“Sólo quería trabajar para darle de comer a mis hijos”

*Su historia como refugiada comienza el día que tuvo que salir de El Salvador.

/Redacción/

SemMéxico/ACNUR. Tapachula. 29 de noviembre 2019.- Claudia* nunca pensó que tendría que dejar su país, mucho menos imaginó que perdería a su familia por la violencia de género. Su historia como refugiada comienza el día que tuvo que salir de El Salvador, ella y su madre sufrían acoso por parte de los policías locales. “El horror comenzó el día que entraron a catear nuestra casa, un policía violó a mi mamá. Lo demandamos y entonces comenzó a amenazarnos de muerte”, cuenta Claudia mientras recuerda, con lágrimas en los ojos, el doloroso momento.

El policía las hostigaba con mayor frecuencia, incluso sus compañeros de trabajo las amenazaban de muerte si no retiraban la denuncia. “Un día caminaba al mercado, vi a policías de lejos, se acercaron a mí, me pusieron una pistola en la cabeza y me dijeron que me matarían por chismosa”, recuerda Claudia con las manos temblorosas. Al tener más presencia de policías en la colonia, los pandilleros locales se molestaron y amenazaron a toda la familia. “Recibíamos amenazas por todas partes, yo no salía de la casa, saqué a los niños de la escuela y trataba de no ir ni al mercado”, recuerda Claudia con la voz cortada.

“Recibíamos amenazas por todas partes, yo no salía de la casa, saqué a los niños de la escuela y trataba de no ir ni al mercado”

Un día los pandilleros tocaron a la puerta y la sacaron de la casa, le pegaron frente a los vecinos y la amenazaron una vez más: Si no dejaban la ciudad, los matarían a todos. Esa noche, Claudia, su esposo, hijos y madre durmieron en un cuarto de hotel fuera de la ciudad. Al poco tiempo, la familia no tenía dinero para sobrevivir y Claudia decidió salir a trabajar para darle de comer a sus hijos. Lo cual fue motivo para convertirse en víctima de la violencia de género.

Las mujeres representan casi la mitad de refugiados en el mundo. Ellas huyen por tierra, mar y aire para salvar sus vidas.
Las mujeres representan casi la mitad de refugiados en el mundo. Ellas huyen por tierra, mar y aire para salvar sus vidas. © ACNUR
La reacción de su madre y esposo fue terrible, “si te sales a trabajar no vuelvas, las mujeres no deben de dejar el hogar”, le decía la madre. Claudia estaba desesperada por alimentar a sus hijos y aceptó ser cocinera en un restaurante. Antes de salir de casa para ir al trabajo, su esposo la insultaba física y verbalmente. Incluso, él fue a hablar con los dueños de la cocina para pedirles que no le dieran empleo a su esposa, ellos la despidieron para evitar problemas.

Pero la violencia seguía en contra de Claudia, peor aún, su esposo también lastimaba a sus hijos. Un día quedó inconsciente de tanta violencia, al momento de despertar vio la puerta y salió huyendo. Regresó por sus hijos y caminó hasta encontrar un lugar donde vivir en Guatemala. Sin embargo, su esposo rápido la encontró. Ella decidió huir para México donde pidió asilo y ahora espera construir una vida en paz.

Claudia no puede volver a su país, de hacerlo, regresaría a sufrir la violencia de las pandillas, autoridades y los abusos de su familia. El 30 por ciento de las solicitudes de asilo en México son de mujeres. Ellas viven una doble situación de vulnerabilidad; por una parte, la violencia de las pandillas; por la otra, la violencia de género de las que son víctimas desde casa.

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