**Guadalupe Loaeza .
“Está plenamente comprobado que los que ahora compran terreno en la zona residencial de Acapulco a precio de tierra, mañana lo venderán a precio de oro”, decía la publicidad en 1944 de la Fraccionadora de Acapulco, S. A. Los ricos de entonces, los ricos que habían hecho fortuna en el gobierno de Ávila Camacho, corrían al edificio Guardiola, despacho 301, donde se encontraban las oficinas de la fraccionadora para comprarse por lo menos de 600 a 1000 metros cuadrados con un pago inicial de 2 mil pesos y 16 mensualidades a 200 pesos cada una. Todo el mundo quería tener casa en Acapulco. No nada más irían a broncearse al “Contry Club” y a jugar tenis, sino que ahora deseaban una residencia en el “Biarritz” o en la “Riviera de las Américas”.
Para 1948, ya se habían inaugurado los hoteles de súper lujo: “El Mirador” y el “Casa Blanca”; allí se hospedaban los actores de cine de Hollywood, como Tyrone Power, Rita Hayworth, César Romero, Esther Williams, Errol Flynn, etcétera, etcétera. Por las noches iban a bailar a “La Perla”, el nuevo centro nocturno inaugurado el 17 de abril de 1949, con “La Quebrada” como escenario. En esa época no era raro ver al presidente de la República, Miguel Alemán, o al expresidente Manuel Ávila Camacho, siempre acompañado por su esposa Soledad Orozco.
Para los cincuenta, Acapulco había cambiado mucho; además de haberse convertido en el lugar turístico más famoso del mundo, empezó a llegar otro tipo de turistas. En el libro “La Cosa Nostra en México” de Juan Alberto Cedillo, leemos lo siguiente: “El puerto se había convertido en el paraíso de moda para el jet set internacional en donde sobresalían los artistas y excéntricos multimillonarios estadounidenses. Virginia también comenzó a organizar fiestas en Acapulco y en poco tiempo se hicieron memorables sus festejos en el puerto, dirigidos por supuesto a cumplir el segundo proyecto que traía en sus maletas la reina: establecer casinos en ese paraíso del Pacífico. Meyer Lansky había convencido al Concilio de la mafia de invertir sus jugosas ganancias en negocios legales para evadir la persecución de los fiscales, quienes centraban sus pesquisas contra los hombres del crimen organizado en la evasión de impuestos”.
En los sesenta y setenta, muchas jóvenes de magníficas familias dueñas de enormes residencias del fraccionamiento “Las Brisas” perdieron la virginidad, sin darse cuenta, bajo los cocoteros de la playa del Hotel El Presidente, el lugar de moda, donde se hospedaban sus pretendientes quienes después de llevarlas a su casa con playa privada y muchas palapas se iban a bailar a escondidas de su novia, al “Armando’s Le Club”. Claro, ellas siempre se enteraban de sus escapadas porque, invariablemente, salían fotografiados en la columna, “Cómo se divierten en Aca…” de Nicolás Sánchez Osorio. Años después vendría la discoteca “Baby’O”, a donde asistían todos los juniors que bailaban junto con Luis Miguel, mientras tomaban de la botella “champagne” importado, por cierto, el lugar quedó en ruinas tras el paso del huracán Otis.
Todos y todas, ricos o pobres, hemos disfrutado Acapulco, hasta los primeros astronautas que llegaron a la Luna, fueron a descansar una semana antes y otra después de su enorme hazaña. De cuántas lunas de miel no habrán disfrutado miles de enamorados; Johnny Weissmuller, en Acapulco, era el Tarzán más feliz del mundo. Pero eso fue hace muchos años. Ahora el bellísimo puerto está destruido, no tiene alma, está invadido por cárteles que no dejan de disputarse su territorio. Ahora este puerto es gobernado por una funcionaria, Evelyn Salgado Pineda, que no tiene ni idea por dónde empezar, y cuyo único mérito es salir todas las mañanas con pestañas postizas perfectamente bien puestas; si ella está allí es gracias al compadrazgo que tiene su padre con López Obrador, quien no ha sabido manejar la situación de caos que padece el puerto después del huracán. No hay agua, no hay luz, no hay comida y el saqueo está al orden del día. Como dice una acapulqueña totalmente angustiada: “Se la vamos a cobrar. Empiezan las elecciones y se la vamos a cobrar. Se la vamos a cobrar. Estamos emputadísimos, no hay ayuda. Ayuda es cero. Esto está terrible. Y se la vamos a cobrar”, insistía en decir con toda su rabia. La misma que sentimos millones de mexicanos que amamos Acapulco.
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