Paralaje.
Liébano Sáenz.
La degradación por la autoridad aeronáutica norteamericana del país en materia de seguridad aérea no es un tema menor ni debe verse como un asunto más. Es una llamada de atención sobre una serie de acontecimientos que ocurren en el país y que revelan un deterioro grave de la infraestructura pública. Siendo honestos es injusto y desproporcionado imputar a la actual administración la exclusiva responsabilidad; las insuficiencias y el descuido vienen de tiempo atrás. Pero se eligió a un gobierno para cambiar, para corregir, para mejorar y eso no sólo no está ocurriendo, sino que se toman decisiones que acentúan los problemas y las deficiencias.
La decisión del órgano técnico norteamericano es una determinación preventiva, esto es, hay estándares internacionales en materia de seguridad que el país no está observando. Lo que está de por medio son la vida de los usuarios y toda vez que los aeropuertos nacionales se asientan en zonas densamente pobladas, una tragedia podría tener magnitudes colosales.
Los siniestros frecuentes en las empresas públicas federales y los acontecidos en el metro de la Ciudad de México deben poner en el centro de la atención la necesidad de contar con programas de mantenimiento preventivo y correctivo. Este gasto es elevado, pero es indispensable y no asumirlo pone en riesgo vidas, es un ahorro absurdo y tarde que temprano muy oneroso.
Es preciso acabar con el dispendio, pero es suicida hacerlo a costa del mantenimiento, del entrenamiento y la capacitación de recursos humanos y, también, de cargos de dirección con personal altamente calificado. Todo eso cuesta.
Lo que está sucediendo en la infraestructura de transporte obliga a pensar sobre el deterioro en áreas que no tienen la visibilidad o la supervisión internacional como sí la tiene la seguridad aérea. La situación preocupa porque el apremio sobre el gasto y la presión sobre las finanzas públicas habrá de incrementarse una vez que se agotaron los recursos destinados a otros objetivos y que se dispusieron en una mala política de gasto. Ya no hay margen. Ya tocamos piso. Ojalá y las autoridades lo adviertan y actúen en consecuencia antes que otra tragedia nos alcance.