- Por Yazmín AlessandriniYazmin
Suena a frase cliché, pero no por ello deja de ser muy cierta: “La salud es primero”. Sobre todo en días como estos, en los que salir a la calle para acudir a la oficina, asistir a clases a la universidad o simplemente dirigirnos al mercado para comprar la comida de hoy representan un verdadero riesgo para la gran mayoría de nosotros. No quiero sonar exagerada o alarmista, pero desde hace poco más de dos años, a causa del coronavirus, vivimos en un permanente estado de alerta máxima. El miedo está a flor de piel en todos nosotros. No sabemos en qué momento nos podemos contagiar y, por ende, en que momento contagiaremos a nuestros seres amados. ¡Es un estrés tremendo!
Si efectivamente “la salud es primero”, entonces ¿por qué hay millones de personas que se niegan a vacunarse? ¿En qué momento se llenaron de miedo o quien les contagió ese temor a algo tan valioso como el hecho de ser inoculados y así protegerse de enfermedades letales y peligrosas?
Supuestamente somos protagonistas de la era más informada de toda la historia. La ciencia, la tecnología, el conocimiento y la velocidad con la que nos acercamos y adquirimos éstos son sorprendentes. Sin embargo, a pasos agigantados también nos recargamos frecuentemente en la ignorancia, la constradicción y los sinsentidos. Nos dejamos influenciar por personas sin preparación alguna sólo porque tienen la etiqueta de “influencers”, “youtubers” o porque sus cuentas en las redes sociales son aprobadas por millones de personas.
¿En qué momento empezamos a desestimar lo valioso que es estar protegidos de las enfermedades y padecimientos a través de los avances médicos y científicos? Todavía recuerdo que desde muy pequeños nuestras mamás nos llevaban al doctor y ahí, en su consultorio, nos vacunaban contra la poliomielitis, la difteria, el tétanos, el sarampión, la rubeola, la varicela y más recientemente contra el neumococo, la influenza y ya incluso muchos nos hemos vacunado para protegernos del COVID19.
Sin embargo, a la par de estos valiosos descubrimientos y aportaciones, también ha ido creciendo una especie de ignorancia y desconocimiento que hacen creer a muchos que todos estos beneficios son todo lo contrario. ¿Por qué hay tanta gente que le teme a una pequeña inyección con una sustancia que bien podría protegerles por meses, años o de por vida? ¿Será que nuestra capacidad de raciocinio (que durante generaciones ha sido uno de los principales atributos de la raza humana) se ha visto contaminada por la sobreexposición a la inmediatez de los medios de comunicación actuales: El internet, las redes sociales, los teléfonos inteligentes y otros dispositivos portátiles?
Definitivamente, con todo y las calamidades que ha diario tenemos que enfrentar, considero que somos sumamente afortunados por vivir en la era que nos tocó vivir. Mi vida y mi circunstacia actuales no las cambio por nada, a pesar de que nuestas existencias en estos momentos están completamente amenazadas por una enfermedad que muchos de nosotros todavía no comprendemos del todo. Creo firmemente que si hay alternativas que nos pueden ayudar en todo sentido las debemos tomar sin dudar, porque a final de cuentas esa es una de las enormes ventajas que nos permite la época actual.
Pero en contraparte también estoy totalmente de acuerdo con todos aquellos de que cada quien tiene el derecho de elegir en qué creer y en qué no creer. El respeto y la tolerancia siempre nos han permitido elevarnos al siguiente nivel, a pesar de que muchos no estemos de acuerdo con las decisiones que toman muchos de nuestros semejantes. Por lo mismo, hoy más que nunca debemos entender que sólo se vive una vez y que ésta es nuestra única vida. Y, por ello, tenemos y debemos comprometernos a cuidarla. Cuidar de nosotros mismos y cuidar de los demás.
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