**CON SINGULAR ALEGRIA.
/ Por GILDA MONTAÑO. /
La sociedad mexicana, a lo largo de su historia ha sufrido diversas transformaciones, algunas de fondo y otras ocasionadas por la clase dirigente. Desde sus inicios, el flamante Estado mexicano tuvo varios proyectos para ser guiado por el camino correcto. Por un lado, el proyecto de la razón y por el otro, el que proponía pequeños cambios. Estas luchas ideológicas sólo dividieron y obstaculizaron la unión de una sociedad de por sí ya dispersa por factores geográficos y culturales distintos, así el grupo triunfador de las luchas, buscó imponer su hegemonía y trató a lo largo del tiempo, de darle un sentido de identidad propia a la nación.
Muchos de estos intentos terminaron en fracasos, haciendo más grande la brecha de las transformaciones y desigualdades.
El fenómeno de las transformaciones sociales no sólo se regula por el factor tiempo, es decir, a medida que transcurre un determinado lapso, las cosas cambian por ser parte de su naturaleza. La incidencia de lo humano tiene mucho que ver y ejerce un papel determinante para lograr transformaciones más radicales, las cuales rompen con esquemas tradicionales; esto se refleja en la dirección de la clase en el poder y se demuestra por el desconocimiento en muchos de los casos, que se provoque un ambiente de incertidumbre y desorientación sobre lo que vendrá en el futuro.
Se tiene entonces, que muchas de las transformaciones pueden ser observadas a simple vista, mientras las otras forman parte de un proceso paulatino y progresivo, incapaces de percibirse inmediatamente. Muchos de los factores que provocan cambios radicales son las decisiones políticas: la imposición de una determinada ley que haga cambiar hábitos y costumbres en determinadas regiones. Eso lo tuvimos con el cambio de horario.
O el absurdo existente con la homogeneización educativa de enseñar materias poco convincentes en regiones, que de antemano no cuentan con los recursos para desarrollar esa misma actividad con la precisión y calidad de otras entidades.
En este tiempo, hemos oído mil veces sobre la guardia nacional en esta parte de la llamada cuarta transformación de un nuevo régimen.
En si el “hombre político” se alza como uno de los factores principales, de los cambios y transformaciones más impactantes, que erosiona paulatinamente las relaciones sociales entre los individuos.
A todo lo anterior se suma el papel de los medios de comunicación que, en una sociedad como la mexicana, determina el rumbo a seguir. Es muy difícil que alguien los pueda parar. Aunque traten.
En síntesis, la clase dirigente detentora de los medios de producción y más aún en estos tiempos de los medios de comunicación masivos, con los cuales es posible generar ideologías y moldear modos de comportamiento colectivo para una determinada causa, propicia la erosión paulatina del concepto de colectividad o solidaridad comunal de muchas de nuestras poblaciones. Se entenderá por solidaridad la definición clásica del sociólogo francés Durkheim, quien dice que en todas las sociedades se desarrollan lazos de unión y cohesión entre los individuos, que los identifica.
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