¿Un minuto de silencio

SIN RODEOS.

DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS.

Al principio —hace 5 meses— nos dijo fascinado y exultante que el covid-19 les había caído a él y a su proyecto político “como anillo al dedo”.

Con esa siniestra frase escandalizó al mundo; era increíble que sabiendo de la matanza que provocaba en otros pueblos le diera tan alegre y entusiasta bienvenida.

Al margen de su desarrollo mental deficitario para gobernar, lo cierto es que el cálculo fue frío: la desolación, muerte y devastación económica que se aproximaban nos harían olvidar —por algún tiempo— la catástrofe de su primer año de gobierno. Así ha sido.

Además, la curva del contagio la han aplanado 100 veces, pero el número de muertos aumenta alarmantemente; repite con locuacidad que “ya dominamos la pandemia” y las cifras oficiales muestran lo contrario; el desplome económico de su primer año se precipitó por el aislamiento y el cierre de empresas, creciendo dramáticamente la pobreza. ¿Y el gobierno?, “luchando contra la corrupción”.

Todo lo tapa el avión, su “no al cubrebocas”, la “dieta reducida a maíz, arroz y frijol”, el “par de zapatos para ser felices”, lo innecesario de las computadoras porque “nuestros héroes no las necesitaron” y mil estupideces más para los que llama: “mis mascotas”; ¡y, claro, culpa al pasado, y que todo el mundo nos pida perdón!

Como se agotaron sus tartuferías, hoy aparece humano, empático, comprensivo y tierno; ahora dice: “me duele el alma”, “el covid-19 es lo que más ha dañado al proyecto de país”. ¡Joyita de Presidente!

Llegando a 60 mil los finados —según sus “peritos” pueden ser ya tres veces más— la genialidad del ínclito brota luminosa: ordena que en todos los cuarteles, diario y a las 12 horas, se haga un toque de queda y se guarde un minuto de silencio en honor de los caídos por la epidemia. ¡Con trompetas militares responde a un virus!

Si ese ritual fuera solo para los que luchan y han luchado por salvar vidas tendría sentido, pero para los que simplemente fallecieron (muchos a causa de sus políticas públicas) es una humillante profanación oficial de cadáveres.

¿Honores y homenajes a sus propias víctimas? ¿Se justifica un Presidente que dice tener más de 300 mil millones de pesos disponibles, mientras el personal médico carece de protección y de insumos para salvar vidas?

¿Merece mantener el poder quien con esa disponibilidad de recursos queda indolente mientras se pierden millones de empleos y aumentan los miserables?

Por eso y mucho más, urge rescatar en 2021 a la Cámara de Diputados, para que junto con la sociedad, los órganos (que quedan) autónomos, el Senado y el Poder Judicial detengan la barbarie presidencial.

A los responsables de la salud pública y de la economía nacional (esos de la “honestidad valiente”) les digo que en vez de un minuto de silencio deberían tener un minuto de vergüenza.

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