Rúbrica .
/ Por Aurelio Contreras Moreno /
Este fin de semana en el sur de Veracruz atestiguaron una grotesca pero reveladora reedición de las prácticas políticas más arcaicas y deshonestas de las que el PRI se valió todo el tiempo hasta no hace mucho, pero que ahora usan sin pudor sus herederos en Morena.
La “cargada”, esa muy priista manera de adherirse a un proyecto político a través de figuras como el corporativismo y el clientelismo, fue lo que marcó las giras que realizaron por el sur de la entidad la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández, para promover –ilegalmente- sus aspiraciones para ocupar la Presidencia de la República.
Sin asomo de rubor por el descarado desvío de recursos públicos para un acto eminentemente político y electorero, todo el aparato del Estado se volcó en Coatzacoalcos para arropar a Sheinbaum, a quien en el grupo gobernante en la entidad consideran es la que lleva la “línea” del presidente Andrés Manuel López Obrador para sucederlo.
Desde el gobernador Cuitláhuac García Jiménez –quien demostró que ni siquiera sabe hacer cálculos matemáticos con sus imaginarios nueve mil asistentes al mitin- y la zacatecana secretaria de Energía Rocío Nahle –también en campaña abierta para ser candidata a gobernadora de Veracruz-, hasta los diputados locales y federales del partido guinda, funcionarios estatales y un centenar de alcaldes fueron a hacerle el “caldo gordo” a Sheinbaum, que se pasa más tiempo de gira por el interior de la República que atendiendo su responsabilidad en la Ciudad de México, cuyas “políticas de gobierno (dizque) exitosas” la tienen en el abandono y a sus servicios públicos en acelerado declive.
No faltaron por ahí personajes del “pasado priista” que se dejaron ver ahora como fervientes morenistas y seguidores de Sheinbaum, como los ex alcaldes Marcos Theurel y Joaquín Caballero, que se placearon por un pésimamente operado mitin a pleno sol de mediodía, a 34 grados centígrados, lo que sin duda debió inhibir la mermada convocatoria que pudo observarse, tomando en cuenta los recursos destinados –y dilapidados- para ese fin.
No menos soez fue la demostración que a pocos kilómetros de Coatzacoalcos, en Minatitlán, hizo el secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández, cuyo propio pasado de 25 años de militancia priista le afloró de manera natural, sin esfuerzo.
Siempre flanqueado por el diputado federal Sergio Gutiérrez Luna –otro oportunista que, sin arraigo ni trabajo político en la entidad, de la nada cree que puede ser gobernador de Veracruz-, López Hernández encabezó un mitin organizado por el Sindicato Petrolero, uno de los organismos emblema de la corrupción del viejo régimen priista, que vive claramente su propia “cuarta transformación” en el actual sexenio.
En primer plano y como una suerte de “anfitrión” estuvo el líder nacional del Sindicato Petrolero, el orizabeño Ricardo Aldana, alfil durante décadas de Carlos Romero Deschamps, el dirigente sindical que vive como jeque árabe y que fue responsable del millonario e impune desvío de recursos conocido como “Pemexgate”. A su lado, los vetustos dirigentes de las secciones de un sindicato que es la viva representación del pasado corrupto del que a diario se queja el presidente López Obrador, pero que cada vez está más presente, más vivo dentro de su “movimiento”.
¿A qué vinieron a Veracruz Sheinbaum y López? Discursivamente, a nada. Ningún asunto, ningún tema o coyuntura hubo que pudiese justificar legal y legítimamente su presencia en la entidad encabezando actos multitudinarios. Vinieron a hacer campaña fuera de los tiempos establecidos para ello, a pisotear las leyes electorales y la Constitución, a simular y a derrochar recursos públicos y, especialmente, a demostrar que no son diferentes en nada de quienes todavía les sirven para disculpar su propio fracaso como autoridades.
Es el neopriismo guinda a todo lo que da. Son los mismos, son lo mismo.
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