Seguir una ruta equivocada

Clara Scherer/

Cuando volteamos la cara y vemos el camino recorrido, podemos asombrarnos del tamaño del esfuerzo empeñado, por el avance recorrido desde el lugar de partida. Si, en cambio, miramos hacia la meta, quizás nos daremos cuenta de que aún está muy lejana, y pudiera ser que nos percatemos de que hemos perdido el rumbo y dimos vueltas innecesarias. Andar y andar nos ha desviado y estamos un poco, o un mucho, perdidas. Podemos parar y reflexionar, para cambiar y dirigirnos por el rumbo correcto. Si no lo hacemos, podemos volver a caer en el error.

Sobre la violencia, el mayor empeño debe ponerse en prevenirla. Las niñas y mujeres violentadas son tantísimas, que atenderlas es urgencia que no admite dilación. Pero, no por eso, debemos olvidar la prevención. Si lo dejamos de lado, veremos que por más que atendamos y aliviemos el dolor de esas tantísimas, las cifras del horror, como nos ha sucedido, seguirán creciendo, así como han crecido las formas, los tipos, las modalidades de la violencia.

Prevenir es tarea delicada y complicada. Hay que rediseñar, pues la pandemia obliga a intentar nuevos caminos, y poner en práctica desde métodos para la educación infantil en igualdad (entre otros temas fundamentales, olvidar la preferencia por los varones y recibir a las bebitas con la misma emoción) hasta formar a las y los educadores infantiles en el manejo de conflictos entre menores. 

Para las y los adolescentes habría también que generar opciones, donde ahora, por el coronavirus y la sana distancia, se han tornado más complicadas. A partir de la confianza se construyen vínculos importantes, pero, para ello, es fundamental la presencia. El permitirles hablar, contar sus experiencias y saber contenerles y al mismo tiempo darles seguridad, son procesos que, en muchas ocasiones, las personas adultas no conocen. Para reducir la violencia en las escuelas hay que proporcionarles los conocimientos y aptitudes necesarias para hacer frente y resolver las situaciones de riesgo y los desafíos sin apelar a la violencia, así como animarlos a buscar el apoyo requerido cuando se susciten situaciones de violencia que los rebasan.

Tanto las y los niños, los y las adolescentes deben conocer sus derechos y saber cómo acceder a ellos. Eso, para muchos padres y algunas madres es un reto enorme, porque pierden su “autoridad”, cuando han basado la educación de sus hij@s en la violencia, lo mismo que las y los maestros. Esos dichos que repiten algunas personas adultas sobre el tema, como “a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa; entre varones, que se arreglen a golpes y quien gane, tendrá la razón”, además de absurdos, son generadores de violencia.

Mirar la ruta trazada por los mecanismos para promover la igualdad a más de veinte años de su puesta en marcha, permite observar que, en los primeros años, se vieron abrumados por el gran número de mujeres violentadas, la falta de personal capacitado y la pequeñez de los presupuestos. A lo largo de estos años se construyeron muchas instancias, métodos, el entramado legal, y aún hay muchos pendientes en el tema para que la atención a estas mujeres sea adecuada a sus circunstancias y puedan retomar su vida en sus manos.

Para la prevención en cambio, no vemos casi ningún avance. En educación está todo por hacer y en materia de comunicación, podríamos hasta pensar que hay retrocesos graves. La paridad ha ayudado mucho, los señalamientos hacia la violencia política, hacia el ciberacoso, hacia muchas otras formas, ha ido moldeando un poco a una sociedad que ya no tolera fácilmente estas evidentes faltas de civilidad, estos delitos: discriminación y violencia hacia las mujeres.

No avanzamos porque los obstáculos son muchísimos, pero podemos resumirlos en uno: el poder de muchos hombres se basa en la violencia hacia las mujeres. Su pretendida superioridad no puede ser tocada “ni con el pétalo de una rosa”. Limitar y contener a los hombres es urgente, si queremos dejar atrás esta historia del horror: feminicidios de niñas, adolescentes, mujeres. Ni una más será realidad, sólo si los hombres aprenden a contenerse. Recuperemos el rumbo y trabajemos mucho más, en la prevención de la violencia.

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