto

José Woldenberg

La Suprema Corte, por unanimidad, declaró la invalidez de un artículo del Código Penal de Coahuila que establecía la pena de prisión para la mujer que abortara voluntariamente. “Se pronunció… a favor de garantizar el derecho de las mujeres y personas gestantes a decidir, sin enfrentar consecuencias penales”. Dos días después invalidó parte de un artículo de la Constitución de Sinaloa en el que se decía que el Estado tutela el derecho a la vida desde la concepción. Resoluciones fundamentales que impiden criminalizar el aborto y reconocen que la única capacitada para decidir, en las primeras semanas de gestación, es la mujer.

Se trata de una desembocadura promisoria luego de los esfuerzos y luchas de colectivos de mujeres que desde los años setenta plantearon que ni el Estado, ni la Iglesia y ningún particular tenía derecho a decidir sobre sus cuerpos. Se trató y se trata de un debate al que concurren militancias y especialistas de muy diversas disciplinas. Y Ricardo Tapia, que ya no pudo enterarse de las resoluciones de la Corte (murió el 8 de septiembre), hizo un significativo aporte a la discusión desde las neurociencias. Médico cirujano, primer doctor en bioquímica por la UNAM, Premio Nacional de Ciencias, impulsor de la bioética, investigador emérito del Instituto de Fisiología de la UNAM, argumentó, desde el saber, contra la penalización del aborto.

Hago una síntesis apretada de su razonamiento (Nexos, febrero 2018). El Dr. Tapia asumió que nos enfrentábamos a un dilema ético. Pero lo primero que había que hacer era distinguir entre vida, vida humana y persona. Porque pensar que se trataba de sinónimos no permitía comprender cabalmente el dilema.

Se preguntaba: “¿Tienen vida cada una de los millones de células que en su conjunto conforman el organismo humano? ¿Están vivos el óvulo y el espermatozoide…? ¿Tienen vida cada uno de los órganos del cuerpo humano?”. Y la respuesta -decía- inequívocamente es sí, “pues si estas estructuras celulares…no estuvieran vivas no podría haber reproducción humana… y tampoco… trasplantes de órganos”.

“Pero ¿tienen vida humana?” Y la respuesta otra vez era sí, “pues ahora sabemos que todas las células humanas tienen el genoma humano completo, es decir, la información genética propia de la especie Homo sapiens”.

Pero —seguía el Dr. Tapia— “¿basta tener el genoma humano para ser persona y por lo tanto son personas las células individuales, el cigoto, los tejidos, los órganos? Aquí la respuesta es un no rotundo”. Y ello porque para hablar de personas había que remitirse al cerebro, “el órgano maestro que regula todas nuestras funciones…y del que depende precisamente ser persona”. Resulta impropio hablar de personas cuando el cerebro no se ha desarrollado suficientemente y “es hasta las semanas 29-30 cuando aparece la actividad eléctrica de la corteza característica de un estado despierto”. En suma, escribía: “el feto humano antes de la semana 30 es incapaz de tener percepciones consientes, de procesar información y de tener conciencia, por lo que biológicamente no puede ser considerado una persona”.

Dejando a un lado los dogmas religiosos, el Dr. Tapia nos decía: “Interrumpir el embarazo antes de las 12 semanas no puede considerarse… como un asesinato porque el embrión no es una persona”. Y sobra decir que la mujer embarazada sí lo es, y si resuelve interrumpir su embarazo, “merece todo el respeto y apoyo para que lo haga en las mejores condiciones médicas y sanitarias”.

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