Tiempos de mujeres .

** HACERLO MEJOR .

/ Verónica Baz /

A pesar de toda la literatura que existe en torno a los beneficios de que una mujer esté en un rol de liderazgo, la evidencia es difícil de recabar porque hay múltiples variables en juego.

Los atributos que se les adjudican más a las mujeres que a los hombres son empatía, habilidades de escucha, uso de la intuición, resiliencia en momentos de crisis, capacidad de encabezar un liderazgo transformacional, entre otros.

Sin embargo, el sistema y las estructuras establecidas tienden a llevar, a quien sea que esté en el cargo, a reproducir actitudes verticales y autoritarias. Tenemos suficientes datos para saber que un liderazgo ejercido por una mujer no es equivalente a un liderazgo feminista, justo o incluyente.
Liderar en el ámbito público y en el privado implica con frecuencia estar a cargo de estructuras con intereses que rebasan cualquier puesto de 6 años. Estamos hablando de las fuerzas armadas y las burocracias institucionales, pero también de grupos del crimen organizado y otras estructuras donde la corrupción es la práctica común.

Otro ángulo del que se habla poco es el hecho de que muchos hombres eligen a mujeres como sucesoras por razones que no siempre son las más meritocráticas. Tanto en la política como en el sector privado, a veces se cree que pueden ser más leales al proyecto que dejó un hombre, sobre todo cuando se trata de sus parejas o hijas. También existen algunos casos donde se le da a una mujer un rol de liderazgo ante una misión imposible y de alta complejidad, con el objetivo de que sea ella quien pague los costos y el desprestigio de la pérdida y no un hombre.

Que las mujeres puedan acceder a posiciones de liderazgo es necesario, pero no suficiente para la transformación de estructuras. Hemos tenido ya muchas mujeres que han pasado por secretarías, subsecretarías y gubernaturas para saber esto. Se requiere establecer cierta independencia, crear alianzas, escoger batallas y, desde un lugar de humildad, empujar causas que puedan comenzar a transformar el sistema.

¿Cuáles serían esas causas en México? Pasa por atender las distintas violencias, tener un sistema de cuidados, atender el embarazo adolescente y la deserción escolar e impulsar mejores condiciones laborales para las trabajadoras del hogar, entre muchas otras. Requiere también escuchar y aprender de las madres que buscan a sus hijos, de quienes pelean por los derechos de personas con alguna discapacidad, y por preguntarnos qué tipo de país queremos ser con los migrantes, por dar algunos ejemplos.

En lo económico, se requiere crear alianzas con el sector privado y organizaciones de la sociedad civil para tener servicios públicos de calidad e incluyentes, así como infraestructura para que se cierren las brechas entre quienes tienen más recursos y quienes tienen menos.

En la narrativa, un liderazgo con las características atribuidas a las mujeres pasaría por acabar con discursos de odio, derribar la polarización, evaluar, considerar todas las variables relevantes y desde ahí invitar y sumar.

En ciertos ámbitos, llegó el tiempo de la inclusión, pero no podemos caer en la ingenuidad. En un país con tantas inequidades, el género de una persona es sólo una de las brechas a cerrar y a veces no es la más profunda. La historia juzgará a las mujeres en el poder no por llegar y entusiasmar sino por servir, transformar y unir.

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