**DE REALIDADES Y PERCEPCIONES.
No podemos normalizar la política del resentimiento como forma de gobierno, porque al hacerlo seremos cómplices de la polarización que corrompe la verdad desde Palacio Nacional.
/ José Ignacio Rasso* /
Una sociedad pierde el alma cuando abandona la capacidad de sorprenderse frente a la belleza o la tragedia. Cuando da por hecho la maravilla de la vida o ya no siente nada con la sangre de una muerte violenta.
No se debe perder la virtud de encontrar los secretos de la vida en aquello que parece pequeño y cotidiano, pero tampoco dejar escapar la sensibilidad al dolor ajeno o a detectar la destrucción que pasa frente a nuestros ojos y no hacer nada. Es preciso no perder la capacidad de asombro. Porque entre menor sea la capacidad de sorprendernos, mayor será la devastación a costa de nuestro silencio.
Por eso, hago un llamado a no perder la capacidad de sorprendernos frente al tsunami destructivo que representa Morena, porque es tal su fuerza y velocidad que a veces perdemos la perspectiva del daño que está causando y las semillas envenenadas que siembra cada día.
No podemos normalizar las malas decisiones y la incapacidad de nuestra clase gobernante. No podemos dejar de darle valor a las palabras y a los datos. No debemos adoptar el discurso incendiario en las sobremesas. No podemos permitirnos viralizar el odio entre nosotros como un hecho normal.
No debemos aceptar el insulto como una forma común de relacionarnos. No debemos hacer de un linchamiento una anécdota que se diluya entre los días. No podemos normalizar la política del resentimiento como forma de gobierno, porque al hacerlo seremos cómplices de la polarización que corrompe la verdad desde Palacio Nacional.
No podemos dejar de sorprendernos con los 156 mil homicidios durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. No podemos ser indiferentes frente al desabasto de medicinas y las terribles consecuencias en miles de familias. No debemos justificar la corrupción como aportaciones. No podemos hacer de la cultura de la ilegalidad el estandarte que nos represente.
No debemos perder la capacidad de indignación frente a un gobernador que organiza un paseo funerario con los nombres e imágenes de los ministros de la Suprema Corte de Justicia. No podemos permitir el espionaje como una herramienta de acoso violento a quien opina distinto o hace su trabajo. No es posible que cuatro de cada 10 presos no tengan sentencia. No podemos permitir ver de reojo las cien mil personas desaparecidas. No debemos normalizar el escándalo como si no pasara nada.
No debemos normalizar la acumulación de poder de las Fuerzas Armadas como si se tratara de la única opción para resolver los problemas del país. No debemos de hacer de la mentira el discurso esperado de un jefe de Estado. No podemos dejar de sorprendernos del cinismo con el que se ataca, debilita y destruyen las instituciones. No debemos callar.
No debemos permitir que un presidente ahuyente la inversión privada con tal de cumplir sus caprichos. No podemos normalizar bajo ningún concepto que se malgasten nuestros impuestos, que se tripliquen los presupuestos esperados en las obras públicas y que se nos venda como un avance la opacidad y la no rendición de cuentas en pro de la seguridad nacional.
No podemos dejar de indignarnos frente al daño que le están causado a México ni debemos perder la capacidad de asombro frente a la tragedia, porque al hacerlo, se nos escapa el alma y no nos damos cuenta.
*Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.